Con 80 años, doble trasplante de pulmón y mucho humor, José Luis Rodríguez trae de vuelta a México a su personaje, El Puma, ese que ha trepado a escenarios desde hace medio siglo que se apropió de él.
Gentil y respetuoso, siempre elegante incluso con ropa de calle, el intérprete de “Dueño de nada” y “Culpable soy yo” llega en medio de una tormenta para una conversación que dice que no piensa leer.
Durante la charla a propósito de su gira Celebremos, con fechas el 13 y 14 de septiembre en el Pepsi Center del WTC, José Luis Rodríguez (Caracas, 1943) cita con frecuencia a “Dios”, sin mencionar al Jesucristo de su himno evangélico de 1980 “Se busca”. Ese Dios que, dice, “permite la ciencia para que también haga milagros”, como el que se obró en él en el quirófano en 2017 y que le dio más años de vida, más humildes, sin egos, otra oportunidad con pulmones nuevos contra su fibromatosis pulmonar.
Reacio a hablar de política, no obstante afirma que América Latina sigue esclavizada dos siglos después de Bolívar. Tampoco quiere hablar de “personajes oscuros”, aunque en otra ocasión admitió que fue obligado a cantarle al narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, como otros artistas.
Para José Luis Rodríguez, El Puma, hay una descomposición social universal, en la que la familia, que para él es padre, madre, hijos, sufre un ataque permanente y está totalmente dividida y desintegrada.
La gira se llama Celebremos, ¿qué vamos a celebrar?
La vida. Yo estoy celebrando la nueva oportunidad que Dios me regaló. No sé por cuánto tiempo, pero estoy celebrándola. Y también que me reencuentro con la gente, con el público y con los medios, he estado bastante alejado. Por eso esta gira también con los medios, porque comunican al artista con la gente.
¿Cuál es tu recuerdo más fuerte de México?
De México, la gente; tal vez lugares. Una cosa preciosa que me pasó, hice hace tiempo 40 palenques (1987), vine con mi esposa (Carolina Pérez); para mí fue una luna de miel. Mi hija (Génesis) fue concebida en esa gira, así que hay muchos recuerdos hermosos.
Sobre regresos, escuchaba “Yo regresaré”, se me hace la más política de sus canciones.
Hace dos años que se grabó esa canción. Es de añoranza. Decidí no hablar de política. Yo no voy a arreglar el mundo, a componer nada, todo está complicado en el planeta. Yo simplemente soy un cantor que lleva a la gente música y esparcimiento. Ahora traigo “Amores que matan”, tema de una serie.
Muchos temas ya están en la psique de la gente. Han pasado varias generaciones.
No tantas, nomás tres.
¿Cómo es la vinculación con las nuevas generaciones?
Es con los padres. No es realmente de mi persona tratando de buscar esa gente joven, eso es por inercia. Están la abuela, la madre y la hija por referencia. Si en tu casa eres niño y escuchas esas canciones, se te van a cargar en el inconsciente y se quedarán en la memoria. Eso es lo que pasa con las canciones de repertorio permanente románticas que han quedado, son las que quedan, las rítmicas vienen y van, no así con “Agárrense de las manos”, que es una canción muy emblemática.
Hace 50 años te llamas El Puma, ¿te ha pesado?
Nada, todo lo contrario. Ha sido un nombre mágico, misterioso, que surgió de una telenovela, una canción de Sandro, “Mi amigo el Puma”. Beneficios ha habido muchos; yo era un antes y un después de El Puma.
¿Qué temas son la identidad de El Puma?
“Dueño de nada” y “Agárrense de las manos”.
Y a los 80 años, ¿de qué eres dueño?
De nada. Me di cuenta de que ni de mi cuerpo, porque el cuerpo se puede entregar en cualquier momento, uno sabe cuándo sale pero no sabe cuándo regresa. Solamente Dios tiene la potestad sobre los espíritus. Finalmente, cuando te pasa algo como lo que me pasó a mí, te das cuenta de que tienes que vivir día a día; entramos, salimos, nacemos, morimos, transitamos, no nos quedamos, administramos, no poseemos. Así que el término “mío” no existe. O sea, que estamos en tránsito.
¿Qué es para José Luis Rodríguez el lujo?
La amistad, la familia, el amor de la pareja, eso hay que cuidarlo como una flor o una planta. Las amistades. Si uno no sembró amigos en su juventud, difícilmente los sembrará ahora.
¿Y de qué es culpable?
De muchas cosas, hermano, nos arrepentimos todos los días de algo. Y el que no lo hace es porque está inconsciente, comete errores y no se da cuenta. Lo importante es reconocer el error y enmendarlo, prevenir culpas. Eso es lo importante.
Citas mucho a Dios. El primer tema que escuché tuyo de niño hablaba de Cristo...
“Se busca”.
Jesucristo siempre va a aparecer como un personaje luminoso.¿Quiénes son los personajes oscuros?
Hay muchos, pero no te los voy a decir, hay muchos. Dios es el que decide quién está en la lista y quién no. Pero sí hay un infierno literal y un cielo literal, no todo se acaba con dos metros bajo tierra, ahí recién comienza.
¿Dónde se encuentra José Luis Rodríguez: en el cielo o el infierno?
Yo estoy viviendo un cielo maravilloso, por la nueva oportunidad; gracias al donante, a la familia del donante, a los médicos, a las enfermeras y a la gente que oró por mí. O sea, sí estoy viviendo un cielo en la tierra, en mí, en mi tierra, en mi espacio, en mi tiempo. Sí hay un cielo literal.
¿Cómo reconciliar la religión con la ciencia?
Dios permite la ciencia para que haga milagros también. Pero esto (la operación de doble trasplante de pulmón) es un caso individual, intervienen más de cien personas para que ocurra un milagro; y cualquier cosita, cualquier error, puede interrumpirlo. O sea, que hay una armonía de sucesos que tienen que estar ocurriendo al mismo tiempo, y con un solo error, yo no estaría hablando contigo.
Antes de esta su segunda oportunidad, ¿cuál fue el milagro más importante que viviste?
Darme cuenta de que hay vida después de la vida, que no todo termina acá; que ésta es una especie de escuela, tenemos que hacerlo bien si no tenemos que volver — así como repites la primaria, la secundaria, la carrera…—, hasta que estemos preparados y listos para otro lugar, mejor que la Tierra, por supuesto.
¿Hoy qué es ser venezolano para ti?
Es haber nacido en un sitio que era una pequeña Venecia, Venezuela. No quiere decir que nosotros tengamos un patriotismo rancio, porque ningún país es mejor que otro; lo que marca la diferencia es la gente, el amor que la gente siente por la gente. Hay una descomposición social universal, planetaria que va a ser difícil de detener. Y en ella está dividida totalmente la familia: al desintegrar la familia, destruyes la sociedad, porque esa familia es la célula vital de la sociedad, y hay un ataque permanente hacia ese núcleo, padre, madre e hijos.
“¿Quién soy yo para arreglar eso? Ser venezolano es una nacionalidad, donde hay una costumbre, un gentilicio, es ahí. Ahí nació Bolívar, cuya historia se reduce a que en 20 años libertó a cinco naciones a caballo con un ejército descalzo; le tomó 20 años. Y a lo mejor aró en el mar, porque seguimos esclavizados, ¿donde está la liberación? Fue la liberación de España, pero América Latina sigue esclavizada. No entremos en la política, no quiero tocar ese tema.
Han venido artistas venezolanos distinguidos como Pacho Flores, Gabriela Montero, Gustavo Dudamel, Domingo Hindoyan… tú fuiste pionero aquí.
A esa muchacha, Gabriela Montero, yo la vi de niña y tuve el privilegio de que ella tocara el piano en mi casa. Fue con la mamá preciosa. Tiene ahora una carrera hermosísima, bella, bella.
¿Cómo es tu relación con la música clásica?
Hay la música clásica y la música popular; hay el canto clásico y el popular. El canto clásico debe saber cantar, proyectar sin un micrófono. El canto popular es un sonido, es una melodía, una letra, y una transmisión de sentimientos. Hay una gran diferencia entre lo popular y lo clásico. No podemos confundirnos con eso. ¿Cómo comparas un merengue con la Quinta Sinfonía de Beethoven? No hay comparación. O sea que hay música para todo el mundo.
Aparecías en telenovelas como el galán clásico, ¿te sigues sintiendo clásico?
Yo nunca me sentí galán. A uno lo encasillan. En Chile me rechazaban porque me decían “cebollero”, porque hacía llorar a todos en la casa. No me aceptaban en el Festival de Viña del Mar por las telenovelas. Después el cantante se puso arriba del actor. En realidad, yo me considero un cantante.
¿Qué le pones a la música además de tu voz?
Sentimiento. La música popular es sentimiento. Preferiblemente el sentimiento que la afinación. Ahora, si yo hago bien la afinación y el sentimiento, fabuloso.
A los 80 años ¿cómo te gusta recordarte más: en las telenovelas, por la imagen, o en la música, por su voz?
A mí no me interesa recordarme. Yo no me veo, yo sé lo que hago y sé lo que digo. Esta entrevista tuya no la voy a leer, porque sé lo que estoy diciendo. Si tú pones otra cosa, es tu problema no el mío. No me leo ni me veo.
Hablabas de la importancia de los recuerdos.
Recuerdos para la gente. ¿Qué recuerdas? Un sitio, una situación, una melodía, y una melodía te lleva a una situación; un perfume te lleva a un encuentro. Hay teclas que se disparan en nuestro inconsciente, que nos llevan a un recuerdo. Yo le tengo temor a recordar, porque hay recuerdos que hieren, amar duele; incluso recordar a la persona amada duele. Y yo me eximo de eso porque no me gusta quebrarme por dentro.
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¿Con los años te sientes más sabio o más juvenil?
Las dos cosas. ¿Juvenil? Dios mío. Bueno, uno trata de conservar el cuerpo, porque no tiene otro de repuesto. Lo alimentas, lo bañas, haces ejercicio; todo tiene que estar en movimiento, hasta que llega un momento en que el cuerpo dice: “Hasta aquí”. La vejez es un problema mental de la gente, no es bueno ser abuelo para no sentirse abuelo. Ni dormir con la abuela, ja, ja, ja.
Hiciste un disco de homenaje a José Alfredo Jiménez, que cumple 50 años de muerto. ¿A qué otro compositor mexicano te habría gustado rendirle tributo?
Sin duda alguna, a Juan Gabriel, este muchacho que hizo tantas canciones importantes. Pero meterse con su repertorio es delicado, porque lo hizo muy bien, excelente; hizo una obra irrepetible, de verdad que yo le tengo respeto a eso. José Alfredo, con el Mariachi Vargas, fue genial, fue estupendo, porque yo crecí con muchas canciones de esas.
¿Quién es José Luis Rodríguez en este momento?
Ni yo lo sé, ni yo lo sé. Yo trabajo para El Puma que es un personaje que entra al escenario, pero lo dejo ahí cuando termina la función; bajo a José Luis Rodríguez, al hombre, al ser humano que debe ser sencillo, humilde, más con esto que me pasó, que tuve una gran lección de humildad, de cero ego. Lo que no me gusta, lo digo, y utilizo el “no”, no como mecanismo de defensa, sino porque cuando digo “no” es porque no me da la gana hacer eso, ya me doy ese lujo... si me obligan.