Hay varios encuentros que han marcado la vida de Ibsan Cuevas Alcalá, mejor conocido como Lobo Estepario. El primero y más importante: con el rap, música que conoció gracias a las canciones de Jesús Vaca Aguinaga Dyablo. “Fue lo primero y me gustó un chingo”, recuerda en entrevista con MILENIO. Por eso decidió buscar más. Así llegó a un tianguis donde encontró un disco pirata, de esos MP3 atiborrados de temas, en este caso de raperos que cantaban en inglés y español, "lo más mainstream". Pero con eso le bastó para ya nunca querer alejarse de esas melodías que “representaban lo que vivía”.
Otra conexión crucial la vivió entre sus 15- 16 años, siendo integrante de su primer grupo de rap. Era feliz sobre el escenario, tirando versos, pero no se sentía tan placido en lo externo: “Me incomodaba mucho estar con gente”. Entonces, uno de sus colegas le regaló el libro del que tomó su mote y que a la fecha marca como su favorito: Lobo estepario, del escritor alemán Hermann Hesse. “Me sentí conectado completamente con el personaje y me cambió la vida en mi modo de hacer el rap”, cuenta.
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“Al protagonista, cuando hacía ciertos actos, el alma del lobo lo poseía, y traté de adaptar eso al freestyle y a mi vida”, agrega.
Ahora, el artista, ya con el estatus de ser uno de los mejores freestyleros de Latinoamérica - en 2019 se consagró como campeón en la Red Bull México y desde entonces no ha dejado de crecer -, recuerda todos esos encuentros, afortunado y desafortunados, que le dieron ánimo y lo hicieron dudar, esos momentos en los que imploró y cuestionó a Dios… Rememora todo eso en su nuevo tema, el más personal: Hasta los huesos.
En un boletín de prensa, el cantante explica: “Esta es una de mis canciones más sinceras. En todas mis canciones previas, al escribirlas, tenía un límite, trataba de no mostrar tanto la intimidad de Lobo, sin embargo, esta canción fue como desahogarse, hablar de todos los problemas y de todo el dolor que hay detrás de una persona fuerte; como si fuera un viaje o un paseo a mi verdadero yo, mi yo más humano”.
Y para MILENIO desentraña más de su persona: “Suelo recordar mi vida de antes, bastante austera, faltaba comida en la casa, en un barrio pobre, con pocas oportunidades, poco alimento... Esa es mi motivación diaria, decir: ‘Si estuve en un punto donde creía casi imposible salir de ahí, se lo debo al Lobo pequeño’. Lo que estoy logrando todavía no es suficiente, tengo que llegar a lo máximo”.
¿Qué es el máximo? “El panorama del free me está reconociendo mucho internacionalmente y en la música hay un pequeño sequito que ya me sigue. Entonces, el siguiente paso es nivelar esas dos cosas: tener al free y a la música en un punto igual”, responde.
Para conseguir este equilibrio, Lobo ha tenido que ir más allá de su faceta hardcore, agresiva, “esa que ven batallar, que hace rolas con barras”; ha tenido que mostrar su parte humana, la “que hace canciones desde el corazón, abrir el pecho sin importar que me conozcan”.
Ser freestyler
Sobre el escenario, Lobo Estepario, es rudo, y eso gusta a sus seguidores: que tira barras, que le pone sal a la herida, que no se deja. Pero tiene ciertos límites, cosas de las que no se mofa: “Creo que ahí tiene que ver más con el tipo de personas que eres. Y es enseñarles a los morrillos que las batallas no son una licencia para decir lo que no te atreves en la vida real, que todo tiene consecuencias y tienes que ser responsable de tus palabras”.
Otro punto fuerte es su versatilidad; para llegar a donde está, el rapero ha tenido que abrirse a géneros más allá del rap: rock, reguetón, baladas, metal, pop e incluso k-pop suenan en su día a día. Todo lo escucha porque todo le sirve. “Cuando empiezas a ampliar tu panorama musical te haces un artista más completo. Trato de nutrirme porque de todo puedes sacar algo, aprender algo”, afirma.
Pero lo que lo ha hecho ganarse el respeto no solo de los fans sino de otros raperos es el saber diferenciar que lo que se dice sobre el escenario es independiente de cualquier otro ámbito: “Sabemos a los que vamos, cómo funciona esto. A mí me gusta lo hardcore, pero trato de destruir a un rapero y no a una persona. Y sé que todo lo que se dice arriba es contra Lobo, no tiene que calarme a mí”.
“Fue una evolución decir: ‘Es una especie de deporte’ arriba del escenario, mientras que abajo somos muy compas. Obviamente todos vamos con esa mentalidad de ganar, pero no es ir a molestarse con las personas. Todo es cuestión de verlo como un entretenimiento que le tienes que dar a la gente”, añade.
Aunque en una batalla “es más posible que pierdas”. Entonces, ¿el experto en rimas cómo le hace frente a las derrotas? “Hoy en día la mentalidad que manejo es dar las mejores batallas, independientemente si gano o pierdo. Que la gente diga: ‘Quiero ver otra vez a este vato porque dio una batalla impecable’”, contesta.
Sobre lo que más teme en uno de estos enfrentamientos, Lobo señala a los chiflidos, seguidos del silencio.
“Con el silencio sientes que no estás conectando con la gente. Pero me ha tocado en algunos shows que hay personas que no me conocen y se quedan calladas porque están escuchando, están tratando de conectar. Entonces, hay tanto silencios buenos como malos. Pero no hay peor cosa que los chiflidos”.
Por último, el rapero viaja en el tiempo a su pasado, cuando estaba metido en trabajos que lo abrumaban: “Llegaba muy noche al barrio (en el Estado de México) después de la chamba, la banda estaba pisteando y mi momento relax del día era ponerme a improvisar ahí en la esquina con una cahuama. Era sacar todo el estrés del día… El rap me llevó a sentirme salvado, realizado, a despejar todo lo que tenía. Definitivamente me salvó la vida, el rap me dio la vida que no tenía”.
hc