Orovega: "La música es una cosa sagrada que hay que respetar"

Claudia Vega recuerda bien esas tardes en que, siendo niña, esperaba a que papá llegara a casa para hacer sonar a Fito Páez, Andrés Calamaro, Neil Youg y Cat Stevens. Tardes que marcaron su entrega más longeva y fiel: a la música, ese "bálsamo para las emociones".

"Luego empecé a escuchar a otras cosas, pero me encantaban todos esos artistas", dice la nacida en Madrid en 1996 y que ahora produce sus propias canciones bajo el mote de Orovega.

La española de raíces sefardíes visitó México a finales de septiembre para dar algunos conciertos, y en ese lapso reveló a MILENIO que la música, además de bálsamo, es "un remedio, una cosa mágica y totalmente sagrada que hay que respetar". 

"Es igual de grande que la vida misma".

En su familia, del lado paterno, figuran Nacho y Antonio Vega, eslabones de Nacha Pop, pero el sonido de Claudia dista del pop de sus tíos, se cimenta en lo materno: la música sefardí, aderezada con flamenco y sonidos urbanos.

"Mi música es ecléctica porque tengo gustos muy distintos y creo que es honesta conmigo misma: tiene mi mensaje o el momento en el que estoy se comunica. Y espero que siempre sea una sorpresa".

"Y me gustan mucho las músicas de raíz, siempre te dan muchas herramientas e ideas para crear", agregó.

Además de las tardes musicales con su progenitor, Vega tiene clavado el recuerdo del día que le regalaron una guitarra: "La agarraba y me ponía a componer; veía videos de YouTube, empezaba a sacar algo con una letra y se la enseñaba a todo mundo".

Y, dicho y hecho, a todos enseñó I could cry, tema acústico y en inglés que subió a YouTube en diciembre del 2016, aún como Claudia. También esa charla TED musical, Los espacios intermedios de creación, que dio en 2017. Y el proyecto que lanzó en 2019, Spanish Manners. 

Pero en 2022 sentó las bases para lo que actualmente es Orovega con el lanzamiento de su primer larga duración, Cantes de amor y muerte.

"Para el nombre (del disco) me inspiré de un poeta sefardí de la edad media (Ibn Gabirol) que hablaba sobre esa dualidad. Y justo en ese disco estaba en una época muy oscura; no es que la muerte las sientas cerca, pero entiendes la oscuridad... Todo giraba en esa dualidad: el amor que sentía con la música, pero también lo que sentía a nivel personal. Me ayudó a sanar ciertas cosas", detalló sobre la producción de 10 piezas disponible en su canal de Spotify.

Con esa esencia lúgubre de su primera producción, la cantante pronto descubrió un "superpoder": "La gente lloraba siempre" al escucharla en vivo; ponía a sus escuchas 'a flor de piel'.

Por eso, con lo que ha trabajado en 2023, "he querido pasármelo mejor en el estudio". 

"No es tan vulnerable, sino que es más alegre y divertido, y la reacción del público es distinta. Es una sensación de liberación", dijo, y para muestra su canción Sababa, que salió a mediados de septiembre.

— Y ante estos tiempos de plataformas y algoritmos voraces, ¿cómo se posicionas?

— Siempre tienes que hacer tu parte lo mejor posible; intento que mi música sea como yo quiero y después no se puede controlar todo. El algoritmo me parece bastante salvaje porque hay proyectos que se merecen visibilidad que no tienen, pero es parte del juego.

Pero con lo que nunca juega es con sus valores artísticos: constancia y curiosidad son elementos que alimentan su crecimiento, por el que no se impacienta, pues "es cierto que cuando te pasa algo importante se cumple un sueño y se siente un salto, pero todo el proceso interno; ahí no hay saltos, es poco a poco, con pasión y con respeto".

Orovega visitó nuestro país brevemente, pero prometió volver "un tiempo para hacer cosas". Y quiere sacar un nuevo disco porque "ya saqué uno pero siento que era más personal, de exploración, y pienso con el que me voy a presentar en la industria". 

"Para mí el éxito es sentirme libre ala hora de crear y poder transmitirlo", zanjó con una sonrisa.

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hc