Sinéad O’Connor, memorias de una chica complicada

Edición Fin de Semana

“Esta es mi historia tal como la recuerdo; me divertí mucho escribiéndola durante los últimos años, aunque apenas he alcanzado a recordar lo que le he entregado a mi editor”, relata la cantante sobre su libro 'Remembranzas'.

En 2003, Sinéad O’Connor fue diagnosticada con trastorno bipolar
Alejandro Acevedo
Ciudad de México /

Antes de dedicarle a su madre un enorme espacio en Remembranzas (Libros del Kultrum, 2021), Sinéad O’Connor reveló en el programa de televisión Dr. Phil (2017) que había padecido abuso físico, sexual y emocional por parte de Marie, su progenitora. “Ella era una cámara de torturas, una persona que sonreía al lastimarte (...). Mi recuerdo más lejano es el de ella diciéndome que no debí nacer. Ella no me quería. No quería niñas. Quería un niño. Me trataba como chico. Me cortó el cabello. 

Cada vez que me golpeaba, que era diario, me hacía quitarme la ropa y acostarme en el suelo de la cocina con las piernas y los brazos abiertos. Atacaba mi estómago. Quería reventar mi útero y destruir mi sistema reproductor. Quería que dejara de ser mujer. Y me hacía repetir: ‘No soy nadie’, mientras me golpeaba”. En otros medios ya había declarado: “Fui violada varias veces por extraños, en Irlanda, cuando era niña”.

Sí, 2017 debió ser un año doloroso para esta “dama templada al calor de su insobornable activismo” (como bien se le ha descrito), pues un mes antes de haber estado con el Dr. Phil subió un video a Facebook en el que se le veía sumamente desesperada. Después de ver las desconcertantes imágenes, Bette Midler comentó: “Es la única cantante con la que realmente he querido trabajar. Es una especie de ídolo para mí y me conmociona verla en ese estado de descontrol”.


Sinéad ya había intentado suicidarse (1999, 2012) y afortunadamente, en “las malas”, alguien había corrido en su auxilio: su abuela, la profesora Shiels, la hermana Clotilde, su padre, sus admiradores...

También han estado ahí sus padres musicales para aligerar sus penurias, aunque ellos ni siquiera se hayan enterado. Elvis, por ejemplo, que provocó una crisis nerviosa en la pequeña Sinéad el día que falleció (1977). O Bob Dylan, a quien descubrió ese mismo año gracias a su hermano. “El Hombre del Líbano–llamó a Dylan–. Un tipo tan bien parecido que era como si lo hubiera esculpido Dios a su imagen y semejanza”. Y claro “Bob es mejor padre que Elvis”, remata Sinéad en Remembranzas.

Pero sobre todos ellos está Dios. “Amo a Jesús porque aparece cada vez que mi madre me tiene en el suelo desnuda cubierta de cereal y polvo de café... Aparece él, en mi mente, crucificado en una colina de piedra”.

La senda musical

Hizo la primaria en una escuela de monjas que la trataron muy bien a pesar de ser medio ladronzuela. Pasó a una secundaria para adolescentes rebeldes donde una monja se dio cuenta de su talento musical y le regaló una guitarra. Desarrolló sus aptitudes y se dirigió a Londres donde a los 17 años firmó un contrato con Ensign Records. En la disquera quisieron suavizar su imagen. Al pelo largo y la falda corta, Sinéad respondió rapándose como para advertirles que ella era una cantante de protesta y no una estrella pop.También trataron de intervenir en su música, pero Sinéad se impuso como productora dotando a The Lion and the Cobra (álbum debut) de magia y autenticidad. Las letras se inspiraban en salmos bíblicos: “Caminarás sobre leones y cobras” (90:13).


Vino después su segundo álbum, I Do Not Want What I Haven’t Got, y el superhit “Nothing compares 2U”, pieza compuesta por Prince que en la versión de O’Connor se mantuvo un año completo en los éxitos. Jodi Cleesattle escribió: “Le quedó exacta. Su voz se eleva y salta inesperadamente, pero con gracia, haciendo de esta balada, la más sublime de las canciones de amor”.

La oportunidad

O’Connor seguía buscando la ocasión de gritarle a quien correspondiera que parara el mal que la Iglesia católica le estaba haciendo a la niñez del mundo.

Encontró su oportunidad el 3 de octubre de 1992 durante el programa Saturday Night Live (NBC), mientras cantaba “War” de Bob Marley. Ante los ojos de millones de telespectadores rompió una fotografía de Juan Pablo II. “Mi intención siempre había sido destruir la foto del Papa que guardaba mi madre –ha escrito en Remembranzas–. Esa foto representaba falsedades, mentiras y abusos de todo tipo. Solo atesoraban esas cosas las personas que son auténticos demonios como mi madre”.

Las consecuencias de esta actuación fueron las esperadas por Sinéad. El actor católico, apostólico y romano Joe Pesci respondió: “Yo le hubiera dado una bofetada”. La Diócesis de Brooklyn le exigió a O’Connor una disculpa. Las ligas contra la difamación trituraron sus acetatos. Y la venta de sus discos se fue al suelo.

Pero Sinéad O’Connor tenía razón.Tres décadas después, el papa Francisco ha roto el silencio sobre el abuso a menores por parte de sacerdotes católicos.

Malentendido

O’Connor tuvo razón al denunciar a la Iglesia católica y gritar “luchemos contra el enemigo” mientras rompía la fotografía del papa Juan Pablo II. Sinéad tuvo razón al revelarse contra los tiburones de la industria discográfica y en reprobar a una prensa que se ensaña con colegas mujeres como Amy Winehouse o Britney Spears. Pero exagera cuando, furiosa, arremete contra Anthony Kiedis. “Confiesa que nos besamos (se lee en Remembranzas). Eso nunca ocurrió. Dice que mantuvimos una especie de relación romántica. Sí, en sus sueños”. 


Con la decencia que lo caracteriza, el vocalista de Red Hot Chili Peppers narra el episodio durante un concierto en el que coincidieron en Europa (1989): “Nosotros tocamos primero, durante nuestra actuación fui lo bastante imbécil como para dedicarle ‘Party on your pussy’ a esa luchadora por los derechos de los indefensos (…). Después del concierto, Flea y yo la buscamos. Era tímida y modesta. 

Estuvimos hablando de su música y otras cosas hasta que su road manager irrumpió y se la llevó (...). Por miedo a no volverla a ver regresé corriendo al camerino y le escribí una carta bastante significativa, haciéndole saber que sentía algo por ella”. Kiedis concluye en Scar Tissue (2004), su autobiografía: “Nunca pasó nada. Ni una palabra de respuesta. Desapareció en la nube gigante de un mundo distinto y nosotros seguimos nuestro camino, y ahí acabó todo, adiós”.

El mejor capítulo

El episodio con Prince (1958-2016) sí amerita denuncia y reprobación. “Me invitó a su mansión de Hollywood y tontamente fui sola. Estaba incómodo de que yo no fuera su protegida cuando había interpretado una de sus canciones. Me reprendió por decir palabrotas durante mis entrevistas. Le respondí que se fuera a la mierda. Fue por unas almohadas para jugar –supuestamente– almohadazos, y me percaté de que en una de estas había un objeto duro. Trató de golpearme y le escupí, le escupí bastante. Logré escaparme de su casa. Eran las cinco de la mañana y me persiguió en su auto. Todo terminó cuando toqué el timbre de una casa vecina y Prince huyó”. Según la valoración de Sinéad, el capítulo dedicado a Prince es el mejor de Remembranzas.

En 2003, Sinéad O’Connor fue diagnosticada con trastorno bipolar (“estuve tan fuera de mí que todos me tenían miedo”). Le practicaron una histerectomía radical, lo que le provocó un envejecimiento prematuro (“me gusta estar envejeciendo)”. Hace dos años abrazó el islam. Hace un año, para apoyar el movimiento Black Lives Matter, realizó un cover a “Trouble of the World”, cantada originalmente por Mahalia Jackson. 

Desde hace un año se ha sometido a una terapia psicológica y a una rehabilitación por uso de drogas (“Tengo un año y medio sin fumar tabaco”). Su carácter ha mejorado y dice disfrutar el aburrimiento prescrito por su médico en su linda casita campestre de Irlanda. Y, sobre todo, ha dejado de culpar a sus semejantes de sus enfermedades mentales. “Nací con una anomalía cerebral derivada del ADN de los O’Grady, ancestros de mi madre (...). Por lo tanto, aunque hubiera tenido por padres a San José y a la virgen María, y me hubiera criado en la Casa de la Pradera, seguiría estando más loca que una cabra y tan desquiciada como una regadera”, así cierra Sinéad O’Connor sus enternecedoras, estremecedoras y siempre entretenidas Remembranzas. 

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