Jazzista nacido el 3 de abril de 1924 en Chihuahua, Chihuahua, Tino Contreras es un caso que deberían estudiar los especialistas en gerontología. El baterista, trompetista, cantante y compositor que hoy cumple 97 años no conoce el reposo. Incluso en tiempos de pandemia, en los que las presentaciones en público se han suspendido, grabó el disco La noche de los dioses.
Todos los días, sin excepción, trabaja en el piano sus nuevas composiciones y se ejercita en la batería, además de salir a caminar en compañía de su mujer, Mónica Ramírez, y saborear su café con leche en un restaurante cercano.
En estos días está especialmente emocionado porque fue invitado por el Festival La Línea de Londres, en colaboración con The Anglo Mexican Foundation y el Museo Frida Kahlo, para ofrecer un concierto en streaming los días 10 y 11 de abril. La presentación fue grabada en el jardín del museo, conocido también como La Casa Azul, que fue habitada por Frida y Diego Rivera.
Al adquirir los boletos para el streaming, se invita a realizar un donativo para contribuir a la preservación del recinto que estuvo cerrado en estos meses de confinamiento, por lo que perdió buena parte de sus ingresos.
De acuerdo con los organizadores, “el concierto marca una doble celebración: la aportación de Tino Contreras a la escena del jazz en México y en el mundo, así como el festejo por su cumpleaños número 97”.
Viva la vida
Hace algunos años, en una de muchas y sabrosas charlas, Tino refería una anécdota como de fábula que, de algún modo, explica su amor a la vida. “Cuando tenía siete años me enfermé muy grave debido a una infección por una bacteria y el doctor dijo: ‘Ya traigan el estuche, porque este niño se nos va’. Trajeron el féretro y yo dije: ‘‘¡No, ahí yo no me voy!’. Y aunque estaba amarrado a la cama, me desaté, me paré y salí corriendo. He pasado por muchas cosas desde entonces, ya no tomo en cuenta la edad. Me siento muy bien; yo festejo la vida tocando”.
Al inquirirle si pensaba retirarse algún día, con el buen humor que le caracteriza, respondió: “¡Pero si apenas me estoy arrimando!”. Una frase digna de Tin Tan, pero cargada de verdad: Tino sigue cumpliendo su destino –valga el ripio–, que es hacer música, complacer a su público y seguir componiendo.
Con más de 50 discos a cuestas, numerosos conciertos en México y el extranjero, presentaciones en radio y televisión, y algunas apariciones en cine, ha dejado una huella profunda en el jazz con un estilo vigoroso que va del jazz tradicional a fusiones con músicas ancestrales, flamenco, mariachi, merengue y otras influencias.
En enero de 2020, el sello británico Brownswood, de Gilles Peterson, reeditó su disco Quinto Sol, publicado originalmente en 1978. En octubre del mismo año, lanzó una nueva grabación: La noche de los dioses. Ante la gran acogida de los discos, fue invitado a tocar en el Festival La Línea, que por la pandemia fue pospuesto varias veces hasta que sus organizadores decidieron realizarlo de manera virtual e incluir su concierto.
Andy Wood, director de La Línea, eligió el Museo Frida Kahlo como sede por ser un referente de la cultura mexicana. Envió un equipo para grabar la presentación realizada el 8 de marzo con Tino y su grupo: Jaime Reyes, piano; Valentino Contreras, bajo eléctrico; Emmanuel Laboriel, guitarra eléctrica; Carlos Icaza, arpa microtonal y percusiones autóctonas; Luis Calatayud, saxofones tenor y soprano, ocarina y caracol; Eduardo Flores, bongó y Delhary Galindo, sonajas autóctonas.
Contreras no conoció en persona a Frida Kahlo, pero admira su arte y su vida ejemplar, dice en entrevista. “La atmósfera del lugar es increíble, todo se oía hermoso cuando tocamos en el patio de la casa, se sentía un ambiente indescriptible”.
Música en tres tiempos
El repertorio del concierto incluirá piezas como “Quinto Sol-música infinita”, “Hombre cósmico”, “La noche de los dioses”, “El sacrificio”, “Doña Orleada”, “Malinche”, “Yúmare” y “El sacrificio”, que forman parte de los discos editados en Londres.
Las composiciones se relacionan con las raíces ancestrales del músico, pues nació cerca de la Sierra Tarahumara. “Allí viví y me relacioné con los rarámuris. Yúmare es el nombre con el que se designa la reunión de todos los tarahumaras cuando le cantan a Rayénari, que es el sol. ¡La reunión dura cuatro semanas y es algo así como la jam session de los tarahumaras! Además, ellos hacen sus propios instrumentos: violines, guitarras, contrabajos y tambores”.
Su disco Quinto Sol es una obra dedicada a la Pirámide del Sol de Teotihuacan. “Una vez fui de visita y surgió la pieza, pues en mi mente escuchaba notas y notas. De repente me llegó la melodía y se me ocurrió incluir las arpas armónicas del Sonido 13 de Julián Carrillo”.
La música de Los dioses de la noche fue escrita en los años 70, “inspirado por un sentido místico, astral y ancestral, porque nace de mis entrañas. La obra está dedicada a la historia, mitos y leyendas de la cultura mexica: por un lado, a la diosa Coatlicue y, por el otro, al dios Huitzilopochtli. Esta música, como otras de mis composiciones, representan el ayer con el hoy, y el futuro, son los tres tiempos”.
El concierto en el museo lo inspiró tanto que trabaja en nuevas composiciones. “La Casa Azul dice muchas cosas, al grado de que al estar tocando, podría decir que vi pasar a Frida y luego a Diego –comenta entre risas–. También hay una pirámide que despide una gran energía. Sentí tanto estas presencias que ya estoy componiendo algo, pues además, el arte pictórico me inspira muchísimo. Yo creo que grabaré esta música en unos meses más, cuando pase esta pandemia, y si no pasa, pues lo haremos en un lugar donde sea posible con las debidas precauciones”.
Al preguntarle cuáles son sus logros más grandes, el baterista responde con humor: “Yo todavía no la hago. ¡Déjame estar unos 50 años más en el planeta para decirte! ¿Cuáles son mis logros? No lo sé, porque no tengo tiempo de pensarlo. Apenas estoy terminando una cosa y ya estoy en la otra. ¿Cómo puedes decir que has llegado a una cosa finita, si el jazz es infinito e incluye todos los estados anímicos… ¡y anémicos!”, agrega entre risas.
En su monólogo, Tino afirma que “la música es el viaje etéreo en el que cada día encontramos una razón para vivir. Ser músico de jazz implica que vivas de esta música, que tengas una historia para contar, que tomes tu instrumento y con él le digas a la gente: ‘Esta es mi historia, yo toco lo que siento y lo que vivo. Esta es mi música’”.
¿Piensa en su legado? Reflexiona un momento para luego responder: “Yo pienso que nunca te vas. Siempre queda la esencia de una persona cuando deja una obra. Los recuerdos son muy lindos. He tenido amigos que se fueron antes y yo me acuerdo cómo tocaban. También tengo mucho en mi mente cuando viví en Turquía, donde conocí a Ravi Shankar. Un día él me dijo: ‘Lo más importante de un hombre es la obra, dejar un recuerdo perenne para que las futuras generaciones vean lo que pasó con esta bella música que estamos haciendo’. También me advirtió: ‘Nunca dejes de hacer música, porque alguien te mandó hacer música. La obra que hacemos todos los músicos creadores sirve para algo espiritual, para algo tangible e intangible’”.
Para Tino Contreras “los músicos de jazz todavía no alcanzamos a interpretar todo lo que nos da esta música de carácter universal que está presente y vigente en el mundo. Es la suprema de las músicas. Actualmente, los músicos clásicos en todo el mundo lloran porque no pueden improvisar, pues si no ven una partitura se los lleva el tren”.
bgpa