Dejaron morir a 'El Patio', símbolo de etiqueta, prestigio y vida nocturna

Símbolo de la elegancia, el prestigio y la vida nocturna de la ciudad de México durante medio siglo, El Patio tuvo una agonía prolongada desde 1994, año clave también en la historia contemporánea del país

Juan Gabriel en el patio | Fototeca Milenio
Ciudad de México /

Resistió casi una década a las secuelas de los terremotos del 19 de septiembre de 1985, pero ya no sobrevivió el año del levantamiento zapatista, el asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio, la elección presidencial de 1994 y el error de diciembre; ni tampoco a la inseguridad y a los table dances.

Al mediodía de este 3 de junio, colapsó una fachada en ruinas de un cabaret al que en su tiempo no se podía entrar sin vestir con rigurosa etiqueta. Desde hace 30 años, cuando abrió sus puertas por última vez para un show de despedida con José José, El Patio quedó al garete. Las crónicas de su deterioro dan cuenta de su marquesina oxidada, de sus puertas de madera carcomidas o de sus paredes abusadas por los grafitis.

Incluso, hace una década los vecinos se quejaban de la venta de droga en su interior abandonado.

“A El Patio lo dejaron morir”, afirma el productor Óscar Carapia y cuenta que en 1999 acudió al predio en Atenas 9, colonia Cuauhtémoc, en busca de sus dueños, para proponer algún tipo de rescate del espacio abierto en 1938 como un salón de baile, El Patio Andaluz, por Emilio Azcárraga Vidaurreta.

Su esplendor comenzó en octubre de ese año cuando el empresario Vicente Miranda y Conchita Vélez lo compraron al magnate de los medios de comunicación; en 1969 pasó a manos de Francisco Aguirre Jiménez, fundador de Grupo Radio Centro, con quien tomó un segundo aire. Y después, la decadencia.

José José en el patio | Fototeca Milenio
“Los dueños recientes no tenían muchas ganas de hacer algo con el predio”, agrega Carapia, quien relanzó desde el año pasado reinauguró el salón Stelaris del hotel Fiesta Americana con el show de cabaret Vedette, en el que ahora participa Lucía Méndez, quien triunfó en las temporadas de El Patio.

Casi es ocioso enumerar quiénes cantaron en las noches de El Patio: José José, Juan Gabriel, Lupita D’Alessio, Emmanuel, Rocío Durcal, Raphael, Germán Valdés Tin Tan y su hermano El Loco Valdés, Héctor Suárez, sólo entre los mexicanos; o quienes asistían: Diego Rivera y Frida Kahlo, María Félix…

José José en el patio | Fototeca Milenio

José Luis Martínez, director de Laberinto, escribe en su libro El día que cambió la noche: Memorias de un noctámbulo en la Ciudad de México (Grijalbo, 2016), su experiencia en 1984 ahí con José José.

“Esa noche la estrella era José José y su arreglista y director de orquesta Chilo Morán, uno de los precursores del jazz en México. A pesar de sus caídas, el cantante estaba en plenitud y sus éxitos se sucedían ante un público entregado. El clímax llegó cuando comenzó a cantar Sabor a mí, de Álvaro Carrillo, y Chilo se colocó a su lado para tocar como nunca —o como siempre— la trompeta en un diálogo fascinante. ¿Cómo olvidar ese momento, con la voz privilegiada del Príncipe, la inspiración del compositor oaxaqueño y el arte pleno de quien —según Wynton Marsalis— tocaba “con fuego en el alma, sin alardes, con el corazón”? Cierro los ojos y escucho las voces del Príncipe y su corte cantando esa canción que se volvió himno de noctámbulos inspirados por el alcohol y heridos por la nostalgia”.

Carapia compara a El Patio con el Teatro de los Insurgentes como punto culminante de un currículum.

“En el ámbito teatral, llegar al Insurgentes era tener un peso en tu carrera, decir: ‘Por fin, estoy trabajando en el Insurgentes’; y en el ámbito del centro nocturno El Patio representaba lo mismo, significaba prestigio, éxito, que tu carrera tenía un peso”, comenta el productor también de Leyendas.

Y marca la diferencia con los centros de espectáculos de la actualidad, como el Auditorio Nacional o la Arena Ciudad de México, donde un artista o un grupo tiene una o dos fechas, mientras que en El Patio era por temporadas que duraban meses y, como en el caso de José José o Juan Gabriel, más de un año.

Silvia Pinal en El Patio | Fototeca Milenio

José Luis Martínez refiere en su libro que sólo en el año del terremoto de 1985 Juanga hizo 45 fechas.

Carapia cita las crónicas del director de Laberinto para explicar por qué el cabaret no resistió el 1994.

“El rollo de las crisis económicas pegan mucho a la industria del centro nocturno. Para 1994, El Patio llevaba casi 10 años salvándose. El día que cambió la noche es un libro maravilloso que habla del temblor del 85 cuando los grandes cabarets se caen y los pocos que quedan no logran levantarse”, dice.

Y subraya cómo, a la par, el país comienza a cambiar en lo económico, en lo político, en lo social y, sobre todo, en el ambiente de inseguridad que desde entonces ha aquejado a la capital y a todo el país.

“Al inicio de la década de los 90 la industria del secuestro se hizo más presente en Ciudad de México. Y pasaron muchas cosas que alejaron a la gente de salir tarde en la noche. Así que dos aspectos influyeron (para el cierre de El Patio ese año): la seguridad y la caída del poder adquisitivo”, expone el productor.
Rocío Dúrcal en El Patio | Fototeca Milenio

Además, destaca que la sucesión de eventos en 1994, como el levantamiento del EZLN en Chiapas o el asesinato del candidato presidencial del PRI en Lomas Taurinas hicieron que la sociedad se cimbrara y prefiriera, en lo económico, guardarse el dinero que destinaba al esparcimiento, en previsión de que la situación empeorara. Eso, más la sensación de inseguridad que hizo que la gente también se guarda.

Con más de 30 años en la industria del espectáculo y con el proyecto de rescatar el ambiente del centro nocturno en la capital, Carapia también subraya un cambio poco estudiado en ese rubro: el table dance.

“A finales de la década de los 80, empiezan los tables dance, que es otra cosa que le dio en la torre a los centros nocturnos, porque, al final, al centro nocturno, aunque no es familiar, sí asistían parejas o amigos y amigas. Pero, el table dance era entonces ciento por ciento prostitución velada para los caballeros, lo que hacía que las señoras se alejaran. Y las señoras también tenían un gran poder adquisitivo, que fomentaba la asistencia al centro nocturno. Mi mamá le decía a mi papá: Vamos al Premier a ver a Juan Gabriel o a El Patio a ver a Raphael, y el señor Carapia apoquinaba”, relata.

Carapia asistió en 1993 a ver el debut de Alejandra Guzmán en el centro nocturno de Atenas y Bucareli, ya cuando había sufrido modificaciones en cuanto a escenario y la intimidad del artista con el público.

“Ir a El Patio era un asunto de elegancia, de etiqueta rigurosa, no había de otra. Crecí con abuelos que te hacían vestirte bien, era una celebración; y el centro nocturno era una vuelta de tuerca más hacia la elegancia y buen vestir en sus primeras épocas, en que trajeron a artistas de primera línea internacional: Dean Martin, Judy Garland, Sammy Davis Jr., Los Platters, Edith Piaf, que la única vez que se presentó en México fue en El Patio; Charles Aznavour o las temporadas de la orquesta de Ray Conniff.
“Eran grandes temporadas. La propia Lucía Méndez, que está ahorita con nosotros en Vedette, hizo gala de más de un año con sus noches de cabaret en El Patio. Era un lugar icónico, de prestigio, para el que la gente que salía de noche se arreglaba, no había esto de la inseguridad, la gente podía sacar sus joyas, sus abrigos de pieles, llenaba un vacío como sociedad para vestirse bien y bonito”, dice Carapia.

Además del show de Alejandra Guzmán, acudió con su ex socia a buscar a los propietarios en 1999.

“Con mi ex socia Ana María Collado fuimos justamente a ver quién nos pudiera buscar información para rescatarlo en 99. Hoy, veo que la fachada colapsó finalmente, porque lo que pasa es que la estructura de El Patio estaba con pinzas, lo dejaron morir, literalmente”, lamenta el productor teatral.

“Con el corazón apachurrado sentimentalmente veo lo que le pasó a El Patio. Es el fin de una era, de un México que se nos fue. Sin querer politizarlo, es una época de cambio y tendremos que ser lo suficientemente inteligentes y resilientes para salir adelante y asumir los cambios y ver qué se hace.

“Quizás los dueños no querían justamente encargarse económicamiente con resestructurar o levantar el lugar. Ojalá que ese espacio pueda ser rescatado para las artes escénicas, para la música, y no tengamos un centro comercial más, o un edificio de departamentos. Deseo profundamente que ese espacio y el Teatro Blanquita regresen a la vida artística que tuvieron. Son lugares que dan identidad a la ciudad. En aquella época, entre Eje Central y Reforma y entre Sevilla y Reforma había 75 centros nocturnos, era como un Broadway en la ciudad. Ahora sólo quedamos nosotros en el Stelaris del Fiesta Americana”.
Raphael en El Patio | Fototeca Milenio

El productor de Vedette y Leyendas también critica que muchos artistas ya no se quieren presentar en lugares tan íntimos como un cabaret, porque en salas de conciertos ganan muchísimo dinero más.

Pero destaca que los cabarets y centros nocturnos son un legado cultural y emocional para la ciudad.

“Es innegable que, a nivel cultural y sociocultural, El Patio fue un lugar que levantó y dio la oportunidad a la sociedad de estar cerca de sus artistas, en ese sentido de intimidad. Era maravilloso”.


  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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