Hace una década, Guten Tag, Ramón llegó a las salas de cine como un susurro inesperado en la narrativa cinematográfica sobre la migración. En un panorama dominado por historias hostiles, esta película se atrevió a mirar a otro lado: la solidaridad, la calidez de los extraños, la posibilidad de encontrar un hogar en el lugar más improbable. 10 años después, la historia de Ramón regresa a la pantalla grande con un reestreno que es más que un evento cinematográfico, es un reencuentro con su esencia, con su público.
El director Jorge Ramírez Suárez recuerda el impacto inicial de la película: “Desde que la estábamos haciendo, nos dimos cuenta de que teníamos algo especial. La energía, la bondad que cuenta, la amistad… Y cuando la estrenamos en el Festival de Morelia, la reacción fue increíble”, lo que comenzó como una modesta proyección en el festival se convirtió en un viaje que llevó a Guten Tag, Ramón a más de 30 países, conquistando a públicos en México, Alemania y Estados Unidos. Ahora, “el viaje continúa”, dijo el cineasta.
Pero el paso del tiempo y la voracidad del mercado digital casi la condenan al olvido. En un giro inesperado, la película, que había sido adquirida por Fox y luego quedó en un limbo tras la compra de la compañía por Disney, estuvo archivada durante años sin que nadie supiera qué hacer con ella. “Cuando les pregunté por qué no estaba en plataformas, ni siquiera sabían que la tenían”, recordó Ramírez Suárez. “Recuperarla fue una odisea, pero su destino no sería el streaming: Cinépolis la pidió de vuelta en sus salas de cine” señaló.
El paso del tiempo en los protagonistas
Para Adriana Barraza, quien interpretó a la abuela de Ramón, el mensaje de la película sigue vigente: “Era una historia hermosa porque habla de la migración desde un ángulo distinto. No de cruzar la frontera hacia Estados Unidos, sino de un joven que se va a Alemania, enfrentando un choque cultural distinto”. Su personaje, una mujer que le dice a su nieto que la única opción es entrar al narco, sigue doliendo por lo real del dilema.
Kristyan Ferrer, quien dio vida a Ramón, reconoce cuánto lo cambió haber hecho esta película: “Descubro que tengo muchas cosas en común con Ramón que no había notado en su momento. La primera es una postura ética, y la segunda, la dignidad del trabajo”, dice. Para el actor, Guten Tag es una historia que ha crecido con él, obligándolo a cuestionarse el cine que hace y la forma en que el arte puede dignificar la vida de quienes lo miran.
Entre tanto, Héctor Kotsifakis recuerda cómo el guion lo atrapó desde la primera lectura: “Lo leí de una sentada y al día siguiente le dije a Jorge: ‘¿Dónde firmo?’”. Para él, el impacto emocional de la película sigue intacto, prueba de que algunas historias están hechas para quedarse. “Este tipo de películas hay que hacerlas, porque no siempre se dan… El guion estaba redondito, no había ningún punto débil, empecé y no paré hasta que terminé de leerlo”, recuerda.
Guten Tag, Ramón regresa para recordarnos que la migración no es solo un relato de penurias, sino también de encuentros improbables, de manos que se extienden en medio del frío, de idiomas que se mezclan. En tiempos en los que el mundo sigue trazando líneas divisorias, la historia de Ramón resurge con la misma urgencia con la que nació: recordarnos que la humanidad, en su forma más pura, no entiende de fronteras.
Un cambio como docente
A 10 años de distancia, Adriana Barraza no solo ve su evolución como actriz, sino también como docente. La experiencia y el tiempo le han dado una nueva perspectiva sobre la enseñanza de la actuación, permitiéndole refinar su metodología y comprender que los verdaderos desafíos en la interpretación son pocos, pero fundamentales. Inspirada por el maestro Sergio Jiménez, fallecido en 2007, ha aprendido a enfocarse en lo esencial: hacer que los personajes sean profundamente humanos para que el espectador se vea reflejado en ellos.
“La semana pasada di clases y me sentí tan feliz porque he podido encontrar una metodología que permite a mis alumnos comprender que los personajes son seres humanos. Y que lo que debemos hacer, para que el espectador se sienta realmente conectado con nuestros personajes, es lograr que en ellos se vea reflejado el trabajo de un director, un productor, unos creadores que pusieron sus sueños en nuestras manos. Porque, al final, son sueños. No es solo el dinero”, explicó la actriz.
“Poder concretar, eliminar situaciones que no venían al caso y concentrarme en este pequeño grupo de problemas fundamentales dentro de lo que es la actuación, y por lo tanto la pedagogía, me ha hecho completamente diferente. Ahora disfruto más que antes el ser maestra, porque me he dado la posibilidad de despojarme de la arrogancia del super conocimiento, para llegar a la sencillez de comunicarme con mis alumnos. Y, por lo tanto, sobre un escenario”, concluyó Barraza.
CST