Quentin Tarantino fue el gran protagonista de la décima jornada del Festival de Cannes con una master class acompañada de una proyección, el evento del día en este paradisiaco lugar organizado por la Quincena de cineastas del certamen.
Las más de 800 plazas del Teatro Croisette se llenaron para escuchar al director de Pulp Fiction, película que el año próximo cumplirá 30 años de su triunfo en Cannes.
Tarantino fue ovacionado por un público entregado que peleó para obtener los boletos y se formó en una larga fila.
El evento, de más de tres horas de duración, comenzó con la proyección de una película, “tarantinesca” aunque no de Tarantino, Rolling Thunder, un “filme de venganza” dirigido en 1977 por John Flynn, seleccionado por el director estadunidense como “aperitivo” de su plática. La película setentera y violenta cuenta la historia de un militar estadunidense, ex preso de la guerra de Corea, que viaja a México a vengarse de los asesinos de su hijo.
“De verdad, me gustan mis películas y las películas violentas porque son muy cinematográficas” reconoció Tarantino durante la charla.
Mal hecho
Tras la proyección, que se hizo en formato analógico de 35 milímetros (algo que desató los vítores del público), el cineasta de 60 años mantuvo una charla en la que contestó a las preguntas del director artístico de la Quincena, Julien Rejl.
El director precisó, no obstante, que no aceptaba la violencia “injustificada” y en particular rechazó la violencia y la muerte de animales para hacer películas, incluso de insectos.
“No acepto matar animales en películas. Es una línea que no se debe cruzar. El cine es el arte de hacer parecer, no pago por ver verdaderos muertos”, declaró Tarantino.
“Cuando tengo problemas con la violencia es que está mal hecha” subrayó el director de Bastardos sin gloria.