Probablemente Claire Underwood sea tan fría, calculadora, despiadada y manipuladora como su marido, Frank Underwood. Sin embargo, eso no le basta en la sexta y última temporada de House of Cards para ejercer la presidencia de Estados Unidos. Por el simple hecho de ser mujer, Claire tiene que sortear problemas que Francis jamás imaginó.
Tras su llegada al poder, Claire descubre que sus gobernados no están dispuestos a ser dirigidos por una mujer. "Quisiera freírle los ojos. Si nadie más se atreve a matar a la presidenta, yo lo haré", "Dios nunca quiso que una mujer gobernara esta tierra". Éstas y otras frases, además de un concurso sobre la forma más creativa para matarla, le dejan en claro que tomar las riendas del país será la tarea más difícil a la que jamás se haya enfrentado. No sólo porque la sociedad parece repudiarla, sino porque sus propios colaboradores dudan en acatar las órdenes de una mujer.
Pero Claire lo ha dejado claro: "El reinado del hombre blanco de mediana edad ha terminado". La primera presidenta del país más poderoso del mundo se abre paso entre los haters y la condescendencia con que la miran los hombres de su gabinete, igual que antes hizo para dejar atrás las viejas enseñanzas de su madre: "Las chicas guapas son responsables de su belleza. Apuesto a que incitó a esos chicos. La culpa es de ella".
¿La aparente afrenta de Claire al patriarcado basta para olvidar la ausencia de Kevin Spacey como Frank Underwood? El final de la quinta temporada —en el que Francis tuvo que dejar el poder tras una ola de escándalos— fue el mejor escenario posible para que los guionistas de la serie dieran muerte al personaje fuera de cámara y dejaran el camino libre a Robin Wright, que vuelve a demostrar que con su habilidad actoral es capaz de llevar sobre sus hombros todo el peso de la trama(y la presidencia).
Sin embargo, Frank sigue presente como un fantasma en la vida de Claire, lo que en realidad termina por impulsar al personaje. Aunque en el discurso, la viuda Underwood parece extrañar a su marido —"Los muertos nunca se quedan en la tumba, no para la gente que los amó"—, Doug Stamper (Michael Kelly) sabe que no es así. "¿Estás tratando de borrarlo?", le cuestiona quien fuera la mano derecha del ex presidente, "porque no puedes".
Claire no sólo debe lidiar con la idolatría que Doug aún profesa hacia Francis. La nueva presidenta también debe plantar cara a Bill Shepard y su hermana Annette, dos poderosos empresarios interpretados por Greg Kinnear y Diane Lane, a los que Francis hizo promesas antes de morir.
¿En verdad Claire podrá conducirse de un modo distinto a su marido? Hasta ahora, House of Cards mostró que esta mujer podía ser capaz de cualquier cosa en su objetivo de llegar al poder y ésta no es una situación que cambie mucho en la sexta temporada. En su lucha contra Bill, Annette y una esfera política dominada por los hombres, Claire recurre nuevamente a las tácticas despiadadas, impositivas y violentas que ya le conocemos.
Si la actuación de Robin Wright no queda a deber y la toma de poder por parte de su personaje resulta interesante, los conflictos vinculados con asuntos internacionales —injerencia rusa, la representación de Vladimir Putin con el personaje de Viktor Petrov y la guerra en Siria— tienen una pobre construcción en esta sexta temporada. El final de la serie dista mucho de aquel comienzo, en 2013, cuando Frank, Claire, Doug y compañía podían sorprender con su turbio proceder para hacerse con el poder. En un mundo en el que Donald Trump gobierna EU y polariza no sólo a la gente de su propio país sino a la población del mundo entero, a House of Cards le había llegado la hora de poner punto final.
Los ocho capítulos de la última temporada de House of Cards se encuentran disponibles en Netflix desde este viernes 2 de noviembre.
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