En 1991, el Gobierno del Estado, al menos en el círculo de consultores cercano al entonces secretario de Desarrollo Urbano y Rural, Enrique Dau Flores, había sido advertido de los riesgos de mover los colectores de la Calzada Independencia para permitir, por medio de sifones, la apertura del cajón por donde pasaría, subterránea, la Línea 2 del Tren Eléctrico Urbano.
El consejo de los técnicos asesores fue que no se movieran los colectores, para lo cual, o bien, se construía más profundo el túnel del tren, o mejor aún, se elevaba por Javier Mina y pasaba sobre superficie la Calzada, para volverse a enterrar metros adelante. La preocupación tenía el antecedente de la explosión de las calles en Sierra Morena, por el rumbo del Centro Médico de Occidente, en 1983, la cual se debió a la descarga de combustible en el drenaje de la zona. Un sifón podía ser eficaz al desviar las aguas (ver gráfico anexo) pero con los gases es más complicado porque estos son más ligeros y no tienden a bajar ni a mezclarse. El sifón generaría un efecto de cámara que acumularía los gases; una vez que se saturara de sustancias volátiles, cualquier chispa podía provocar una explosión.
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De este modo, la tragedia del 22 de abril de 1992 se pudo evitar, pero la información no fue valorada de forma adecuada.
“Parece que fue un tema de dinero; la perforación más profunda era más costosa, o bien, fue cosa de imagen, porque no querían un tren elevado por el posible impacto de que se desvaloraran los inmuebles de la zona centro y se afectara el paisaje patrimonial”, señala un testigo, que fue miembro del grupo de técnicos que alertó de los riesgos al entonces contratista “estrella” de la Sedeur, Sergio Hernández Rivera, quien tenía una relación muy cercana a Dau Flores, y era el experto en el asunto de los colectores. ¿Realmente el titular de la Sedeur y posterior candidato del PRI a la presidencia municipal de Guadalajara conoció esa advertencia? Eso sólo lo puede confirmar el aún funcionario público; pero los responsables del proyecto de la Línea 2, cuya construcción arrancó en enero de 1992, sí lo supieron.
Ese testimonio ha sido entregado a MILENIO JALISCO por mediación del empresario Manuel Villagómez Rodríguez, el cual lo aportará a los expedientes de la Comisión de la Verdad del 22 de abril que está recién integrada, y a la cual ha sido llamado como integrante.
El objetivo de dicha comisión es llegar a una verdad definitiva sobre las causas de la tragedia. Queda claro el papel de Pemex, la paraestatal que alimentó por años de residuos de hidrocarburo el colector intermedio oriente, “desde 1974, que trabajábamos en el tema y se construyó el colector intermedio-oriente, ya era normal hallarse rastros de gasolina, no había restricciones ni cuidados con la planta de La Nogalera”.
Pero hasta ahora se ha tratado de evitar señalar a personajes del gobierno de Guillermo Cosío Vidaurri, y se considera que los funcionarios estatales y municipales que fueron detenidos una semana después de las explosiones –entre estos, el propio Dau Flores, alcalde tapatío, y el entonces titular de la Sedeur, y hoy director del SIAPA, Aristeo Mejía Durán- fueron “chivos expiatorios” para no culpar a Pemex. A los ocho meses salieron libres, exonerados.
¿CEGUERA VOLUNTARIA?
La obra de Línea 2 arrancó en enero de 1992. Al taparse el colector intermedio-oriente en la calle de Obregón para hacer la construcción del sifón, fue cuestión de semanas para que la gasolina que provenía de la planta de La Nogalera, de Pemex, se acumulara.
En el diseño previo de la obra, durante 1991, se manejaron otras opciones para que los colectores hicieran su función de acarrear las aguas negras en la cuenca del río San Juan de Dios. Hernández Rivera tenía un grupo de proyectistas experimentado que recomendó no mover colectores para que no hubiera interrupción del flujo de agua. El sifón fue una recomendación de expertos alemanes, que ignoraban el problema de la descarga de hidrocarburos que era común especialmente en el colector desviado.
El desastre de avenida Sierra Morena, nueve años antes, no había ocasionado víctimas humanas, y no fue la alerta suficiente para reparar en el asunto. El 25 de marzo de 1983, una explosión hundió la calle Sierra Morena, en la colonia Independencia; los saldos de ese día fueron 48 lesionados, 54 vehículos dañados y 91 fincas deterioradas.
En 1991 se analizaron las dificultades de la línea de tren bajo tierra. Una de las propuestas fue que en el cruce de la calzada el tren se elevara por encima de Javier Mina-Juárez y “volara” el crucero, lo que evitaría el movimiento de colectores. Cuando se insistió en la necesidad de que fuera enterrada, los técnicos del equipo de Sergio Hernández Rivera señalaron entonces la opción de meter el cajón “más abajo”, aunque eso costara más, pues de ese modo se permitía también no mover el colector.
“Bajando dos o tres metros más no era necesario hacer sifones; el sifón viene a raíz de que el cajón del tren está muy cerca de superficie; el sifón consiste en pasar el colector y doblarlo hacia abajo como 45 grados, lo corres abajo del cajón y lo vuelves a subir con esa misma inclinación de 45 grados; como no se quiso meter más abajo el cajón, hubo de establecer once sifones a lo largo de todo el trayecto de la Línea 2”, señala el testigo.
Uno de los técnicos le renunció a Hernández Rivera: “yo le tengo miedo a responsabilizarme por esto, porque con la gasolina en el colector y el antecedente de Sierra Morena, podía haber una explosión”.
Algunos defensores de los sifones han asegurado que no fue el sifón el que ocasionó la explosión, pues no existía aún. Pero sin mencionar que se hizo el taponamiento en la calle de Obregón porque era necesario desviar el cauce del colector intermedio-oriente para construir el sifón, y por si fuera poco, el desvío funcionó también como sifón, si bien provisional. Una vez que se construyera el primer sifón, se reencauzaba el colector, que hasta la fecha corre paralelo al de San Juan de Dios, en la calzada Independencia.
La tecnología de los sifones no ha dado riesgos en otros cruces de la Línea 2, aunque se requiere un costo permanente de mantenimiento. Esto se debe a que eran colectores cortos y sin presencia de hidrocarburos, mientras el intermedio oriente es muy largo y recibía descargas de combustible, como se ha referido. Técnicamente, cualquier sifón puede significar riesgos si se mete hidrocarburos en los drenajes. Por eso se ha buscado sustituirlos.
“Cuando se hizo el taponamiento en Obregón para mandar las aguas residuales a San Juan de Dios y construir ese primer sifón, los gases se fueron acumulando, porque los gases no se combinan con los líquidos, y como se dieron cuenta de eso, pusieron respiraderos, pero solamente en un punto fijo, cuando todo el colector se estaba llenando de gas”.
¿Por qué la explosión fue a partir de la calle de Aldama y no en Obregón y la Calzada, donde se hizo el taponamiento? Porque el colector intermedio oriente era más bajo y sólo si se llenaba vertía hacia el punto más alto del colector de San Juan de Dios. Y era precisamente en la calle de Aldama, y hacia el sur, por 20 de Noviembre, que había una tubería ovoide que nunca se llenaba y permitía el “efecto de cámara”, es decir, que los gases allí se acumularan por encima del agua. De esta manera, hacia el sur, por unos 8.5 kilómetros, se encadenaron las explosiones como efecto dominó.
La mañana del 22 de abril de 1992, a partir de las 10.08 horas, el “golpe de realidad” le dio la razón a los técnicos que habían alertado de la peligrosidad de un colector que solía saturarse de gasolina, con un sifón que iba a generar las condiciones físicas para crear una bomba. El gobierno de Jalisco jamás reconoció una responsabilidad. Lo demás es historia.
La tragedia en números
Las explosiones en el colector Intermedio -Oriente comenzaron entre las 10:05 y las 10:08 horas del 22 de abril de 1992; el colector voló en ocho kilómetros de calles, y oficialmente dañó 1,142 hogares, 450 comercios, un centenar de escuelas y 600 vehículos
“Los 156 pacientes que se hospitalizaron por más de 24 horas tuvieron un promedio de estancia de 8.4 días. Cinco de ellos murieron en las primeras 24 horas y 10 de ellos después de cumplidas las 24 horas, lo que da una tasa de letalidad de 10% para pacientes hospitalizados, y de 1.5% si se considera el total de lesionados atendidos en hospitales”, dijo la Secretaría de Salud en un oficio del 31 de julio de 1992
210 muertos es la cifra oficial del Patronato de Reconstrucción del Sector Reforma y del expediente de la PGR que presentó el procurador Ignacio Morales Lechuga en diciembre de 1992
La reconstrucción del sector Reforma requirió 33 millones de pesos, pero Pemex donó más de 100 millones de pesos para dotar de viviendas a los damnificados
FRASES
Algunas reacciones
“El manejo de la justicia fue un juego político para exonerar a los responsables, lo que explica que no se llegara al fondo del tema; respecto a los damnificados, se buscó dividirlos para que no tuvieran un frente común y un cuerpo de abogados sociales con la camiseta bien puesta, para ir hasta fondo; ellos carecían de recursos y al final debieron ajustarse a lo que se les ofreció. La que perdió en este caso, es la verdad”, Manuel Villagómez Rodríguez, empresario y activista social
“Hace 25 años, ni nuestro país ni nuestro estado estaban preparados en este tema jurídico, para la atención integral de los derechos de los damnificados […] Pemex era entonces la empresa más importante en el mercado mexicano, había mucho poder para dejarla al margen, y quedó como daño imprudencial que es una figura que todavía existe en los códigos penales y en los códigos civiles. El 22 de abril evidenció la falta de figuras, de organismos, y en el ámbito ejecutivo y judicial, instancias independientes para afrontar este caso; creo que eso fue uno de los aspectos fundamentales para que hoy tengamos a nuestros lesionados cada día 22 de abril pidiendo limosna, lo cual nos debería de dar una absoluta vergüenza a todos los que vivimos en esta ciudad”, Raquel Gutiérrez Nájera, presidente del Instituto de Derecho Ambiental (Idea)