Doña Josefina Gallegos, de 76 años de edad, se levanta cada día y atiende a su hijo Ángel Alejandro, de 9 años, lo cuida, lo lleva y lo trae de un lado a otro, a terapias físicas, a la escuela.
Es su abuela biológica, pero una auténtica madre hacia el pequeño que nació con complicaciones de salud que le generó parálisis cerebral, ya que en el parto, su madre presentó preeclampsia que dañó el sistema nervioso y por ende, motriz del bebé, actualmente Ángel se mueve sobre una silla de ruedas.
Alrededor de las 7 de la tarde en el cruce de la calzada Cuauhtémoc y la avenida Bravo en Torreón, Josefina acomoda al pequeño Ángel en la sombrita aunque el sol esté por meterse, y empieza a vender paquetes de de cacahuates y semillas tostadas a los automovilistas cuando los agarra la luz roja del semáforo.
Ella ha criado a su nieto desde que nació, ya que la madre biológica del pequeño e hija de doña Josefina cayó en depresión postparto por complicaciones graves de salud y le dejó sus custodia desde hace casi ocho años.
“Mi motor y mi prioridad es Ángel Alejandro, creo que si no fuera por él, yo estaría por ahí arrumbada. De él he aprendido a ser más humana, sobre todo, sacar todo el amor que tenemos y luchar por sacar a mi nieto adelante”, dijo la señora con sus bolsitas en ambas manos, lista para dejar una bolsa de cacahuates y recibir el dinero con la misma mano.
Comparte que aprovecha salir con el pequeño Ángel en su silla a trabajar, pues le sirve de distracción al niño y además puede cargar un bote de plástico con el producto, para llegar a ese punto tiene que caminar hasta nueve cuadras hasta dicho cruce en compañía de quien para ella es más que un hijo.
“Lo tengo desde que salió de la incubadora, me acuerdo que Angelito pesaba un kilo 400 gramos y hasta lo podía tener en una sola mano. Yo lo he cuidado todo el tiempo, lo llevo a la terapia y a la escuela, de ahí nos venimos caminando desde el Revolución hasta la Bravo”, compartió Josefina quien presenta diabetes.
Con dificultades y todo lo que conlleva cuidar a un menor, tanto ella como su esposo, Mario, han cuidado de la mejor manera a su nieto, lo llevan a terapias físicas por las mañanas y por la tardes a estudiar en un Centro de Atención Múltiple (CAM).
“Yo siempre he trabajado, vendo varias cosas, sé tejer y mi esposo hace muy buenos tamales, hacemos tortillas de harina, todo porque no nos falte nada en la casa y menos a mi Angelito”, dijo.
En un estudio que le realizó el CAM al que acude el menor, le comentaron a la señora que Ángel estaba empezando a la primera etapa de desnutrición, por lo cual le recomendaron un suplemento pediátrico, sin embargo requiere uno en la mañana y otro en la noche pero cuestan cerca de 50 pesos cada uno.
Los automovilistas la identifican y la saludan con gusto, la mayoría se lleva su respectivo paquete de botana y otros sin recibirla ofrecen una moneda a doña Josefina, con eso dice que paga renta y algunos medicamentos para ella y para el pequeño, que más que otra cosa requiere el suplemento diario.
“Hemos pasado por cosas muy duras pero yo trato de no pedirle nada a nadie, sin embargo recibo ayuda de gente que me aprecia pero trato de estar trabajando también, no solo recibir”.
Añadió que también requiere medicamento para el niño como la risperidona y carbamacepina, principalmente, mientras que el suplemento se trata del Pediasure.