Es la voz dulce de Graciela Rivas que canta y sus compañeras en el asilo aportan su gentil tesitura la belleza de un momento único.
Es la sala de terapia física de los 75 abuelos que son cuidados por las hermanas de los Ancianos Desamparados. Cada una realiza sus ejercicios mientras charlan y los testimonios de plenitud abundan, siempre con un poco de lentitud.
La señora Rivas se encuentra feliz en el asilo porque es una nueva vida, una nueva familia, cuenta que en la Navidad lo que más le gusta el champurrado y los tamales mientras la terapista le ayuda para mejorar la circulación en sus piernas.
Pero no solamente la señora Graciela Rivas canta, sino que Guadalupe López también se animó a deleitarnos con una pieza, ganándose los aplausos de sus compañeras. Las posadas para ellos fueron muy bonita porque hubo mucha música y tamales.
Margarita Castillo apenas tiene tres meses en el asilo, pero las posadas y la rehabilitación la hicieron integrarse a su nueva familia. Recuerda que los problemas de circulación desmejoraron su salud, al grado de no poder caminar, pero ya con los cuidados, espera ponerse en pie a la brevedad.
En la sala para los hombres, Heraclio Soto, habla que el asilo para él ha sido un lugar para sanar porque llegó con un tumor hace cinco años, asegura que resucitó y espera que la navidad sea la mejor.
En uno de los pasillos por donde el sol ya calentó, José Luis Ávalos recuperó parte de su movilidad con la terapia y el gusto por la posada es al caminar todos juntos por los pasillos del asilo. La vida regresó a él en el asilo.
La señora Ofelia López llegó con una fractura y ahora se rehabilita, sus ojos verdes delatan una felicidad por convivir con otras personas de edades similares, ya que sus hermanos mayores ya murieron, solamente resta uno que vive en Sonora.