Francisco Javier Andrade es ciego, pero no es limitante para tocar el acordeón en la Plazuela Baca Ortiz. Incluso en algunos negocios cercanos, donde mientras los clientes comen, los deleita con sus canciones.
Aprendió desde hace 36 años y que en el Centro de Capacitación para Invidentes donde perfeccionó la forma de tocar un instrumento como el acordeón, pero la vena música la trae desde la infancia.
Y a pesar de las complicaciones que se pueda tener porque no es un oficio bien remunerado, el placer de tocar es una buena recompensa.
Y aunque las ganancias no son mayores a 100 pesos, le gusta, aun y con todas las complicaciones que existen, por ser discapacitado, el tocar en las calles es una opción viable para él.
Dijo que de tocar en la calle tiene apenas dos años, y las composiciones comenzaron desde ese momento, y son de las que más gustan a los ciudadanos del primer cuadro del Centro Histórico.