Gerson Gómez ha pulido la crónica, filtrando en ocasiones las formas del cuento, la poesía o la novela para generar diversos efectos en el lector e ir a contrapelo, criticar, exaltar que hay una ciudad en espera de despertar el impulso del escriba. Tour de saliva (Abismos Casa Editorial) o Turista del Apocalipsis (Conarte) parten del centro de la urbe con su ambulantaje, sus tugurios, cláxones de conductores enfadados, el solazo, ¿quién detiene ese peregrinar? perdidos en ese Montehell (título también de uno de sus libros) que el autor tanto ha exaltado. Buckhölico (Oficio) es su reciente libro de poemas que presentó en Las Jornadas de Literatura Regiomontana .
¿Cómo definirías tus libros?
Mis libros ya me di cuenta que tengo una fijación con el fin del mundo y que me acepto como un trashumante, como un voyeur que está preso en su tiempo, y que a pesar de estar preso en mi tiempo, quiero dejar un legado, y éste es a partir de las demoliciones emotivas que veo en la ciudad. Ya somos totalmente desconfiados, no tenemos visos de humanidad, somos bastante rupestres.
¿Cómo vislumbras la crónica?
Me gustaría que una nueva generación de cronistas fueran más interpretativos, y la interpretación es un modo muy subjetivo, pero para que eso suceda tienen que consumir muchos libros y leer, y no pasa con regularidad. Yo digo que el cronista debe ser como un evangelista, pero no tiene que llevar las buenas nuevas. Mis libros son como evangelios decimonónicos, pero de un pesimismo bien informado, un optimismo pesimista, ahí es donde me siento muy a gusto.
¿Cuál es la diferencia de tus tres libros recientes de crónicas?
Tour de saliva es un libro de crónica gonzo, relato, cuento, es un libro que está en medio de Montehell, que es áspero, oscuro, y Turista del Apocalipsis, que muestra todos los horrores de la vida en el pleno apogeo de la violencia, de la locura, todavía estábamos desencanchados. Ya cuando presento Montehell es ya la modificación de los hábitos en el regiomontano. El libro siamés Turista, en el título se señala, es como alguien que trae su visa para la terrible decadencia regiomontana.
¿Y dónde nace “Buckhölico”?
Cuando estaba escribiendo estos libros nació Buckhölico, que es la parte racional, sensual, el erotismo, con el rock presente, soy melómano, está Jimi Hendrix, su guitarra; está el sonido del sax. Son poemas breves que escribí tratando de descargar no solo las altas frustraciones de la vida menuda, sino también mi compañero de pensamientos nocturnos, entonces Buckhölico es una mezcla de Bukowski y de alcohol, alcohólico, como lo hacía Metallica con su logo, que antes era Alcoholica, y me gustó, junté las dos palabras, pero no es que sea una paraje completamente provinciano, sino más bien tiene que ver con esto.
¿Qué otras posibilidades te dio la poesía en este libro, son poemas con cierto grado de crónica?
Sí cultivo la poesía, pero es algo que tengo muy recóndito. Leo mucha poesía, la consumo, pienso que al periodismo le hace falta poesía, tenemos un lenguaje tan llano, tan falto de espíritu, siento que no podemos distinguir cuándo podemos utilizarlo, no me gustan tanto las notas planas, me gusta lo subjetivo. Entonces si la poesía pudiera encontrar otra vez cabida en el periodismo, sería una oportunidad maravillosa de que los lectores no abandonaran las páginas impresas.