Rosalba llevaba un par de meses buscando a su hermano, Erick Sandoval, cuando encontró la playera del hombre de 33 años en un campo de exterminio que había localizado junto con el colectivo 'Amor por los Desaparecidos' en Tamaulipas, gracias a una denuncia anónima.
“Él salió a trabajar, era chofer de peceras de una ruta cerca de la casa. Él fue a trabajar como todas las mañanas, lo esperamos hasta la hora que regresaba, no tenía hora exacta de llegada, a veces llegaba a las ocho, a veces a las nueve, dependiendo las vueltas que tuviera en la ruta, entonces pues se nos hizo raro porque no llegaba, pues no llegó”, contó en entrevista con MILENIO. "La fiscalía intentó reconstruir su ruta y buscar indicios de lo que sucedió, pero no consiguieron nada"
La playera con rayas negras y blancas estaba apenas manchada por algo de tierra. Es un indicio del rastro de Erick, en un descampado en la periferia de Reynosa, Tamaulipas, donde el colectivo encontró cientos de restos humanos calcinados que habían sido enterrados en el suelo.
En dos edificios dentro del predio, encontraron también varios tambos donde se presume que los miembros de una organización criminal quemaban los cuerpos de sus víctimas. Un descubrimiento que no es nuevo para una región azotada por la violencia desatada por el Cártel del Golfo y Los Zetas.
Rosalba Sandoval llegó al colectivo porque las autoridades no parecían avanzar en las investigaciones:
“La desesperación de uno de saber que está enfermo y desaparecido, no saber dónde está, es por ello que me uno al colectivo, y así he andado buscándolo en fosas, en brechas, en donde sea, apoyando.”
Y es que para las y los buscadores en Reynosa, la Fiscalía General de Justicia del Estado de Tamaulipas no solo se encuentra rebasada y sin capacidades de búsqueda, sino que a veces, también obstaculiza los trabajos de localización.
El colectivo perdió un día completo de procesamiento en el campo de exterminio que habían encontrado, luego de que, por falta de coordinación, la fiscalía estatal no agendara el transporte para los miembros de la agrupación civil.
María Eduviges Rojas es una de las fundadoras del colectivo, que tiene tres años de antigüedad; sin embargo, ella lleva cuatro años sin ninguna pista de sus dos hijos, José Ignacio y Gil Manuel Galindo Rojas, de 13 y 14 años, desaparecidos el 5 de agosto de 2019 en Matamoros, Tamaulipas, a donde viajaron para realizar un pago en una tienda.
“Ahorita las autoridades no nos han dado nada ya, solamente las búsquedas que nosotras como madres hacemos en el colectivo, son las únicas que se están acumulando en la carpeta de investigación”, contó a MILENIO.
Según explica, la fiscalía del estado ya no tiene ningún hilo del cual tirar para rastrear a los dos menores de edad:
“Dicen que para ellos se cerraron las líneas de investigación porque ya no hay a dónde giren la carpeta, dónde buscar ya no hay para dónde más seguirle que sólo queda esperar. Es lo único que nos dicen, entonces obviamente que me causa desesperación estar en casa; es muy difícil quedarme ahí sin tener una respuesta. Me lleva a andar acá en brechas, andar en fosas, andar en lugares de peligro para yo andar buscando a mis hijos.”
El caso de María Isabel, el 11 de junio de 2022, su hijo Hazzan, que estaba a punto de cumplir 22 años, desapareció cuando salió a buscar trabajo en Monterrey, Nuevo León. Desde el campo de exterminio donde su compañera Rosalba encontró la playera de su hermano, recuerda lo poco que supo de su hijo antes de llegara su ausencia:
“Recibí un mensaje a las 15:30 horas donde me notificaba que se salió a buscar trabajo, entonces pasó toda la tarde, no tuve noticias, supuse que había conseguido trabajo, pero luego pasó parte del día, traté de comunicarme y me mandaba a buzón.”
Sin embargo, y a diferencia de otros casos, María Isabel recibió días después una llamada desde un teléfono público de Monterrey,
Nuevo León. Era su hijo, quien solamente le dijo que había conseguido trabajo, y después colgó. Después, según un registro en redes sociales, el joven había regresado a Reynosa, pero nadie nunca volvió a saber de él.
María presentó una denuncia por desaparición en Nuevo León y otra en Tamaulipas, pero en ninguna le dieron razón de su hijo. Poco después, una de sus hijas, y hermana de Hazzan, vio un volante del colectivo, al cual se adhirió "para hacer lo que las autoridades no hacen: buscar"
“No hay respuesta de las autoridades, tiene que andar uno investigando por su cuenta, y cualquier información que llega uno a recabar en ocasiones se las da uno a ellos pero llega el punto en que pensamos '¿para qué, si no van a hacer nada?'” Hazzan tendría aún 21 años hoy, según recuerda su madre, quien asegura que tiene una familia que lo está buscando y lo espera con los brazos abiertos.
VRM