Familiares y amigos despidieron a Jesús con una misa, globos y pirotecnia; el joven de 16 años fue una de las víctimas del ataque en un centro de rehabilitación de la comunidad de Arandas, en Guanajuato, que dejó al menos 26 muertos.
Sus amigos de la colonia Naranjales, a un kilómetro del anexo, siguieron el féretro caminando y a bordo de motos. El Yuyo, como se le conocía a Jesús, era muy querido en el lugar en que vivía. Durante el recorrido, una niña de 14 años lloraba, mientras el sacerdote oficiaba la misa de despedida.
Los vecinos de la unidad habitacional en donde vivía Jesús, que fue fundada hace 16 años, caminaron alrededor de tres kilómetros atrás del cortejo fúnebre encabezado por una carroza. Hubo porras, "Te queremos, Yuyo, te queremos", decían algunas.
"Se equivocó en el camino por eso la familia lo metió al anexo", contó una vecina.
En la región, aunque hay campos de sembradíos, donde muy pocos trabajan, no existen deportivos o centros culturales. Sin embargo, una dosis de droga se consigue fácilmente. Los jóvenes, hombres y mujeres que acompañaron a El Yuyo tenían casi la misma edad que él.
"Somos su banda", dijo uno de ellos, con quien Jesús creció hasta que se separó al abandonar la secundaria.
La abuela de Jesús dijo que su nieto "así lo quiso". Mientras que Nancy, su novia, narró que siempre hablaron de lo mismo: sus adicciones. Ella también abandonó sus estudios para ir a trabajar.
Ayer por la noche recibieron el cuerpo de Jesús, el cual llegó en carroza. Los motores de los vehículos que acompañaron el cortejo sonaron durante su arribo, pero también cuando se dirigió hacia el cementerio.
El 2 de julio, un grupo armado ingresó al Centro de Rehabilitación Recuperando mi Vida en Irapuato y asesinó al menos a 26 jóvenes internos, con armas de grueso calibre.
icc