Aquí no hay hora, buscan vida entre escombros de noche

Voluntarios, brigadistas, Policía Federal y Marina trabajan durante la noche y sin importar las condiciones en el derrumbe del multifamiliar en calzada de Tlalpan tras el sismo 19 de septiembre.  

Reflectores iluminan el recorrido y sombrean el pavimento.
Mientras las brigadas entran y salen de los escombros junto con marinos y policías, los voluntarios mueven víveres al albergue que está a espaldas del
Andrea Echavarría
Ciudad de México /

Son las 23:45 horas del tercer día tras el sismo del fatídico 19 de septiembre. "¡Todos guarden silencio!": un voluntario recorre las calles alrededor del multifamiliar que se derrumbó en calzada de Tlalpan para pedir a las personas que apaguen sus celulares.

"Van a usar micrófonos hipersensibles para escuchar entre los escombros, todos sentados y en silencio", grita el joven que viste chaleco beige y botas negras; usa casco blanco y un cubrebocas desgastado.

Los brigadistas, policías, militares y voluntarios esperan sentados y en silencio para escuchar alguna indicación. Por ahí, algún distraído deja sonar su celular y lo regañan a señas.


La calle está llena de gente con cascos de ciclistas y constructores: blancos, amarillos, naranjas y rojos. Voluntarios intercambian miradas y contienen el aliento. Los minutos pasan y el silencio es eterno.

La angosta calle de Álvaro Gálvez y Fuentes, en la colonia Educación, está repleta de voluntarios que ofrecen café y comida a las personas que apoyan en la remoción de escombros. Ellos también guardan silencio y esperan ansiosos.

Niños, jóvenes, adultos e incluso vecinos que se asoman a la calle con sus perros. Acostados o sentados. Algunos juegan con la suela de su zapato o con sus uñas, otros simplemente fijan su mirada en el horizonte.

Reflectores iluminan el recorrido y sombrean el pavimento. Llueve a ratos, pareciera que el cielo contiene el llanto. Truenan los cables cercanos a los transformadores.


Pasa la medianoche, se escucha un grito de triunfo. Todos gritan y aplauden en cadena. Los rescatistas se acercan de nuevo para formarse deseosos de entrar a relevar al turno que sale del derrumbe. Llevan horas esperando para poder ayudar.

Se oyen conversaciones aislada, los brigadistas se organizan con picos, mazos, palas y cubetas. Forman tres filas y escuchan las indicaciones de la Policía Federal. El grito colectivo los motiva y les da esperanza. Parece que hay vida bajo los escombros.

"Todos deben traer guantes, cascos, chalecos y botas", explica una de las brigadistas que orquesta en el lugar.


Al fondo, sobre los escombros, un rescatista levanta su puño y casi de manera inmediata todos vuelven a guardar silencio.

Mientras las brigadas entran y salen de los escombros junto con marinos y policías, los voluntarios mueven víveres al albergue que está a espaldas del lugar. La movilización en la calle es impresionante.

Cientos de personas reparten comida, café, agua, recolectan víveres y velan el sueño de quienes descansan de la tragedia en el albergue. Se respira un aire combinado de cansancio, esfuerzo, coordinación, solidaridad y esperanza. La gente trabaja sin mirar el reloj. Son las 3:45 de la madrugada. Todos están listos para el siguiente relevo.

AER

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