La nueva 'plaga' del Cañón de Fernández: los conductores de los racers

Desde hace dos años, cada ocho días se atenta de forma nociva contra su flora y fauna silvestre. Éstos son algunos de los daños.

Cañón de Fernández. (Rolando Riestra)
Luis Alatorre
Gómez Palacio, Durango /

Considerado un baluarte de la biodiversidad ecológica de La Laguna, el Cañón de Fernández en Lerdo se ha visto en los últimos dos años bajo la amenaza de una nueva plaga que parece incontrolable y que atenta cada ocho días en forma nociva contra su flora y fauna silvestre: los conductores de los racers.

Peor aún, sus pilotos en su mayoría empresarios, comerciantes e hijos de políticos respaldados por el poder económico que los hace adquirir vehículos todo terreno equipados que van desde los 522 mil hasta los 1.5 millones de pesos, se sienten intocables y se niegan a respetar la ley, pues asumen que en su dinero tienen el derecho de atentar contra lo que los biólogos consideran “uno de los principales reguladores naturales de la vida de La Laguna”.

En un recorrido hecho por MILENIO, en 27 kilómetros en las zonas aledañas al río Nazas desde Santa Anita hasta Nuevo Graceros y guiados por la Secretaría de Recursos Naturales y Medio Ambiente de Durango, se pudo apreciar el daño que estos convoyes ocasionan a caminos, pero sobre todo a las raíces de longevos sabinos que en su aparente forma inmóvil parecen aferrarse a morir y se estiran para mantenerse cercanos a la humedad que deja la corriente aún en su estiaje.

El biólogo Oswaldo Martínez Méndez, administrador del Parque Estatal Cañón de Fernández, y quien en lo personal ha estado desde noviembre pasado encabezando los operativos anti-racers, sostiene que ha sido una lucha muy desgastante debido a que se tienen que enfrentar a personas poderosas de dinero, pero pobres de criterio que se niegan a entender que se trata de un Área Natural Protegida y que está prohibido el ingreso con este tipo de vehículos que rompen con la armonía con su estruendoso ruido de motores, el atropellamiento de animales, destrucción de senderos y caminos.

Policía ambiental se enfrenta con conductores agresivos

Relata que un día al escuchar el estruendoso arribo de un convoy del grupo que se hace llamar “Víboras del Desierto”, se instaló el retén conformado por él, dos elementos de la Policía Ecológica y auxiliados por dos patrullas de Seguridad Pública de Lerdo en el poblado Santa Anita y ante la negativa de acceso, uno de los responsables conductores bajo y le cuestionó del porqué les negaba el paso sí estaban generando economía y empleo.

Al preguntarle el funcionario de qué forma lo estaban haciendo, el sujeto terminó de beber a tragos la lata de cerveza que traía en la mano y la lanzó a unos metros del suelo terroso.

“Así, mira, damos empleo a la gente que recoge nuestras latas, ellos las venden y sacan un dinero”. Un insulto total.

Al persistir la negativa, el cañonazo fue directo: “es más, que te parece si te damos 500 pesos cada carro, somos 30 y te olvidas de nosotros para que nos dejes divertirnos”, sin embargo la tentación tampoco resultó.

Egresado de la Facultad de Ciencias Biológicas, sostiene que en ello la Universidad Juárez del Estado de Durango elaboró en 2016 un Plan de Manejo Ambiental que fue publicado en 2018 en el Diario Oficial de la Federación, lo que lo volvió un decreto que define los lineamientos de cuidado y protección al que debe someterse el parque en toda su extensión de las 17 mil 001 hectáreas que conforman su extensión como Área Natural Protegida, por el que da por anticipado que el amparo solicitado por estos grupos no prosperará.

El recorrido abarcó en un lapso de cuatro horas, los parajes de Bajada con Benito, La Taza, El Violín, El Charco de la Difunta y terminó en el majestuoso Paso del Águila, en donde los senderos y caminos planos que había antes, ahora están pedregosos, hundidos hasta 50 centímetros abajo de su nivel y destrozados debido a la rodada de los reacers cuyos neumáticos en gajos arrancan el terreno a trozos hasta llegar a las raíces de los árboles.

El problema vendrá ahora que se avecina la temporada de incendios, pues no habrá caminos accesibles para acudir en caso de algún conato, muchos de ellos ocasionados por el efecto “lupa” que generan el vidrio de las botellas de cerveza que dejan visitantes en los parajes, lo que constituye una amenaza para los sabinos o ahuehuetes que tienen desde 100 hasta 700 años de vida.

A los pilotos no les importa. El rugir de sus motores, el pasar por caminos inundados o lodosos es lo deseado para elevar la aventura y su máxima adrenalina, esa que se mezcla con alcohol y la música que sale de sus esteros con alterados decibeles que hacen espantar y abandonar sus nidos a las águilas Harris, a los halcones y a los patos canadienses que han dejado de emigrar a ese sitio ante la invasión de esta nueva plaga en su hábitat.

Precisamente por ello, atribuye el biólogo, es que al alterarse el ciclo biológico de algunas especies, como las tortugas nativas del Cañón de Fernández, es que salen a pretender depositar sus huevos en caminos arenosos fuera del periodo propicio y es ahí cuando son atropelladas y muertas por los reacers, motos y cuatrimotos, que por la velocidad y el trayecto en grupo, quizá ni se percatan de estas.


Son varias entradas al Cañón como son Santa Anita, Cañón del Borrego, Sapioriz, como Graceros y en ocasiones la falta de equipo como de recursos, imposibilitan el tener protegidas todas sus entradas, por lo que entre estos grupos se avisan en donde hay retén y se adentran por otros lados.

Francisco Serrato, quien tiene 13 años de pertenecer a la Policía Ecológica del municipio de Lerdo, manifestó de unos cuatro años a la fecha se ha incrementado la afluencia de este tipo de vehículos reacer’s, cuya invasión al Área Natural Protegida no ha sido otra cosa sino para causar destrozos lo mismo a caminos al grado que los deforma, además que dañan los raíces de los Sabinos, sin importarles el atropellamiento de tortugas, zorrillos y el tacuache.

“Somos dos elementos y no le damos alcance para cubrir 17 mil hectáreas, pues andamos en unas motocicletas 125 (caballos de fuerza) y es en lo que nos podemos mover para hacer el recorrido, por lo que la petición pudiera ser que nos apoyaran con más vigilancia para proteger el área e impedir abusos por parte de los pilotos reacers, que creen que por ser poderosos o tener dinero tienen el derecho de ser déspotas con nosotros y venir a causar destrozos”, dijo.

Advirtió que en algunos de estos grupos vienen personajes acompañados de sus guaruras y han escuchado detonaciones de armas de fuego, los cuales al ser sorprendidos y advertirles que no pueden estar en este lugar, reciben amenazas y groserías, aunque admitió que también los hay aquellos que son educados, acepta la explicación del porqué no pueden estar ahí y se retiran.

Incluso recordó que en lo personal sufrió ya un accidente cuando fue embestido por una cuatrimoto que iba en exceso de velocidad al ir transitando en uno de sus recorridos de vigilancia, sin que el piloto se hiciera responsable y teniendo que pasar varias semanas incapacitado.

Esta es la nueva plaga que enfrenta el Cañón de Fernández y sus principales huéspedes, esa que con aparente poderío se inserta, invade y pretende arrebatar con unos pocos, lo que nos pertenece a muchos.

AARP

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