Se tiene el registro de que el 18 de julio de 1917, a mil 200 kilómetros de Acapulco, los tripulantes del barco militar estadounidense USS Yorktown rescataron a cuatro mujeres y a ocho niños que les hacían señas desde la Isla de Clipperton. “Mi abuelita se salvó de morir por escorbuto, como murieron la mayoría de los habitantes”, dice Víctor Loyo Arnaud, nieto de una de las niñas salvadas. Vive en Orizaba, tiene poco más de 70 años y lamenta que, desde la época del porfiriato, el gobierno de México nunca haya peleado la propiedad de la isla.
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Clipperton es un atolón coralino deshabitado con 6 kilómetros cuadrados de superficie. El punto más cercano a tierra firme es Playa la Llorona, en Aquila, Michoacán. Pese a que fue descubierta por el español Álvaro de Saavedra, en 1527, fue el pirata inglés John Clipperton quien le dio su nombre. Luego, tanto Francia como Estados Unidos reclamaron la pertenencia. La razón: la abundancia de guano. Al final, aquello derivó en que Francia y México se sometieron a la voluntad de un rey de Italia. años después, en 1931, se le entregó a Francia.
En esos veinte años de espera es donde entra el bisabuelo de don Víctor: el capitán Ramón Arnaud Vigon. “Lo mandó Porfirio Díaz”, cuenta. “Como a la Pacific Island Company le dieron el permiso para sacar el guano, fue cuando llegaron a vivir ingenieros, soldados y obreros, en 1905. Mi bisabuelo fue el gobernador de la isla. Desafortunadamente la historia ya lo olvidó, como se olvidaron de los habitantes de la isla cuando comenzó la revolución mexicana”.
—¿Por qué? —se le pregunta.
—Las familias de mi bisabuelo y de los soldados subsistían gracias a la provisiones que les mandaba desde México las gentes de Porfirio Díaz. Cuando cayó Porfirio, no volvieron a mandar nada y ahí se quedaron todos abandonados.
Don Víctor cuenta que en Clipperton sólo había pescado y pájaro bobo. “Pero no había nada de verduras y esas cosas. Lo que a más llegaban era a los cocos. El día que cortaban cocos hacían fiesta, era lo único que había de unas palmeras que fueron sembradas en el lugar”.
Se dice que en 1915, la tripulación de un barco estadunidense intentó rescatar a los habitantes. El capitán Arnaud, sin embargo, temió que sería enjuiciado, así que se negó y terminó condenando a todos los pobladores.
“Mi madre contaba que el capitán se quedó para defender la soberanía de México”, platica don Víctor. “Dos años después se murió mi bisabuelo y el único hombre que quedó vivo fue el cuidador del faro, un hombre malo”.
Victoriano Álvarez empezó a violar y a asesinar a las mujeres. Artículos periodísticos cuentan que cuando quiso violar a la esposa del capitán Arnaud, ésta lo mató. Fue entonces que los del USS Yorktown vieron las señas que les hacían las cuatro mujeres y las rescataron junto con los ocho niños.
“A mi madre la sacaron de la isla cuando tenía seis años. Platicaba que todas ellas tenían que hacer estómago, o sea no le podían dar comida así, porque se les había hecho chiquito el estómago por el hambre que pasaron. Tuvieron que ir poco a poquito acostumbrándose a comer”, cuenta frente al busto del capitán Arnaud, en el camellón central de la avenida Oriente 6 de Orizaba, el único municipio veracruzano que tiene un parque y estatua en honor a Porfirio Díaz.
“Tengo entendido que no vive nadie y que cada año llega un barco francés para cambiar la bandera”, cuenta don Víctor. “Valdría la pena recuperarla por algo muy sencillo: el mar territorial de México aumentaría”.
Actualmente, la isla se ha convertido en un laboratorio oceanográfico, en donde científicos de México y Francia ambos trabajan estudian la fauna de la zona.
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