Carlos Eduardo tiene 28 años de edad. Desde hace varios años perdió el habla luego de una operación fallida. Y además, también está impedido para movilizarse por sí mismo, por lo que su madre todos los días empuja su silla de ruedas para dirigirse al Paseo Morelos, sitio en el que diario venden dulces. Sin empleo fijo y sin oportunidades, Carlos Eduardo solo escucha. Su madre Esther es desde hace años su voz, sus pies y su sostén económico ante la falta de una oportunidad.
Interceptados la mañana de este miércoles justo frente a las Edificio Banco de México por el Paseo Morelos, sólo minutos después de concluir la rueda de prensa en que se anunciaba la próxima feria “incluyente” de empleo para personas con discapacidad, Esther explicó la condición de su hijo.
“A mi hijo lo operaron desde que tenía dos años de un tumor que le salió en su cadera, y desde entonces no camina. Sí mueve sus manos, sus piernas, pero no puede caminar. El que no pueda hablar se debe a una operación mal hecha, donde le extirparon un tumor de la garganta en el Hospital Infantil, pero desde entonces no habla”.
Todos los días salen de su domicilio ubicado en colonia 20 de Noviembre, por el rumbo del Centro de la Cruz, cruzando la avenida Morelos hasta llegar frente al Hotel Río Nazas, sólo a unos pasos de la Estación Treviño del Teleférico.
Desde barras energéticas de cacahuate, arándanos y pasas hasta cigarros, gomitas enchiladas, mazapanes y cacahuates japoneses o botaneros, coloca su mercancía en cajas de cartón sobre unas mesitas.
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“Hay días en que sí se nos vende bien, pero lamentablemente hemos pasado semanas en que la venta está muy floja y no sacamos para lo del día”, expuso.
A Carlos Eduardo la sonrisa no se le borra del rostro. Protegido del frío con un chaleco,espanta a las palomas que se acercan para que Esther les dé su ansiada comida. Carlos Eduardo no sabe de ferias de empleo; los conceptos de inclusión no han estado presentes en su vida, al contrario.
La música de campanas del reloj ubicado en la Plaza de Armas suena a todo lo que da. Está por marcar las once del mediodía.
A Esther la vida no ha sido muy amable. Antes su otro hijo le ayudaba con los gastos, pero hace dos años, un accidente automovilístico se lo arrebató para regresarlo en un ataúd.
“Él era quien me apoyaba, me ayudaba a todo. El 18 de este mes cumplirá dos años de fallecido; tengo que seguir haciendo la lucha por nosotros; no vemos otra oportunidad de salir adelante y trabajar más que salir todos los días a vender dulces y poder sobrevivir", dijo entre lágrimas.
Sgg.