Murmullos y sonidos de cadenas; ésta es la leyenda de la hacienda maldita del ejido Tebas y Palmira

La fachada principal no es visible a lo lejos, tienes que acercarte para poder ver sus adobes, ya que una cortina de lúgubres pinabetes, obstruyen su parte frontal.

La leyenda de la hacienda maldita del ejido Tebas y Palmira. (Especial)
Damián Ramírez
San Pedro, Coahuila. /

Los espíritus, tal vez de aquellos hombres revolucionarios que perecieron en batalla, ahora arrastran las cadenas que los aprisionan y los detienen para que encuentren la luz del descanso eterno.

Sus murmullos hacen eco en las paredes de adobón con el que construyeron los hacendados esa enorme casona, la hacienda de Tebas y Palmira en San Pedro, Coahuila.

La hacienda se ubica a la orilla del ejido Tebas y Palmira, en la parte baja del municipio. La fachada principal no es visible a lo lejos, tienes que acercarte para poder ver sus adobes, ya que una cortina de lúgubres pinabetes, obstruyen su parte frontal.

De día, esos árboles de los que se dice, son paradero de enormes pájaros, ahuyentan con su hablar invocado por el viento, a los malos espíritus, pero de noche, ya nada pueden hacer, porque estos salen a recorrer el interior y el exterior de la encantada hacienda.

Los habitantes del ejido, quienes gustan de contar sus historias del más allá, argumentan que la hacienda está encantada o se pude decir, maldita, ya que en ella a través de la historia, acontecieron muchos hechos de dolor y muerte.

Dicen que la construcción data de años atrás a la Revolución Mexicana y mucha gente murió en su interior y a sus alrededores, y aseguran, sus espíritus ahora rondan el mundo de los vivos, tratando de que alguien los ayude a encontrar la luz y así poder descansar en paz.

“La hacienda aún es usada para guardar herramienta agrícola o la producción de los predios. También han trabajado infinidad de veladores y todos renuncian porque aseguran, por las noches los ecos del más allá y los fantasmas nocturnos, no los dejan descansar”.

En sus pláticas, los trabajadores señalaban que al pasar la medianoche, las cadenas comenzaban a arrastrase, como si alguien muy malherido y sin fuerza, no pudiera con ellas, como si se tratara de algún prisionero o esclavo de los burgueses que los empleaban. También se oyen murmullos, como si se preparara la ejecución de un prisionero al que no se le daba a conocer su destino, “la muerte”.

¿Que la hacienda está encantada?, no se puede decir lo contrario, porque al acercarse a su portón principal, la piel se enchina, como si detrás de su madera agrietada, hubiera alguien acechándote, que decir al mirar por sus ventanas, donde solo se vislumbra oscuridad y tal vez donde se esconden esos espíritus que esperan la noche para salir a pasear y caminar entre los vivos.

Tal vez solo sea superstición de los habitantes del ejido, pero que decir de las pláticas de los veladores, esos que vieron, más bien escucharon el arrastrar de las cadenas, los murmullos y para quedar más sorprendidos, que sintieron el toqueteo de los fantasmas, que con su antimateria, volvieron físicos los miedos de los vivos.

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