Tenía apenas veintiún años de edad cuando Mirna Yuleivy tuvo que enfrentarse a la violencia machista. Trabajaba en la función pública en el municipio de Francisco I. Madero, pero sin explicación fue reasignada a la Dirección de Seguridad Pública Municipal donde el jefe policíaco comenzó a acosarla. Al tomar distancia, fue objetivo de ataques laborales, psicológicos y cibernéticos.
El terror fue en ascenso y las calumnias se dispersaron en las redes sociales donde su jefe y dos funcionarios más la intentaron desacreditar públicamente. Tras momentos de angustia que la llevaron a pensar en la muerte, ella se dijo que ya no tenía nada que perder y emprendió su defensa, misma que se ha judicializado y por la que deberán comparecer sus agresores. Su valentía echó raíces conformando la colectiva Flores Radicales del Desierto.
“Antes de que me convirtiera en víctima yo era una chica de 21 años. Trabajaba en el Sistema de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes, que se abrevia SIPINA. Me gustaba mucho mi trabajo, en ese tiempo estudiaba para maestra de educación primaria y era una chica muy alegre, sociable, me gustaba estar con la gente, expresarles que los quería. A todo mundo los veía como amigos y se acercaban porque eran personas buenas. Vivía en una burbuja donde no había violencia”.
Su traslado coincidió con la alternancia política y en el primer periodo administrativo que presidió el alcalde Jonathan Ávalos Rodríguez, a ella la movieron a las oficinas de Seguridad Pública Municipal. Aunque no era subordinada, nunca entendió la permuta a esas instalaciones con un incremento de sueldo.
“Yo tenía que demostrar que tenía la capacidad de llevar a cabo el cargo que me habían dado pero a partir de ahí cambió mi vida. El director de Seguridad Pública junto a sus dos escoltas… fue un año y medio de hostigamiento y acoso sexual dentro de las oficinas de seguridad pública".
“Al inicio no comprendía lo que estaba pasando, lo que sucedía a mi alrededor, pero nadie podía hablarme, ningún agente, nadie podía dirigirse conmigo hasta que pasaron muchos sucesos, uno fue un beso a la fuerza; me amenazaban con que me iban a sembrar droga para que me pudieran pasar al Cereso y mi miedo fue porque estaba en mi año de titulación y si eso pasaba yo no podría trabajar para la Secretaría de Educación Pública”.
Como suele ocurrir entre muchas mujeres jóvenes, Mirna Yuleivy decidió omitir las agresiones y guardar silencio durante algún tiempo. Pero las cosas se agravaron y comenzaron a seguirla a todas partes, generando una campaña de desprestigio hasta que lograron que la despidieran. Ella se sintió por un momento a salvo porque pensó que no tendría que lidiar más con ellos, pero se equivocó.
“Estudiaba y trabajaba al mismo tiempo y me corrieron aún y cuando yo hablé dos meses antes con el alcalde y le expliqué la situación que estaba pasando dentro de Seguridad Pública, pero dijeron que era mi culpa porque me vestía de manera provocativa; que era mi culpa porque yo sabía que había muchos hombres allí y aún así acepté irme a trabajar a ese lugar. Entonces presenté un oficio al Cabildo donde notifiqué cada uno de los sucesos que pasaban en la DSPM y aún así me corrieron. Me corrieron pero la cosa no terminó ahí”.
Asustada, Mirna Yuleivy, intentó darle vuelta a la página sin decirle nada a su familia, pero sus agresores continuaron rondando su casa y los sitios que frecuentaba.
“Empiezan las amenazas por parte del director; personas con armas y poder, personas que tenían el control de la seguridad en Francisco I. Madero, Coahuila y que aún así y que el presidente municipal lo sabía, y no les importó. Y yo estaba sola, era una chava de 22 años que no sabía cómo defenderse y aún así todo el ayuntamiento se me vino encima”.
La víctima refiere que enseguida las agresiones escalaron a la amenaza de difundir contenidos sexuales. Así y en todas las redes sociales que manejan algunos funcionarios para atacar a los que consideran sus opositores, subieron su foto con textos donde se afirmaba que a ella sus padres la prostituían, cuestionando su deseo de ser maestra bajo el argumento de que vendía su cuerpo y que había pasado por muchos hombres, amenazándola de exhibir un video sexual.
“Entonces me decido a denunciar porque yo no iba a denunciar. El acuerdo fue que me corrían y yo me iba a mi casa, pero no podía ir a ningún lado porque me seguían a todos lados. Menos podía salir de noche porque la policía me iba a detener”, dijo Mirna quien pudo agregar testigos de las agresiones porque junto con ella despidieron a tres agentes que el director pensó que tenían una relación afectiva con la chica.
A ellos les dijo que no los despediría si la invitaban a tomar, la drogaban y conseguían contenido sexual que le compartieran. Ante la negativa fueron despedidos todos. Ella denunció un 4 de febrero en la oficina de la Fiscalía General del Estado de Coahuila en San Pedro y pudo percibir que la carpeta de investigación no avanzaba. Ante ello buscó apoyo porque duró dos años encerrada en su casa, lo que le generó un trastorno de ansiedad y sobrepeso.
“Terminaron con mi vida en ese momento porque me sentía avergonzada de todo lo que decían y de lo que el mismo funcionariado publicaba hasta que me di cuenta de que habían dicho todo lo que querían, me habían ofendido de todas las formas posibles, que ya no había nada más que hacer, así que, yo no conocía a nadie en el feminismo, y busqué Feminismo Torreón y me salió Feministas de La Laguna".
“Les mandé un mensaje y les dije que no sabía si había un delito pero lo único que sé es que no quiero vivir. Quisiera tener mucho dinero para cambiar mi nombre y mi cara, estoy avergonzada de mí y no quiero que nadie me conozca".
“Y conocí a Ariadne Lamont y ella me acompañó y hubo un momento en que era muy fuerte la presión de ellos que convoqué a una rueda de prensa y di mi versión: hablé con fechas, momentos y personas que estuvieron involucradas y en ese momento supe que mi voz iba más allá y hablé y la verdad cada 'no estas sola' y 'yo te creo' me salvó la vida después de dos intentos suicidios”.
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