Cada mañana, alrededor de las 7, la señora Ana María Leyva prepara su triciclo y bolsas negras para salir a escudriñar los residuos domésticos que la gente saca de sus casas a que el camión de la basura los levante, todo para encontrar dinero en forma de plástico, aluminio o cartón.
En sus más de seis años de auto emplearse en esta actividad conocida como "pepenar", asegura que cuando empezaba a laborar solía encontrar cachorros de perros o gatos muertos entre las bolsas, que tal como ella pensó, tal vez los tiraban con vida y entre la basura se morían.
"Antes la basura traía perritos y gatitos muertos, ahora ya no, ya separan un poco los materiales porque antes venía todo revuelto, papeles y todo", compartió mientras se acomodaba su cubrebocas color negro y buscaba su pañuelo para secarse el sudor de la frente, "ya se me cayó mi pañuelito, aquí lo pongo siempre y ya no está", por lo que optó por hacerlo con su antebrazo.
Conoce perfectamente los días exactos y la hora aproximada que el camión recolector pasa por la colonia Valle Hermoso del municipio de Matamoros, zona por dónde doña Anita se pasa de montón en montón, casi de casa en casa.
Va hacia a un montón de bolsas, no encuentra nada, luego se cruza a la casa de enfrente y después a la siguiente, como en modo zig-zag.
En ocasiones no abre la bolsa, basta con tocar desde 'afuerita' para saber si al interior hay algún material que recolecta para vender a la recicladora. En caso de que detecte algo procede a desatar el nudo, sacar el bote y volver a dejar todo como estaba.
Su triciclo por mientras espera la carga. Le funcionan las tres ruedas correctamente pero la de atras no tiene aire, incluso el plástico mascado de esa llanta refleja que Ana María sale a trabajar sin pretextos.
"Así me ando, que al cabo no me subo para darle al triciclo, hasta le quité la cadena porque un día me caí, así que mejor le empujo caminando. Yo ya me impuse a trabajar de esto y ya llevo más de seis años".
De 80 a 100 pesos diarios es lo que la señora Ana María Leyva saca de ganancias, para ella dice ser suficiente. Su esposo le ha dicho que deje de trabajar, tanto por la pandemia como por ser de la tercera edad.
Con una sonrisa que se le salía entre el cubrebocas, compartió que le gusta y que ya se impuso a trabajar en este oficio que le deja para comer y hasta para comprarse sus cosas. Actualmente vive con su esposo en la colonia Enrique Martínez y Martínez, mientras que sus cuatro hijos ya tienen su familia.
Al llegar a casa tras una jornada laboral de cuatro horas en la calle más el recorrido hacia la recicladora y de ahí a su casa, dice se que se asea bien, con jabón o con cloro y bastante agua, "hasta las uñas me corto porque se mete la tierra".
"A veces llego y están mis nietos y les digo que primero me tengo que lavar porque vengo de agarrar la basura y quién sabe qué virus traiga, ya ve cómo anda de moda", dijo entre risas.
Su energía y actitud ante la vida ha llevado a la señora Ana María Leyva a reflejar que la edad no es un obstáculo para salir adelante, con todo y una rueda ponchada y la cámara de la llanta mascada.
Por lo pronto, seguirá empujando su triciclo en busca de botellas de plástico, botes de aluminio o cartón, lo que para muchos es solo basura, en tanto, ella es un trabajo humilde y honesto que disfruta hacer, además de ayudar al proceso de reciclar los materiales.
EGO