El Cereso Neza Bordo tiene capacidad para mil 700 internos; lo habitan aproximadamente 3 mil 800, entre procesados y sentenciados. Su misión: “La reinserción social del individuo privado de su libertad, atendiendo en todo momento los principios de defensa, seguridad jurídica, legalidad, vida digna y ética social, con respeto absoluto a sus derechos fundamentales”.
En la inmensidad de la fila encontramos a doña Tere. Destaca a lo lejos por su obesidad, declara alta presión arterial, diabetes que ocasiona somnolencia, depresión. Carcajea con amargura cuando compartimos la misión del Cereso:
—Pregunte en la fila y sabrá la verdad —reta. La fila es corte de los milagros. Los internos recomiendan: “Vente vestida de diario o me extorsionan: tu familia trae buena percha (ropa), diles que cooperen o te vamos a madrear”. A doña Tere el aroma de los basureros del Bordo Xochiaca le provoca náuseas; luego de horas lo tolera.
Filas, ¡filononones! de gente que madruga para arribar al penal y soportar todo tipo de vejaciones, prolongación del castigo que purga su familiar, paisano, amigo… Un territorio donde debe dar “propinas” a los que franquean el paso o exponerse a la negativa; porque trae pantalón verde, o porque no lo trae; o porque no se parece a la foto de identificación o porque trajo fruta picada, pues la otra vez no cumplió la visita por traerla entera... Peor para la mujer: si no da “propina”, a desvestirse y en cuclillas mostrar que en su vagina no lleva droga; si tiene suerte, a medio desnudo le gritan: “Ya, lárgate; a la próxima no olvides la propina”.
Doña Tere viene a la prisión, a donde está el Mal, porque atentó contra el Bien. ¿Michael Foucault estuvo en Neza Bordo? Pues como si desde aquí escribiera: “Esto es lo fascinante de las prisiones, que por una vez el poder no se oculta, no se enmascara… su tiranía brutal puede aparecer entonces como dominación serena del bien sobre el mal, del orden sobre el desorden”.
En Neza Bordo los que la torcieron se las verán negras. Nada propicio para la readaptación este sitio. Testimonian los que acuden a la visita. La vida privada de cada interno y sus familiares es del dominio público: con quién van, cuándo, su solvencia económica, el estatus de su expediente, su domicilio y teléfono…
La visita debe “pasar a la báscula”, revisión de su ropa, manoseo de la comida, cotejo con la credencial oficial, pase al área de sellos visibles o legibles mediante luz negra; al fin adentro, o casi: intercepta un interno que arrebata las bolsas y es Dante en este infierno y al final exige propina, de donde pagará la cuota a quienes le permiten trabajar, los padrinos que controlan el derecho de piso, de peaje, de ver a la familia.
La visita deja para tus gastos: renta, pago de luz, de llamadas telefónicas, de regadera, uso del WC; del médico para que extienda la receta e ingresen los rutinarios medicamentos que ya ingerías desde siempre: contra la presión arterial, la diabetes. Aquí pagas hasta por respirar “porque si no me entregas la cuota del diario, te vas de minero…”
“Tenga esta cobijita pa que se sienten en el patio; ai nomás una coperacha”. Renta de la cobija: 30 pesos; derecho de piso: otros 30. El que quiera azul celeste, el que no transa no avanza; no le entras, no entras. El pastor goza lo mejor: calzado, ropa, comida. El representante de Dios, por encima de su rebaño.
Y no porque la familia no se preocupe por la calidad de vida de los reclusos: es a petición de ellos: “Me dejas en el Barco unas garritas para vestir, si es de marca no me las entregan; todo va para los padrinos, para el mercado negro”.
Día de Barco, la Nao de la China: los familiares entregan los viernes de cada quincena productos solicitados por el interno: cloro, desinfectante con aroma de pino, detergente, cubeta, escoba, jerga, ropa color azul rey, aunque adentro adviertas todas las variedades del azul; tarjeta Telmex para las llamadas; toalla, jabón, rastrillos, cepillo, crema para el aseo personal.
Si no cumples, aguas: los familiares pueden recibir una orden vía telefónica: entreguen 500 pesos diarios o le damos cuello a su pariente. Mediante depósito bancario a una cuenta (nunca es la misma) de Banco Azteca. Y reportar día, hora, minuto, segundo en que fue hecho el depósito. Que espéreme tantito, que no tengo feria… Nada: el cuerpo de su familiar tiene huellas de la violencia. “No estamos jugando”. Los padrinos viven como reyes; a costa de los familiares de la población. Haga usté de cuenta que son miembros de los poderes Ejecutivo, Legislativo o Judicial, o diputados, senadores, gobernadores, presidentes municipales, regidores…
—Entraron todos los alimentos —dice doña Tere—. Nos tendemos en el patio. No hay mesas, sillas o un miserable banco. Llega nuestro ser querido. ¿Qué haces con todas tus cosas aquí, como judío errrante? —pregunta doña Tere: —Como mugrosito de la calle anda m’hijo, con tu bolsa de rafia: si las deja en la celda, al volver no halla nada; ai andan como espectros. Y por tener un lugar en la celda paga de 80 a 120 pesos semanales. Su gasto es de más de 300 pesos semanales. Multiplique por tres mil 800 internos… Es negocio. ¿De quién? No quiero saber.
Los patrullajes de quienes controlan el penal son ostentosos. Una ley de la cárcel se cumple: ver, oír y callar, si las quieres cotorrear. Poco se platica durante la visita. Las paredes oyen, van y vienen, llevan y traen.
—¿Una celda para el Úrsulo solito? Sueña. Muchos se amarran a los barrotes para dormir de pie, en cuclillas. Sí hay quienes tienen su celda particular, sus visitas meten lo que a todos prohíben; hay banquetes, y brindis, y alegría, jolgorio… Bien dicen: se castiga la pobreza, no el delito; impide una buena defensa, estancia digna aquí, dieta nutritiva...
La familia paga consecuencias y no debe tirar la toalla. Hora de la despedida: “Esperas que tu familiar encuentre compañía, para retornar a la celda sano, con el dinerito que le diste para agua para beber, ropa de segunda mano, tenis usados. Cuando suena el teléfono de la casa tragas amargo, que el Úrsulo esté bien. Una grabación advierte que es una llamada que sale del penal, ¿la acepta? Suspiras cuando termina. Todo bien.
A la salida doña Tere va al chequeo de sellos. Entrega el gafete, conforme al color asignado, sin equivocaciones; lo mismo al firmar la salida en el libro donde anotó su ingreso. Calcula las erogaciones semanales entre 800 y mil pesos: “Neza Bordo te truena el ánimo, la economía; desata angustia, desesperación. Cada visita intento estar de 9 de la mañana a dos de la tarde, cuando empieza el desalojo. Es tu cruz. Tu pesadilla. Hasta que Úrsulo esté fuera moriré en paz”.
Escritor. Cronista de "Neza"