La espera para quien desea recuperar la salud es infame tortura y algunas veces, antes de acceder al consultorio, ya se peleó por el espacio y se le gritó a la asistente médico en tanto se retornan los pasos hacia la puerta de salida de la clínica jurando nunca más volver a donde se ha sido infeliz. Pero la necesidad obliga.
Otra cosa muy distinta sería si se trata de un derechohabiente trabajador de la Comisión Federal de Electricidad, empleados que tienen trato preferencial en el Instituto Mexicano del Seguro Social y que por tal motivo son atendidos con celeridad hasta en el área de urgencias e incluso, tienen su propio consultorio en medicina familiar.
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Para los simples mortales que acuden a una clínica ultra saturada como lo es la 16 del IMSS en Torreón, donde el personal médico y administrativo de igual forma es sacrificado diariamente con sobrecargas laborales y malos tratos, el pase a los niveles se observa como el descenso a algún submundo descrito por Dante. Quizá sea equiparable al séptimo círculo donde la violencia se ejerce entre las llamas del infierno.
El termómetro en Torreón marca los 39 grados centígrados antes de que sea mediodía y el cielo abierto evidencia la nula posibilidad de lluvias. Cierto que en esta ciudad no existe una primavera que no parezca verano. Y ante este dolor conocido no faltan los memes como recurso de evasión de la realidad. Una sola ventaja tendrán hoy sobre los connacionales porque ahora el país arde ante una ola de calor que pronto se replicará pero ellos, los laguneros, se han acostumbrado no sólo al clima del desierto chihuahuense sino también al desastre ecológico y a los estragos climatológicos luego de permitir el saqueo del acuífero principal y de sepultar su suelo con concreto.
En relación a ello no faltan los memes como recurso de evasión de la realidad… pero este año es justo la tercera ola de calor la que permite que el cambio climático ronde en la mente colectiva luego de que el cerebro de cada individuo registra por su cuenta que la piel del cuerpo se le está achicharrando mientras espera en la unifila.
Aire caliente
En la enorme explanada de la Clínica 16 cientos de personas soportan una sensación térmica de 45 grados centígrados mientras que, ya adentro, los aparatos de refrigeración gigantes puestos en los pasillos, las ventanas abiertas y los ventiladores personales sobre los escritorios, empujan puro aire caliente impregnado del vapor que emiten los cuerpos humanos hacinados.
Los abanicos de mano ya no son pues un artefacto coqueto y decorativo que aleja el calor sólo de los rostros de las señoras, y hasta los médicos nos recuerdan con cierta gracia a los cantantes españoles de Locomía porque sin tantos años de marquesas, en un par de meses aprendieron a mover el abanico.
La respuesta institucional ante la contingencia ambiental ha sido la protección al derechohabiente. Sin duda. Porque durante años que ya hicieron décadas, los familiares y los pacientes en el IMSS se han visto en esta clínica rebasados ante una horrenda realidad que refleja a un mar de personas en medio de corredores saturados donde no encontraron asientos más que en el suelo, y que, ni aunque se estuvieran orinando, entraban a los sanitarios por miedo a encontrarse alguna ladilla voladora.
Remodelación
Hace tiempo la Clínica 16 del IMSS entró en un plan de remodelación que gradualmente transforma las instalaciones. Y ante la contingencia ambiental no han faltado lonas y mallasombras por los caminos que dirigen las enormes filas de los pacientes hacia las farmacias por la banqueta, sobre el bulevar Revolución.
O también los toldos en la propia explanada donde se les subdivide para que suban a los niveles donde se han abierto ventanas y se han colocado gigantescos aires lavados que no obstante, resultan insuficientes. Porque al final, como dijo un derechohabiente, con los cuarenta grados centígrados en la calle, hace más calor que afuera porque adentro parece un sauna.
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