Destapan pozos con arsénico ante desabasto en ejido Covadonga en Coahuila

El gobierno municipal reabrió en 2022 una pequeña noria de donde cientos de familias acarrean el agua a sus viviendas con la ayuda de carromatos.

Ejido Covadonga en Coahuila. (Manuel Guadarrama)
Lilia Ovalle
Madero, Coahuila. /

En la entrada principal del ejido las letras monumentales y multicolores ubican al visitante en Covadonga, en Coahuila, núcleo poblacional en el que permanecen cientos de familias a pesar de ser un pueblo donde, en el pasado reciente y como parte de una epidemia, fueron notables los casos de personas enfermas de diversos tipos de cánceres relacionados al consumo de agua con arsénico

La crisis hídrica producto de la sobreexplotación de los mantos acuíferos en La Laguna sin duda hace estragos entre los habitantes de las comunidades rurales, de tal suerte que los pozos que fueron clausurados medio siglo atrás ante la presencia del metaloide, vuelven a ser utilizados para el consumo humano. En Covadonga este es el caso. 

En mayo de 2022 el gobierno municipal de Francisco I. Madero, reabrió una pequeña noria de donde se extrae el agua, misma que es trasladada a los domicilios en carromatos jalados por yeguas y burros, como si se tratara de una estampa de principios del siglo pasado. 

Más allá de la señalética, único signo identitario que goza de cierta modernidad, el pueblo luce en estado de abandono y los jóvenes se limitan a reproducir los esquemas de sus padres, abandonando la escuela y teniendo hijos a temprana edad, en tanto que las autoridades se limitan a proveerles lo mínimo necesario para su sobrevivencia. 

Según el reporte de nuestro compañero Damián Ramírez, corresponsal de MILENIO en dicho municipio, como alternativa para dotar de agua a las comunidades, en Francisco I. Madero se pusieron en funcionamiento “pozos artesanales” que ya estaban en desuso. 

Fue el 17 de mayo de 2022, en medio de la pandemia por covid-19, cuando el alcalde Jonathan Ávalos rehabilitó la noria en este ejido, que tenía más de 50 años en desuso. 

En la nota de nuestro compañero se refiere que a los pozos como el de Covadonga, se les instalaron además paneles solares para poder bombear el agua y que la gente pudiera llenar sus tinacos.

“Autoridades mencionaron que estarán rehabilitando los distintos pozos ejidales y así contar con esta alternativa de abastecimiento de agua para las necesidades básicas… Sobre el sistema de agua en el municipio, dijo el alcalde Jonathan Avalos, que la sequía en la región es latente, y los mantos acuíferos están muy desgastados (Sic)... Por ello, comentó que verán las distintas alternativas porque el problema (de desabasto) del agua es general, no sólo en Francisco I. Madero”, refirió el reporte.

El pueblo luce en estado de abandono. (Manuel Guadarrama)

Los que la acarrean

Gustavo Hernández llega a la entrada del ejido, justo donde los hombres en carromatos llenan tambos de mil litros con el agua que llevarán por encargo a los domicilios de sus vecinos. 

Acarrear el agua es un trabajo establecido en las rancherías que reporta buenos ingresos porque no todos los habitantes tienen una camioneta o un carro jalado por animales para llevarla a casa, por lo cual deberán pagar entre cien y hasta 200 pesos por el viaje.

Gustavo no acarrea el agua, en este caso llegó porque el eje de un carromato se rompió. Así los hombres debieron tirar el agua al suelo para quitarle peso al carro y poder soldar el desperfecto. 

Entre remolinos de aire que dejan una sensación térmica de 46 grados centígrados, este joven explica que la noria ya existía en la comunidad, y el alcalde decidió abrirla como una medida emergente ante el desabasto. 

“Más o menos la obra es de cuando entró Jonathan aquí en Chávez. Él fue el que le hizo la lucha de ponerla aquí. En Covadonga son tres o cuatro los carromatos los que llevan el agua por el ejido, a los señores les pagan una cooperación voluntaria y ellos se las llevan en estos garrafones para repartirla en dos casas; se lo echan en un tanquecito negro (tinaco) a cada uno, ya de perdido, y es en un rato porque en la tarde ya hace mucho calor y la gente no sale”. 

El muchacho confirma que en el rancho se mantienen más de cien familias ancladas a la tierra y sus patrimonios, aunque las personas subsistan en condiciones de alta marginalidad. Y sobre el suministro de agua, si bien los carritos jalados por mulas inician las labores durante la mañanas, por las tardes aparecen conductores de tractores que llevan pipas para movilizar grandes volúmenes a las partes más alejadas. 

Gustavo acotó que toda su vida, es decir, durante 38 años, ha residido en Covadonga, que tiene seis hermanos y que se trata de un pueblo tranquilo donde nacieron sus padres, mismos que reposan ya en el camposanto.

No todos los habitantes tienen una camioneta o un carro. (Manuel Guadarrama)

Los signos de la pobreza

Ya dentro del ejido se percibe con más claridad los signos de la pobreza entre la basura y escombros tirados en la calle; la proliferación de perros mal alimentados y las humildes casas en las que se observan tinas, tinacos y otros reservorios para el agua. 

Jorge Eduardo Solís Hernández también ha vivido toda su vida en Covadonga. Ya no quiso estudiar y está en busca de empleo aunque deberá esperar a que pase el próximo proceso electoral para tramitar su INE porque es menor de edad. Él sabe que en su casa el agua llega cada tercer día por un lapso de media hora. 

“Casi no sale pero en algunas casas sale cada tercer día, aquí en mi casa sí sale de repente. El agua sale como a las ocho de la mañana y dura como media hora, nomás tenemos ese cazo y otro allá adentro. Yo le ayudo a mi mamá de repente, yo le apoyo, porque ella ahorita está trabajando en una casa como empleada. Yo ya no estoy en la escuela, apenas ando buscando trabajo pero creo que necesitaba el INE, me falta poquillo para cumplir dieciocho”. 
En el rancho se mantienen más de cien familias ancladas a la tierra

Con domicilio conocido, Wendy Campos tiene apenas un año viviendo en Covadonga. Ella tiene 19 años cumplidos y un bebé en sus brazos, al que procura todos los cuidados. No obstante sabe que vivir en este ejido es pesado porque el calor arrecia y no hay líquido suficiente para apaciguar el calor de la tierra. Mucho menos aires lavados para bajar la sensación térmica en el interior de los domicilios. 

“Yo tengo agua, es que mi esposo acarrea en un carro de mulas, a mí me trae el agua cada semana porque nomás somos nosotros dos y nuestro bebé. Es un tanque de mil litros el que me trae y me dura la semana, porque aquí por la tubería no sale el agua, no sale nada de agua. Aquí no nos dan ni recibos. Yo tengo aquí desde hace un año”.

La incertidumbre no genera rabia y protesta en este sitio donde la gente mira con temor el porvenir pues Covadonga es un ejido donde el agua llega acarreada por hombres que conducen carros de mulas y burros hasta las casas de los habitantes que esperan con ansias el agua cada semana.

EGO

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