La Iglesia Católica en La Laguna y Coahuila tiene una historia particular en el acompañamiento de la sociedad en algunos de sus viacrucis más sentidos durante las últimas décadas.
Estas acciones se han visto reflejadas en posturas ante problemas ambientales, la búsqueda de desaparecidos, el acompañamiento a las personas migrantes y la defensa de los derechos humanos.
Lejos del rezo
Durante los setenta hubo una fuerte movilización campesina y también social en Torreón, Francisco I. Madero y San Pedro donde participaron sacerdotes de la Diócesis de Torreón, quienes estaban motivados por la Teología de la Liberación. Su labor contribuyó para dar forma a varias colonias que hoy conocemos en estas ciudades.
El libro Confesiones de un confesor, autoría de Juan Riera Fullana, da cuenta de ese pasaje histórico en el que destacaron nombres como el del sacerdote José Batarse Charur quien dirigía la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Francisco I. Madero.
Incluso el padre fue perseguido y tenía una orden de aprehensión en ese entonces al ser acusado de alborotar y dirigir a la ciudadanía que luchaba por sus tierras, parte de las que con el tiempo se convirtieron en lo que hoy es el ejido comunitario Batopilas.
El conflicto dividió a una buena parte de la sociedad lagunera y el gobierno presionó a la Diócesis para la salida del sacerdote. Para un acto pacificador y llegar a buen término incluso visitó a la región el Obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Samuel Ruiz García.
Contra termoeléctrica
Otro de esos ejemplos lo encontramos entre febrero y marzo de 1986, pues miles de personas en la región estaban en una lucha para evitar la colocación de una Termoeléctrica en Villa Juárez en Lerdo, Durango. Incluso hubo la denominada “Marcha por la vida” que reunió a 2 mil manifestantes que recorrieron las calles de Torreón hasta la salida con Gómez Palacio.
La exigencia era no permitir la instalación de esa generadora de energía auspiciada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE), debido a los problemas que traería al medio ambiente, concretamente contaminar el agua que se extraía de la Ciudad Jardín, pues el arsénico ya era una preocupación social.
El movimiento ganó adeptos conforme pasaron las semanas e hicieron lo propio quienes representaron a la Iglesia Católica en aquel momento en La Laguna: el obispo de Torreón, Fernando Romo Gutiérrez y, su coadjutor, Luis Morales Reyes.
Registro en la historia
Las páginas de MILENIO La Opinión dieron cuenta de la postura que asumieron en defensa del medio ambiente y que también le causó severas críticas a la institución.
“Nosotros recogemos y apoyamos los sentimientos y opiniones de nuestro pueblo y de todos aquellos que, con nobleza de corazón más allá de intereses personales o grupales, alertan sobre el peligro que representa a la construcción de la planta termoeléctrica en ese lugar, y lucha por preservar el equilibrio del entorno físico y geográfico que envuelve al hombre y promueven el recto y racional uso del agua, de cara al futuro de nuestra Comarca Lagunera”, recogió el diario en su publicación del 20 de marzo de 1986.
La defensa del medio ambiente en la región se volvió presente de nuevo hace unos años en La Laguna y representantes de la Iglesia Católica igual levantaron la voz. En esta ocasión fue durante el 2018 cuando estaba en vías de construcción la fábrica de cianuro de Chemours Company.
Raúl Vera López
En ese entonces acudió el obispo de Saltillo, Raúl Vera López a respaldar al Frente Unido de Pueblos en Defensa del Territorio en su labor para impedir la instalación de la que llamaron una “empresa de la muerte”.
“Cuando los gobernantes hacen tratos con las inversiones que vienen del extranjero están haciendo trata de esclavos, punto. No tenemos nada a nuestro a favor y todo en contra mientras exista este régimen del capitalismo neoliberal”, externó fray Vera López en su mensaje dado a los habitantes de las comunidades aledañas al predio gomezpalatino elegido para instalar la fábrica.
Búsqueda por desaparecidos
La conformación de algunos de los colectivos para la búsqueda de personas desaparecidas en los años de mayor violencia por la guerra contra el narcotráfico no puede entenderse sin la participación y apoyo de algunas figuras religiosas en Coahuila.
El propio informe Formación y Desarrollo de los Colectivos de Búsqueda de Personas Desaparecidas en Coahuila: Lecciones para el Futuro confirma lo anterior y establece que a finales de 2009 fue fundamental la Diócesis de Saltillo para dar vida a Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila.
El Centro Diocesano de Derechos Humanos Fray Juan de Larios hasta la fecha auxilia a las familias para encontrar a sus seres queridos con asesoría jurídica. A lo largo de los 11 años de historia del colectivo las causas del grupo contaron con el respaldo del hoy Obispo Emérito de Saltillo, Raúl Vera López.
“Algunas iglesias de las diócesis de la Iglesia católica han sido fundamentales para la formación de los colectivos de búsqueda de personas desaparecidas en Coahuila, ya que mientras la mayoría de los actores políticos y sociales ignoraron a las familias de desaparecidos, estas diócesis abrieron sus puertas, los escucharon y ayudaron a pensar en alternativas para abordar el problema”, expone el documento publicado en 2018 por el Colegio de México.
La investigación refiere también que los templos y sus representantes no sólo se limitaron a prestar ayuda espiritual a las familias, sino también organizaron las primeras actividades para analizar la problemática y gracias a eso hubo un espacio de convivencia para dar nacimiento a las organizaciones.
Grupo Vida
Prueba de esto lo tenemos en la historia del Grupo de Víctimas por Nuestros Derechos en Acción (VIDA), pues sus integrantes se conocieron en un foro que hubo en la Vicaría Pastoral de Torreón en 2012 para revisar el tema de la Ley General de Víctimas. Un año después organizaron su primera actividad como agrupación.
Los espacios de la parroquia de San José y el propio Seminario de Torreón fueron importantes para las primeras actividades del grupo, además de que con la llegada del obispo Luis Martín Barraza Beltrán se instruyó para que se realizaran ceremonias religiosas dedicadas a las víctimas de desaparición de forma periódica e itinerante.
La problemática también fue acompañada por la iglesia católica en la Región Norte de Coahuila y el informe establece como “un caso importante para la región de Piedras Negras fue la realización de megarrosarios por la desaparición de Gerardo Heath, a los que asistieron miles de personas y que sirvieron para unir a la población y visibilizar el fenómeno de las desapariciones”.
Derechos humanos
Sin embargo, la defensa de los derechos humanos también ocupa una parte de la agenda de las dos principales diócesis de Coahuila. En el caso de Saltillo cuentan con el Fray Juan de Larios y también en el 2002 fue fundada la Casa del Migrante en esa ciudad bajo el acompañamiento hasta el año pasado de Pedro Pantoja, sacerdote reconocido por su labor en defensa de los viajeros y que falleció el año pasado por covid-19.
En el caso de Torreón, existe desde abril de 1999 el Centro de Derechos Humanos Juan Gerardi con sede en la parroquia de San Judas Tadeo y cuyos colaboradores han vivido episodios negros durante la época de mayor inseguridad en la región porque sus instalaciones fueron allanadas por soldados y policías en al menos dos ocasiones
Otro de los espacios que brinda apoyo a los desplazados es el Centro de Día para Migrantes "Jesús Torres Frayre", ubicado en la colonia Las Julietas donde hay un flujo regular de viajeros a lo largo del año. El espacio brinda alimentación y asistencia a este sector de la población todo el año, destacando que ni en plena pandemia suspendió actividades.
Tiempos de pandemia
La pandemia por el nuevo coronavirus que arrancó el año pasado trajo consigo una crisis en muchos sentidos, principalmente al sistema de salud y para sus trabajadores que están en la primera línea de combate.
La contingencia sanitaria llevó a que los templos y parroquias de las diócesis se cerraran, pero en algunos casos sus sacerdotes supieron trasladar hacia la virtualidad el mensaje que implica su fe.
Pero también se optó por llevar palabras de aliento a los enfermos y el personal de salud, aunque con la sana distancia marcada por la situación. Fue durante mayo de 2020 que Barraza Beltrán como obispo de Torreón puso el ejemplo y por varias semanas acudió a las afueras de los hospitales que atienden a personas con coronavirus para hacer oración e incluso convocó a una magna actividad a los párrocos de las iglesias cercanas a estos centros hospitalarios.
En sus palabras, fue una manera de acompañar a estas personas en una lucha que es de todos y que si bien no se puede estar tan cerca sí se pueden hacer sentir la fe.
“Queremos hacernos portavoces de la oración de la Iglesia, hacerles sentir al personal de salud que estamos orando por ellos y creemos que le da más fuerza la presencia física. Si algunos les traen hasta música, ¿nosotros por qué no la música de la oración y el aplauso de la fe?”.
Hoy a más de un año de que el covid-19 llegó a La Laguna y México la misma fe católica en esta ciudad hace un homenaje a las personas fallecidas por la enfermedad. El tradicional viacrucis ahora no tendrá a sus miles de fieles acompañando a la escenificación de la Pasión de Cristo, pero los creyentes podrán apreciarla desde sus hogares mediante las redes sociales de la Diócesis de Torreón.
RCM