“Son sus hijos, arañen la tierra. Nosotros tenemos un horario y ustedes son madres las 24 horas”. Esta es una de las tantas respuestas que las autoridades han dado a los colectivos de madres que buscan a sus familiares desaparecidos.
Karla Salazar Serna, investigadora especialista en resiliencia del Programa posdoctoral de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, ha trabajado con cuatro colectivos, más de 180 personas. A partir de este trabajo se genera una vinculación porque son historias y las historias cuando se narran se pueden significar y al resignificarse se genera la resiliencia.
Participa en los procesos de resiliencia, lo genera de manera formal y de manera informal. Durante el covid-19 fue de manera informal.
“Estuve haciendo decenas de llamadas que tampoco me confortaban. Hubo una junta de la brigada nacional de búsqueda de personas desaparecidas donde preguntaron: ‘¿Oigan, qué se ha hecho durante la pandemia, qué han hecho ustedes?”
La posdoctorante del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM señala que la co resiliencia se genera cuando tú también generas tu propia resiliencia.
“Yo sí he sentido la necesidad de generar resiliencia porque me he involucrado mucho en mis investigaciones. Para mi cada persona tiene un nombre y yo sé que he entrevistado a muchas personas pero yo sé quiénes son”.
Incidencia social
Tiene la idea de que no hay que hacer investigación por hacer investigación, “que sea con acompañamiento previo que te permita realmente hacer un trabajo etnográfico propositivo”.
La doctora Salazar acota que en el acompañamiento a los colectivos y a las personas con las que trabaja de manera individual se proveen herramientas para que puedan identificar sus fortalezas en sus propios procesos, pero no nada más enfocándolas a sus capacidades individuales, sino más bien a reconocer que, por ejemplo, la resiliencia es posible. Es un proceso que tiene diferentes aristas y puede desarrollarse a nivel individual, grupal, comunitario e institucional.
En el primer acercamiento hay pláticas, charlas y si es posible se desarrollan talleres para generar las herramientas que generan procesos de resiliencia.
“Aquí las personas tienen que reconocer que el trabajo que ellas desarrollen con pares es lo que les va a permitir continuar las búsquedas. No nada más soportarlas, resistir, empoderarse, sino más bien sobreponerse y poder crear un nuevo proyecto de vida, bajo el eje medular de buscar, de continuar las búsquedas hasta dar con sus desaparecidos”.
Precisa que el proceso de resiliencia no es encontrar el cuerpo, no es encontrar la persona. El proceso les va a ayudar a resistir, a empoderarse, a sobreponerse y a encontrarle otro significado a lo que les pasó, resignificar toda la tragedia, el trauma.
En el artículo “Mujeres que caminan a través de la adversidad. La posibilidad resiliente frente a casos violentos complejos vinculados con las desapariciones en México”, Karla Salazar y el investigador del CRIM, Roberto Castro escriben:
“Para los participantes pertenecer a un grupo genera procesos resilientes, esto sucede por el desarrollo de sentimientos de pertenencia, la potenciación de capacidades, el análisis en conjunto de los problemas y las alternativas para contrarrestarlos; además, la flexibilidad que se promueve para enfrentar circunstancias y acciones de solidaridad”. (https://revistaobets.ua.es/article/view/2020-v15-n2-mujeres-que-caminan-a-traves-de-la-adversidad-la-posibilidad-resiliente-frente-a-casos-violentos-complejos-vinculados-con-las-desapariciones-en-mexico)
Salazar añadió que no se debe retratar el dolor sin pedir permiso. Citó el caso de muchos periodistas y académicos que se acercan a los colectivos sin sensibilidad. El acompañamiento es físico, hay que estar cerca de los colectivos. “Son escenarios muy oscuros”. Ha recorrido Morelos, Nuevo León, Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Estado de México y Ciudad de México.
Entre las vivencias que recuerda destaca cuando vio a uno de los hijos de una buscadora llorar, arrodillarse al llegar a un campo petrolero. “Íbamos él y yo y otros tres compañeros y verlo arrodillarse porque se dio cuenta cuando un compañero le explicó que los desechos que habían encontrado allí de petróleo era imposible analizarlos, si eran humanos o no y verlo derrumbarse cuando dijo: ‘¿qué le digo a mi mamá? ¿Cómo le digo que no voy a encontrar a mis hermanos?’
Los talleres de resiliencia los da en lugares cerrados, donde puede preparar una presentación, generar intercambio de ideas con las participantes. Pero hubo una ocasión en que se hizo a cielo abierto, un curso de resiliencia en el gran Canal del Estado de México, las aguas negras donde yacen restos de personas desaparecidas. Le habló a una colega que hace Danzoterapia “y ahí hicimos unos ejercicios de relajación, les expliqué cómo relajarse en medio del dolor y de la búsqueda, del calor y de la hipertensión. Una de las señoras le dijo: ‘esto que nos acaba de dar es vida y eso es algo que yo no encuentro con funcionarios, no encuentro con colectivos y no encuentro con nadie’.
Pandemia
Con el confinamiento por la pandemia de covid-19 no se quiso quedar con los brazos cruzados. Y llamó a las madres. “Le llame a C. que está en Cuernavaca y le pregunté: ‘¿qué anda haciendo?, va a seguir buscando pero ahorita se me guarda’. Por su parte, L., quien es muy resiliente le consultó: ‘llevamos ahorita siete defunciones por covid, ¿qué les digo? Tú ayúdame’. Karla Salazar le contestó: “No las vas a poder parar, diles que esta semana harás actividad de fichaje”. Y eso es lo que hizo. Crear estrategias para retener a la gente en sus casas, cuando ya no fue posible les pidió que usaran tapabocas y gel. “Se fueron un montón de personas por covid-19”.
Suena en su cabeza una llamada reciente que pide su acompañamiento: “Acaban de matar a mi hermano, estoy en la fiscalía y necesito que me des unas palabras”.
De madres buscadoras a actoras políticas
Yinhue Marcelino Sandoval realiza su estancia posdoctoral en el CRIM, es psicóloga de formación. Trabaja con el colectivo “Regresando a casa” de Morelos. A partir de septiembre del 2020 pudo contactar a las mujeres de este colectivo y entró en el proceso de familiarización, de conocerse con ellas, identificar a cada una de ellas para crear una relación de confianza.
“El tema es delicado, doloroso y no me atreví a hacer entrevistas virtuales, por eso cambié mi metodología en mi trabajo con ellas y mi primer año de estancia posdoctoral más bien fue de reinserción y reconocimiento con este colectivo. A partir de ahí hemos trabajado desde la investigación la acción participativa, donde hago un trabajo de acompañamiento. Mi involucramiento ha sido gradual”.
Siempre se debe tener la claridad con ellas del por qué estás ahí, la cuestión académica. Ahora las acompaño “desde este pensamiento y sentimiento de la empatía, de la solidaridad. Estar ahí con ellas, acompañándonos y abrazándonos en los momentos que son necesarios”.
Afirma que el primer tema del proyecto fue sobre la participación política. Cómo se van reconfigurando como actoras políticas. “Salen de sus casas para convertirse en denunciantes de una realidad, denunciantes de una situación dolorosa que les atravesó la vida, que les cambió. Pese a este dolor son capaces de estar ahí, al frente, exigiendo y estar gritando sus consignas”.
Se ha involucrado en muchas de las actividades que le han permitido y solicitado: internas, organizativas, apoyar en bases de datos que requieran o algunos datos concretos que necesiten saber. “Mi acompañamiento ha sido así, desde lo que ellas necesiten sin la pretensión de ser la experta o la psicóloga. Yo soy psicóloga de formación. Me he guiado por esa metodología o esta forma de caminar con los grupos con quienes estoy y creo que así ha sido mi forma de trabajo. También he trabajado con niños de comunidades de Cuernavaca y siempre ha sido, de acompañamiento y de alguna forma también de análisis cuando se puede. Cuando ellas mencionan algún dato curioso o que me llama la atención sobre la realidad, por ejemplo, cuando dicen: las autoridades nos están dando atole con el dedo, trato de ver qué es lo que quieren decir. ‘Cuando las autoridades nos invitan a talleres de sensibilización. ¿Y quiénes nos los van dar? ¿Ellos?’ Cuando ellas reflexionan ese tipo de cosas es un análisis mucho más fino, aunque a veces no lo perciben. Ahí aprovecho para hacer un poco de trabajo reflexivo o más de cuestionamientos, de lo que están diciendo o de lo que en ese momento están iniciando”.
La becaria del Programa de Becas posdoctorales en la UNAM del CRIM y asesorada por la doctora Mercedes Pedrero Nieto, identifica que hay un proceso de conciencia. Es un colectivo de aproximadamente 20 personas que están trabajando de forma activa. Ellas han entendido que también su involucramiento en el colectivo es diferente, respetan los procesos de involucramiento. “No le exigen a la otra que deba o que tenga que estar en las mismas condiciones o hacer las mismas tareas que otras, porque ellas también entienden que no todas están preparadas para todo y no quiere decir que no lo harían”.
Recuerda un ejemplo, una experiencia reciente fue durante el proceso de innovación que gestionaron ellas en los Semefos de Morelos: Cuautla, Jojutla y Cuernavaca.
“En esta acción tenían como actividades principales: estar afuera de la fiscalía esperando la llegada de nuevos familiares y apoyarlos, ya sea que tuvieran una carpeta de investigación avanzada o que no se animaran a hacer la denuncia de hechos. Otra acción era vigilar en el circuito cerrado lo que estaba pasando en una zona cero. El colectivo hacía registros de lo que los peritos realizaban. “Aquí por ejemplo fueron mujeres que ya tenían más capacitación y la fortaleza para ver cuerpos desmembrados o en proceso de esqueletización. En la zona cero tenían que estar de ‘hombro a hombro’ con los peritos dentro de la mesas donde los peritos realizaban las pruebas. Eran tres secciones que no todas estaban preparadas para estar y entre ellas se acompañaron y se fueron jalando, se fueron comprendiendo”.
Le pidieron que hiciera las entrevistas cuando las familias entraban, acompañó a los familiares a ver los catálogos de fotografías en las fiscalías. Ha planteado su relación con ellas desde la horizontalidad, “no soy ni la doctora, ni la maestra, soy Yinhue, quien llega a tratar de entender lo que están viviendo. Creo que desde ahí he sido lo más clara y genuina. Los días que trabajo con ellas son los días lunes y uno que otro día de la semana cuando realizan sus actividades”. Los lunes el Colectivo organiza una conferencia de prensa afuera del Palacio de gobierno de Cuernavaca, donde plantean sus diferentes demandas, entre ellas los procesos de Jojutla y Tetelcingo. Exigen la identificación de los cuerpos y el Banco de Pruebas Genéticas.
Hay también un espacio de convivencia con ellas, desayunan, platican. El punto de socialización y de encuentro se da en la cocina, en el almuerzo.
“Platicamos de lo que nos pasó en casa, cómo nos sentimos, lo que ellas están demandando y cómo nos sentimos. Saben que soy psicóloga, yo estoy ahí para escucharlas. Una de las tareas fundamentales que tenemos como psicólogas también es la investigación, que a veces se nos ha olvidado o hemos dejado de aprender a escuchar. Ha sido un ejercicio muy crítico para mi profesión y también un ejercicio de mucho compromiso político esta parte de la escucha y del estar con ellas, desde luego, y después el acompañamiento, también lo voy haciendo de manera diferente, de acuerdo a lo que yo identifique”.
Se conocen muy bien, si ve a alguna más callada trata de estar más cerca de ella, que sepa que está allí. Entre semana trata de enviarles mensajes, “por lo menos a quien yo haya visto que está más cabizbaja o sacada de onda o enojada. Vas identificando las miradas, sabemos que entre todas nos vamos a apoyar. Yo tengo este privilegio de la academia y que me ha permitido estar ahí”.
Le han comentado de las malas experiencias con muchos de los psicólogos con quienes han trabajado. Cree que está muy relacionado obviamente con la parte formativa, o sea, cómo se están formando a los psicólogos dentro de las Universidades, “con qué habilidades salimos, con qué conocimientos salimos, en este sentido de la sensibilidad, esta sensibilidad social que de pronto parece que dejamos de lado”.
Agrega que el abrazo en estos momentos y ante el confinamiento ha sido fundamental y clave para que ellas se sientan reconfortadas. Acota que como psicólogos están limitados. “Puedo ser empática pero no puedo describir este dolor, entre ellas el confortamiento es diferente, hay una conexión inmediata. Ellas reconfortan a las nuevas familias y yo nada más las acompaño, en este acto amoroso, genuino y de solidaridad. Entre ellas sí saben de qué están hablando, sí pueden entender sus dolores. Nosotros los describimos y nos aproximamos”.
ledz