El sonido de las 28 fichas rectangulares al hacer la sopa sobre la mesa de lámina, es el comienzo de la partida de dominó, cada jugador toma las siete negriblancas, su cara se torna dura, sin gestos, para no delatar su jugada, esa es su ventaja.
Cada momento del juego es seguido al detalle, tanto por aquellos que esperan se desocupen espacios en las mesas, como por los que solo van a ver, como Juan Contreras Delgado, de 63 años de edad, quien dice que solo está ahí porque va a pasar el rato, se le nota emocionado al momento en que una jugada determina al ganador, y así como él, la mayoría de los presentes no escapa al estallido de adrenalina que produce el cierre de una partida en la que se ha hecho una importante apuesta.
Las partidas continúan y a medida que transcurre la tarde, la mano se va “calentando” y las apuestas suben, ya no solo se juega al “decimal” de a cinco pesos, ahora el “pase” de a veinte es una mejor opción para los más “picados”.
Los de billetes de veinte cambian de mano para pagar por no contar con las fichas necesarias. Las mulas y las blancas aparecen provocando gritos de emociones contrastadas entre quien gana y quien pierde, las mentadas y más groserías no faltan entre amigos, son parte del disfrute del juego.
El punto de reunión
En Matamoros, Coahuila, frente a la Plaza municipal, a un costado de la Presidencia, cada tarde de cinco a nueve, desde hace más de doce años, un grupo de amigos fanáticos del juego de dominó, se reúne en torno a tres mesas para cuatro jugadores cada una.
Ahí cada uno exhibe sus habilidades y estrategias en el juego, algunas adquiridas desde casa como dice Tacho, de 66 años, quien recuerda que su padre fue quien lo enseñó a jugar, como a muchos, “ya las mañas las aprendí en los billares y cantinas”, dice entre risas.
La mayoría de los participantes acuden a este espacio desde hace años, como Juan Reyes, quien recuerda que antes las partidas se hacían en el kiosco de la Plaza de armas, y que ahí se reunían hasta tres o cuatro horas.
“Se ponían las mesas en el kiosco, luego a un lado y después dijeron que dábamos mala imagen ahí en la plaza diciendo palabrotas y que parecía cantina, nos reubicaron aquí en la sombrita que nos da la cancha y la Presidencia”.
Todos tienen oportunidad
El juego no distingue la clase social, ni edades, pues como dice Miguel, comerciante de 50 años, “todos los que vienen es porque buscan una manera de pasar el rato y divertirse, no somos tahúres ni jugadores pro fesionales”.
En el lugar lo mismo se encuentran profesionistas jubilados y en activo, comerciantes, jornaleros, taxistas y demás aficionados.
“Después de jalar pues buscan distraerse sanamente de sus actividades cotidianas, si se apuesta, pero cada uno a sus posibilidades, desde un peso y hasta veinte, nos gusta jugar, todos ganamos, nadie pierde”, dijo Miguel.
Los que se levantan de la mesa son reemplazados por los que ya esperan ansiosos su turno. Manuel Viesca comenta que de la mesa hay que levantarse a tiempo, “no es bueno apostar si se tiene una racha perdedora, aquí venimos buscando la convivencia, el desestrés, lo que nos saque de las preocupaciones”.
Mientras unos dicen que lo hacen para estar un rato con los amigos y convivir, otros como Luis, de oficio taxista, dice que el juego le parece un ejercicio mental que lo ayuda a mantener su cerebro activo, y que leyó por ahí que actividades como esta le ayudan a evitar enfermedades como el alzheimer.
“No hay otro espacio público en el que se haga esta actividad, la gente se la pasa viendo la televisión”. Roberto Martínez dice que la gente muchas veces los ve mal, porque dicen que pierden el tiempo jugando, o que son viciosos del juego.
“Nos dan permiso de jugar aquí en este lugar y pues aquí no se consumen ni alcohol ni drogas, a veces hasta dicen que somos huevones, y muchos ya venimos del trabajo a jugar un rato”.
Jesús Manuel Soto, profesor jubilado, afirma que le gusta entretenerse en el juego y que lo practica desde joven, “jugaba en las cantinas con la raza, los amigos, luego se abrió aquí la oportunidad y nos la pasamos a gusto echando la botana”. Cerca de las nueve de la noche la visibilidad es poca y la jugada se sustituye por la amena plática entre amigos, al fin de cuentas el objetivo es la convivencia.
Don Roberto Martínez, doce años en la jugada de dominó
Roberto Martínez Ramírez, tiene setenta y cuatro años y es originario de Matamoros, se dedica a recolectar envases de plástico, vidrio y cartón para reciclaje por las mañanas.
Durante la tarde es el encargado del mobiliario que se usa en las jugadas de dominó a un costado de la Presidencia, desde hace más de doce años, por lo que en su triciclo transporta cada día tres mesas y doce sillas de plástico, que afirma le fueron regaladas por varias personas, también lleva los dominós. Don Roberto llega a las cuatro de la tarde y se va hasta que terminan de jugar.
Por cada silla cobra diez pesos, si le va bien dice que puede ganar 120 pesos en un día, con los que se ayuda para sostener su casa en la que habitan su esposa y dos nietos que tiene a su cargo, quienes de vez en cuando le ayudan para movilizarse, ya que tiene una enfermedad que le dificulta caminar.
EGO