En completa soledad y abandono de su familia, a la cual no ve desde hace más dos años, don Ignacio Huerta Rodríguez de 70 años, vive con el vicio del alcohol, y pasa días y noches deambulando en pasillos de la Plaza de Armas y diferentes sectores de la ciudad de Torreón.
El señor que se desenvuelve con un diálogo fluido y educado, señaló que no siempre fue así, ya que en un tiempo y luego de graduarse de la escuela Comercial Treviño, tuvo su buena época al encontrar un trabajo en la institución crediticia Banrural, lo que combinaba aún en la institución educativa realizando trabajos de escultura a base de yeso, donde apreciaban su labor por hacer todo tipo de réplicas.
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Bonitas experiencias se fueron acumulando al paso de los años y logró formar una familia con su mujer, dos hijas y dos varones, para luego trasladarse a la ciudad de Guanajuato, donde trabajo tiempo suficiente para tener lo esencial y vivir de manera digna.
Una enfermedad en el corazón de su esposa complicó la situación, por lo que tuvieron que regresar a la ciudad de Torreón, y a la edad de 60 años fue difícil encontrar un empleo, por lo que la situación económica se fue agravando y cada uno de sus hijos comenzó su vida familiar, para alejarse de manera paulatina.
Desafortunadamente y como una pésima solución a sus problemas, muy tarde se dio cuenta que ya era un enfermo por alcoholismo, lo que le llevó a la separación con su esposa.
Hoy en día ya son 10 años los que transcurrieron y que lo mantienen inmerso en el vicio y alejado de su familia, lapso en que deambula sin tener un lugar y techo para dormir, por lo que cada noche busca descansar bajo una banca de la Plaza de Armas, donde sufre de las inclemencias del tiempo como lluvia y bajas temperaturas.
"Para sobrevivir pido ayuda de transeúntes y voy algunos comercios de venta de comida, donde ya me conocen y me dan el taco que agradezco a cada uno de ellos, porque sé que aún existen esas buenas personas que apoyan sin esperar nada a cambio".
Nacho, como es conocido, dijo que pese a su precaria situación y pobreza por la que atraviesa no roba a nadie, y cuando le va bien en el transcurso del día con la recolecta de monedas que le dan, acude en busca de aquellas personas con mayor edad, que también son de la calle o indigentes, y les ayuda con unos cuantos pesos para que compren comida.
"Sabes yo aún tengo la fortaleza para caminar y le doy gracias a Dios por ello, en ocasiones junto latas, botellas de plástico y con gusto se las regalo a quienes de eso se mantienen con su venta y que enfrentan mayor problema por su avanzada edad o que no tienen la dicha de poder moverse, situación que me hace feliz el compartir algo día con día".
Agregó que el dar sin esperar nada a cambio, tener fe en el creador, brinda paz y reconforta al grado de que todo se regresa, por lo que seguirá dando un poco de lo que a él le dan personas caritativas.