A alrededor de las 19:00 horas de este jueves, un camión de migrantes llegó a la ciudad de Durango para dirigirse al Instituto Nacional de Migración (INM). El vehículo, rentado por el INM, se estacionó y descendieron los viajeros, quienes se sorprendieron al ver que los duranguenses los recibieron con bolsas de ropa para el frío, comida y hasta juguetes para niños.
Los migrantes originarios de Haití, África y Centroamérica viajaron desde Tapachuila, Chiapas a Durango, en donde los locales les proporcionaron pan y comida caliente.
En días anteriores diferentes dependencias como la directora de Servicios de Salud y el subdirector asistencial del DIF municipal, afirmaron que tanto las instalaciones del INM del estado como los albergues de la ciudad están saturados.
Por medio de un comunicado INM se informó que desde el 21 de noviembre a la fecha se han entregado cerca de mil 300 tarjetas para los extranjeros que solicitaron regularización en México.
Estatus legal de inmigrantes es incierto
La calle Belisario Domínguez en el barrio de Analco, en la ciudad de Durango, luce como cualquier día. Pero si se observa bien en las banquetas, entre los autos estacionados, jóvenes mandan mensajes por sus pequeños teléfonos celulares mientras otros platican. Además de la última caravana que llegó la tarde de este jueves, desde hace varios días han arribado distintos grupos de migrantes. No se tiene una cifra exacta de cuántos se encuentran en la ciudad.
Mientras uno avanza por la pendiente de la calle, en la zona para aparcar del Instituto Nacional de Migración (INM), sillas colocadas para apartar el cajón son utilizadas por haitianos, principalmente. Algunos recién llegan; se percibe porque usan vestimenta para clima tropical y usan sandalias. Los otros, ya con sudaderas o chamarras porque en Durango persiste un clima difícil y muy diferente al que están acostumbrados.
Entre francés y portugués se dan a entender con la dependienta de una tienda cercana. El nombre de los productos lo saben de memoria. Luego regresan a las inmediaciones de las instalaciones de INM a esperar que les regularicen su situación legal, pues se encuentran acá por lo complicada que es la vida en Haití.
Uno a uno van llegando al INM y entran por la única puerta habilitada, porque la de la cochera se encuentra cerrada. En la ciudad capital llegan a dos puntos principales: las oficinas del INM y al albergue Juntos por Durango, que se encuentra cerca de la Central de Autobuses, mismos por los que viajan los inmigrantes de Centroamérica, Haití e incluso de África.
Evitan cruzar Tamaulipas
En una combinación entre español, francés y portugués platican con la gente de Durango, aunque prefieren mantenerse apartados. Hablan que a pesar de los días en la ciudad, todavía no se les entrega el documento de regularización humanitaria. Es por eso se mantienen en el lugar, porque según las autoridades de migración se encuentran otorgados ya mil 300 documentos, pero aún falta una cantidad considerable de personas.
Pero están a contratiempo: requieren que su situación se resuelva a la brevedad debido a que los recursos económicos con los que viajan se agotan con rapidez.
La ruta para llegar a la frontera de Baja California es más larga por Durango, pero prefieren este camino porque no desean cruzar por Tamaulipas, aunque más recorrido implique más gasto económico. Sin embargo, consideran bueno estar en Durango aún y cuando los trámites sean tardados.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) acudió para llevar agua y fruta. Al recibir el alimento, el semblante de los beneficiarios cambió pues así sería más llevadero el rato mientras se encontraban a la espera de los documentos necesarios para seguir su paso, dijo Marco Antonio Güereca, presidente de la CEDH.
Duranguenses muestran solidaridad
Al medio día de este jueves ciudadanos locales apoyaron a los extranjeros que se encuentran en la entidad a través de la donación de grandes cantidades de ropa y repartiéndola a quienes residen de manera temporal en las instalaciones del INM.
Antonio Güereca comentó que es una de las muestras de apoyo que los ciudadanos brindan a los migrantes, quienes se encuentran en situación vulnerable.
“En lo que hemos llegado aquí han arribado gran cantidad de vehículos a bajar y apoyar con ropa. Creo que ese es el mensaje que tenemos los duranguenses, siempre nos hemos caracterizado por ser un pueblo hospitalario y solidario con la gente que más lo necesita. Estos migrantes están de paso y hay que protegerlos y cuidarlos. No tenían agua, porque sí les dan pero se les había acabado, por tanto dotamos de agua y de alimento. Pueden ver una gran cantidad de niños y niñas”.
Sin estrategia para atender
Alicia Gamboa, diputada del Partido Revolucionario Institucional dio a conocer que no se cuenta con una estrategia para atender a los inmigrantes que se encuentran en la ciudad de Durango.
La entrevistada comentó que algunos haitianos, africanos y centroamericanos ya se encuentran dispersos en diversos puntos de la ciudad, por lo que consideró que la situación se encuentra fuera de control. Y es que lo se que está viviendo en el estado es un hecho atípico, pues regularmente los viajeros utilizaban el estado como un canal de paso y no como un lugar para intentar establecerse
Darío, delgado y jóven, camina por la calle Belisario Domínguez para dirigirse a la tienda a comprar leche para su hija. Darío recién arribó a Durango junto con su esposa e hija, como muchos de los que han llegado a la entidad.
Su prioridad es contar con el documento de regularización humanitaria para poder viajar con tranquilidad por México. A diferencia de otras migraciones, no se arriesgan tanto; la familia de Darío viaja en camiones de ruta. Para él, administrar bien sus recursos es importante para no pasar hambre o complicaciones.
Éxodo forzado de Haití
Cuenta que su pequeña muy poco conoció de Haití, puesto que tuvieron que salir hace tiempo de la isla caribeña.
La palabra “complicado” resume el éxodo forzado por las condiciones imperantes en Haití desde hace algunos años. No desean recordar que algunos de sus paisanos no lograron llegar a este punto de la ruta. Dice que fueron tres meses para llegar desde Brasil a Tapachula, Chiapas, evadiendo rutas peligrosas para ellos; una de ellas es el estado de Tamapulipas.
Enmudece un poco y solo atina a decir: “Sí, sí” y dobla la vista a otro lugar. Tiene prisa por irse, prisa porque le entreguen el documento y avanzar en el camino. Prisa por alimentar a su pequeña de 4 años.
Darío habla por un teléfono celular amarillo. Es una posesión preciada para mantenerse comunicado con sus padres fuera del país. Observa con detenimiento los mensajes para después sentarse en la banqueta para que una camioneta eclipse los rayos del sol.
Expuestos a innumerables riesgos
Durango, a pesar de lo tardado del trámite, es un lugar sencillo para ellos y prefieren esa ruta que pasa por Tamaulipas. Una prima suya ya alcanzó los Estados Unidos y espera reencontrarse con ella. Su intención es llegar al otro lado de la frontera, trabajar y pagar el viaje de su familia por lugares y caminos seguros, como lo puede ser trasladarse en camiones de ruta comercial.
Darío afirma no estar acostumbrado al frío y ahora, en lugar de huaraches, porta unos tenis desgastados, pero al final se encuentra contento dentro de la premura de ser un extranjero en un país lejano al suyo y al que no puede regresar. Los compañeros de viaje son importantes para él —por eso los mira mientras platica—, porque otros han quedado en el camino debido a los peligros inminentes de la travesía como lo son la falta de servicios médicos adecuados, escasez de recursos, discriminación, asaltos, abusos y otras violaciones a sus derechos humanos.
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