En el mes de diciembre María Estela Briones Martínez cumplirá 61 de edad pero la nieve que vende todos los días en la plaza, dijo, tiene más de setenta años porque se trataba del medio de sustento de su suegro, quien la ofreció a la población durante décadas. A la hora de pasar la estafeta, fue doña Estelita quien la recibió con orgullo y también quien la ha pasado a su vez a una de sus hijas.
“Mi suegro trabajó sesenta años y yo ya tengo 16 años haciéndola, todos los días o cuando se puede porque las veces que hace frío o llueve ya no vengo, esas son mis vacaciones. La nieve se hace a mano y a diario, son al menos veinte litros. Yo me levanto a las siete de la mañana pero preparo desde la noche porque luego está la leche caliente”.
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Doña María Estela es una mujer de bajita de estatura pero con una fortaleza extraordinaria, es así como se explica que por la mañana abra los litros de leche y los deposite en la garrafa con otros ingredientes y comience un movimiento rudimentario y efectivo que permite que el cilindro gire en el interior de un barril cargado de hielo y sal que va enfriando la mezcla líquida hasta convertirla en nieve.
“Mi nieve se hace a mano y al bote se le echa todo, lleva pura leche, color y sabor. Ya no conseguimos leche local, pura pasteurizada, me compro los litros y comienzo a mover la garrafa hasta que comienza a cuajar la leche; cuando hace frío hasta dos o tres horas, lo más tarde, pero cuando hace calor hasta cuatro. A mí me ayuda mi esposo porque yo preparo todo y él cuando está en la casa, él la hace, pero cuando no está la hago yo, sí es pesado”.
Estelita tiene una hija que trabaja en la farmacia, pero dice que cuando le toca el turno de la tarde, la chica le ayuda a preparar la nieve que se pone a la venta entre la una y dos de la tarde en la plaza principal, frente a la parroquia de San Antonio de Padua.
“Si no termino de vender mi nieve yo me voy oscureciendo, a la hora que sea porque digo: Ya es la hora del elote, ya me voy. Agarro la nieve y la meto a un congelador. Aquí vendemos vasitos desde los diez pesos porque hace poquito abrieron esa paletería pero de todos modos nos busca la gente de fuera porque vienen de Durango y viene un ingeniero de Torreón que se lleva toda la garrafa en puros litros; él me habla y me dice que va a pasar por tantos litros y pos ya se los tengo temprano y me pongo a hacer la mía en la tarde, y hay veces que para una piñata nos piden una garrafa igual; mi hija va y deja la garrafa y yo me pongo a vender”.
A sus casi sesenta y un años de edad, María Estela Briones Martínez, sabe que la tradicional nieve de garrafa que vende no está en riesgo porque la receta y la forma de producción ya la conoce su hija más grande, porque a la más pequeña no le interesó el negocio, así como una nuera que hace cinco años quedó viuda y se le compartió el oficio que le ha servido para sostener su casa.
“Mi nuera está igual que yo, en la calle, ella está por el mercado, allí se pone. Hay dos puestos originales, y mi hija cuando no tenía trabajo estable, se salía a la calle a vender. Aquí la nieve siempre ha sido de vainilla con el ingrediente extra que es la pasa. Aunque viene la gente y me cotorrea y me piden: Una nieve con cucaracha, o una nieve con moscas, y así se la llevan, pero luego preguntan: ¿Es la nieve de don Lalo? Y les digo que no porque la nieve de Don Lalo no hay, ahora es la mía, es la nieve de Doña Estelita”.
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