Para los últimos días de septiembre ya se siente mucho más frío en el campo que en las grandes ciudades, por lo que Lupis y Rocío salen de sus casas bien abrigadas y con lonches a las 7:45 horas. Rocío cuenta con dos hijos y empezó trabajando como cribera de nuez en Nazas, Durango hace unos 14 años gracias a que su esposo es el encargado de una labor y la invitó.
En las tardes vende churros y dulces. Lupis tiene 38 años y cuatro hijos de 20, 15, 13 y 8 años de edad respectivamente.
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“Yo comencé a trabajar en la nuez hace apenas tres años, porque me invitó Rocío y empecé con el señor Jesús”, comenta Lupis.
Ambas son muy amigas. Sobre la forma en la que cambia su rutina en esta temporada y cómo la complementan con las labores de casa, Lupis narra que se tienen que despertar antes de lo normal.
“Me levanto a las seis de la mañana para hacerles lonche a mis hijos que van a la escuela, preparo el lonche mío y pues ya nos vamos a trabajar. En la tarde llegamos a comer, descansar un rato y a hacer la limpieza a esa hora”.
En cambio, para Rocío es diferente al tener hijos de mayor edad.
“Yo estoy sola con mi marido aquí en la casa. Ya mis hijos uno trabaja y el otro está estudiando. Yo me despierto y hago el lonche, llego de allá de trabajar y hago de comer para recoger y preparar la venta de dulces y churros de la tarde. Mi esposo ahorita es el encargado de la labor de mi hermano”.
Entre risas, conversaciones como si no se vieran diario y cumbias al aire libre que parecen marcar el ritmo de sus manos al limpiar la nuez, las dos tienen ojo de águila para distinguir las banas y las nacidas.
“Lupis y yo nos llevamos muy bien y nos la pasamos muy agusto. Limpiamos la nuez en las cribas, la separamos de las hojas, seleccionamos la nuez nacida, la nuez quebrada, las vanas y la de calidad pues las ponemos en las arpillas, que pesan entre 40 y 45 kilos”.
En promedio la jornada es de seis horas y la paga para las criberas ronda entre los 300 pesos:
“Yo lo ahorro y ya compro algo que me hace falta después”, dice Rocío. Por otra parte, Lupis responde entre risas que ella se lo gasta en el momento comprándole a sus hijos zapatos, ropa, o lo que les haga falta o traigan ganas.
“Es cuando aprovechamos y mientras podamos ahí vamos a estar. Al cierre en el lugar que trabajamos nos hacen una comida, una despedida. Nos sirve, nos distraemos, nos gusta lo que hacemos y ganamos dinero”, concluye Rocío.
“A mí me gusta trabajar. Trabajar en eso no se siente tan pesado, piensas que no es un trabajo de mucho estrés porque nada más es una temporada. Luego se termina y sigues descansando. Por eso yo me animo a trabajar ahí”, finaliza Lupis.
Don Manuel tiene 50 años de edad y lleva la mitad de su vida subiéndose a los nogales a garrotearlos; cuando no es octubre se desempeña en la labor de Chuy.
Su jornada empieza a las 8 de la mañana, a las diez almuerzan todos juntos y a las 14:00 horas salen. Eso sí, la música está presente todo el día. Si algo caracteriza a Manuel es su espontaneidad y habilidad para hacer reír a los demás: puede estar garroteando un árbol de 15 metros de altura y desde arriba se escuchan sus cantos y chistes a Beto, otro compañero al que suelen “traerse de cotorreo”.
De acuerdo a su experiencia, la cosecha va bien con mucha producción y de calidad. Este año ya es el último de Don Manuel como garrotero, pues ya le pesan las rodillas, “voy a seguir ya si tanto riesgo aquí abajo en la criba o de mallero. Ya me canso”. Jesús describe la agricultura, y en especial la cosecha de nuez, como un trabajo noble y satisfactorio.
cale