Tengo entre las manos el acta de defunción de Ediberto Valle Pérez. Murió a destiempo. La muerte no es natural para un niño al que su madre, Carmela Pérez, no alcanzó a festejarle su segundo cumpleaños.
En el acta de defunción se lee que Ediberto falleció por “desnutrición severa” el 21 de mayo del 2017, en el municipio de Ocotepec, Chiapas, una de las localidades de la Cruzada Nacional contra el Hambre con un grado de marginación “muy alto”.
Carmela es una indígena zoque de 41 años. Habla muy poco español. Es campesina, delgadita y pequeña de estatura. Representa más años de los que tiene, quizás por la mala alimentación y porque ya ha amamantado a ocho bebés.
Nos recibe en su casa. Saca un archivero de plástico azul en donde guarda dos recortes de fotografías de su hijo. En una de las imágenes el niño está vestido de blanco para su presentación en la Iglesia y en otra aparece con su madre, que lo está cargando.
A simple vista no se percibe que fuera un niño con desnutrición: está cachetón, ojeroso, podría decirse que le falta brillo en su cara, pero nada más. Y es que el rostro de la desnutrición en Ocotepec no es el de niños famélicos, con la panza de marimba: hay niños delgados, algunos panzones.
Intento platicar con Carmela a través de su nuera, Francisca, que sí habla español, pero apenas podemos intercambiar algunas frases. Carmela agacha la mirada, cruza sus brazos, la joven me dice que su suegra no quiere hablar de Ediberto… porque “le duele”.
De pobreza a pobreza extrema
Hace frío y los hermanos de Ediberto se amontonan en la cama matrimonial, uno de los pocos muebles que hay aquí. El colchón está dividido en dos por una cobija que cuelga desde el techo: así separan el espacio, porque en esta habitación duermen hacinadas 10 personas.
El cuarto está construido con bloques de cemento, sin puertas, no hay agua, drenaje ni piso firme. El espacio donde cocinan está afuera y lo construyeron con madera. Ahí prenden una fogata para calentarse y los niños pasan el tiempo respirando humo. Con leña cocinan maíz, frijol, algunas verduras y café. En eso basan las dos comidas que hacen al día.
Para llegar a la casa de Carmela hay que pasar un camino empinado y rocoso hacia las afueras de la cabecera municipal. Apenas el 13 de septiembre pasado se mudaron aquí. La casa donde murió Ediberto es otra. La pobreza, el hambre, ya les había arrancado al niño y un día tuvieron que vender su pequeña casa del barrio San Sebastián. Necesitaban juntar dinero para salvar a Francisca, la nuera.
“Me llevaron al Centro de Salud, pero ahí no hay nada y no me dieron nada, sólo un pase para que me llevaran a Tuxtla”, recuerda Francisca. Siendo una niña de 15 años, ya estaba embarazada y a los seis meses de gestación comenzó a sentirse mal: vomitaba sangre y no podía caminar. Con la venta de la casa pudieron pagar 20 mil pesos por los ocho días que Francisca estuvo internada en el hospital en Tuxtla, debido a que le explotó la placenta.
Carmela perdió a su nieto y la familia de campesinos pasó de pobreza, a pobreza extrema. Una familia mutilada de un hijo muerto por desnutrición, a pesar de la Cruzada contra el Hambre que los atendía…
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En este trabajo, que consta de tres entregas, participaron Carolina Torreblanca (Data Cívica); Rafael López Méndez, Vanessa Job, Rafael Montes y Melissa Del Pozo (MILENIO); y Paris Alejandro Salazar, Alondra Olivera, Margena de la O y Axel Chávez (La Silla Rota). Fue coordinado y editado por Sandra Romandía (La Silla Rota) y Juan Pablo Becerra-Acosta M. (MILENIO).
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Mañana, 'La Cruzada desviada, las irregularidades en los recursos de la Cruzada contra el Hambre'
jbh