Manuel comenzó a trabajar desde que era un chiquillo. Siempre descalzo, se probó un par de zapatos hasta que tuvo 14 años. También vendió vidrio y cartón, pero ahora siendo abuelo agarra la troca para mover sandía, pues tiene cuatro nietos y todos están en la universidad.
Manuel Vázquez Vázquez llegó a las meloneras desde temprano y contrario a lo que hacen los demás, decidió respetar el valor del producto, por eso dijo, si vende 200 pesos y de una en una, prefiere hacerlo porque él ya compró y debe sacar ganancia.
“Se batalla mucho para producir y luego vienen las gentes a comprar y la quieren baratísima, un regalo. Mire, yo esta sandía la compré a 1.70 el kilo, ya tengo desde ayer que la compré y ahí está la camioneta llena. ¿Por qué no la quiero vender? porque me la quieren comprar a 1.80. Con 10 centavos, qué voy a ganar. Ni la gasolina, sin contar que le pagué a quien me ayudó a cargar”.
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Asegura que un precio justo para el kilo es de 2.50 pesos. Esta producción es la segunda del año y la primera se colocó en 4 pesos con 20 centavos. El precio se cayó, asegura Manuel, por el 'coyoteo'.
“Andan muchos muchachos que dicen 'págala a tanto, al cabo la van a vender y todos caen'. Dicen que van a controlar la venta con las guías de salida pero a veces las autoridades dicen y nomás no hacen nada y mire, aquí los que mandan son los chavos que andan coyoteando y no lo dejan a uno vender”.
No obstante, Manuel espera encontrar un cliente honesto que piense en que todos deben ganar, porque él compró en una pequeña propiedad, a la vuelta de las meloneras y ahora debe esperar bajo la resolana para tener un golpe de suerte.
“Compré 2 toneladas y medias que equivale, a 1.70 el kilo, como a 4 mil 200 pesos y así como lo veo no estoy sacando los 4 mil, póngale que ya vendí unos 200 pesos porque también por eso estoy aquí, para vender de una bolita y me reditúa un poquito más. De todas maneras es poco.
Con 73 años de edad, Manuel sabe que debe resistir la tentación de dejar ir su producto a ese precio porque tiene cuatro nietos en la universidad y él los mantiene. Sea vendiendo sandías, haciendo casas o como jornalero en los Estados Unidos.
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“Mis hijas se dejaron y ya no quieren nada con los maridos, y menos con la familia ya grande. Cuando termine la sandía yo trabajaré por otro lado porque hago casitas para venderlas en el Infonavit, pero hago de a una por año porque me la pagan, la repongo, compro terreno y la finco y póngale que me queden 150 mil y esos son los que se invierten en los chavos”.
Pensionado luego de trabajar 20 años para Peñoles, no se atiene a ese ingreso pues toda su vida trabajó. Primero como bolero sin tener zapatos, luego juntaba cartón y vidrio en los basureros para sobrevivir. Pero dice que gracias a dios superó la pobreza pues la vida da vueltas, ahora tiene su buena casa.