Fue un jueves, el 26 de agosto de 2004, cuando abrió sus puertas por primera vez El Cerdo de Babel, un concepto de taberna que desafiaba al resto de los negocios de su tipo, pues su concepto era característico y difícil de replicar.
Sin previa estrategia o un prediseño del modelo de negocio, dos jóvenes emprendedores, de 24 y 25 años, en busca de qué hacer con su vida después de egresar de la escuela de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Coahuila, decidieron reunirse una noche con un par de cervezas y emprender lo que hoy se ha convertido en un lugar emblemático en el Centro Histórico de Saltillo y, para ellos, un proyecto de vida.
Jerónimo Valdés Garza y Sergio Castillo Lara, fundadores de este negocio hace 15 años, son ahora también promotores de la cultura al abrir el espacio a las artes visuales e impulsar proyectos de artistas de todo tipo.
“Pensábamos en un cafecito, luego en un billar, fue en una borrachera donde salió el nombre y con la llegada de los clientes fueron encajando las piezas y comenzó a tomar forma el lugar”, comenta Jerónimo Valdés.
El Cerdo de Babel tiene muchos significados, cada cliente le da el sentido que le deja la sensación de acudir a un lugar único no sólo en Saltillo sino en el país.
Del perro, el gallo, fue el cerdo el que quedó plasmado en un escudo con espadas en la entrada de la taberna y en cada rincón de este sitio.
El Cerdo tiene una barra, adecuada a los estándares de las cervecerías en México, pero poco común en los bares, antros y cantinas, pues está diseñada para recibir a aquellos que desean ir a tomar unos tragos sin compañía y tal vez platicar con el de al lado.
“la barra es un lugar donde puedes llegar solo y no te sientes raro o apestado, lo que no es común en la mayoría de los negocios de este giro”, explica.
Todo aquel que quiera disfrutar del Cerdo de Babel tiene que llegar y buscar su asiento, está abierto para todos, no importa género o identidad, gustos o preferencia sexual, joven o viejo, es un lugar incluyente que ofrece respeto a todos sus clientes, porque aquí está prohibido reservar.
Los personajes -algunos políticos- que han intentado apartar o cerrar un espacio privado y especial tienen que -como todos-, llegar y buscar su lugar, porque el trato aquí para todos es igual.
Hace 15 años, el Cerdo comenzó a servir cerveza de barril que sólo se ocupaba en los rodeos de media noche en vasos desechables para evitar riesgos de peleas entre clientes ya pasados de copas.
Pero en este bar las cosas son diferentes, se prohíbe actitudes que puedan escandalizar o alterar a otros clientes, esos no son bienvenidos.
Cuando llegas al Cerdo te encuentras con una música en pleno equilibrio, es decir, que mantiene tu ánimo a un nivel que no ensordece y tampoco aburre, un tono suave para permitir que los asistentes puedan tener su charla.
Hay aperitivos para cenar, y bebidas que pueden ir desde lo clásico hasta lo innovador, pero siempre al alcance del bolsillo de cualquiera.
Un espacio cultural y promotor de las artes
El primer día, como parte del diseño de esta taberna, los propietarios de El Cerdo, pidieron al fotógrafo, Ignacio Valdés, parte de su trabajo para exhibirlo en las paredes, y aunque el objetivo principal de este concepto no era convertirlo en un espacio cultural hoy tienen una agenda llena y una lista de espera de hasta siete meses de artistas que desean plasmar sus obras en los rincones de este edificio de adobe.
En 15 años, artistas reconocidos como Geroca y Alejandro Cerecero, o escritores como Julián Herbert, Alejandro Páez Varela, Carlos M. Valdés, han presentado su obra como parte de las 160 exposiciones en el Cerdo de Babel.
“Somos un espacio con las paredes disponibles para las artes, hemos tenido exposiciones desde artistas emergentes hasta consagrados”, comenta Sergio Castillo.
El Cerdo no se limita a las artes visuales han apoyado proyectos de teatro, música y cine, éste último del que han sido sede de festivales como DocsMx, Ciclo de Cine Mexicano Colectivo, Muestra Intergaláctica de Cine y Ambulante.
Cuenta con un espacio para lectura.
“Estos ejemplares son parte de una donación del programa nacional Salas de Lectura que funcionan como micro bibliotecas, y en el país somos el único bar que ha solicitado ser parte de este programa”, relata.
Sergio y Jerónimo han llevado el bar, taberna, cantina, como usted lo quiera llamar, a otro nivel.
El Cerdo de Babel es un híbrido, porque además de los servicios de cantina, hoy funciona como una Casa Editorial y destina parte de las ganancias a la promoción artística y cultural.