"Ya llegó el camión, chíflale a Pancho, préstame un costal que nomás traigo una chivita. Vámonos a la pisca, al gajo"; frases rurales cuando hombres y mujeres desde temprana hora se preparaban para ir a la pizca de algodón, en los años en que el campo era redituable y la fiebre era del Oro Blanco.
La pizca de algodón en mucho tiempo, fue una de las principales fuentes de empleo en el municipio, toda gente de campo tenía su costal, y su ropa de trabajo para irse a la labor sabiendo que ya había algodón.
Desde antes del mes de Septiembre, la gente, hombres, mujeres y niños, se iban a la pisca para comprar el cambio para la feria y traer dinero para subir a los juegos, para invitarle a la novia un pozole, y otras cuestiones.
Dicen personas que vivieron del campo, ya mayores, que era un deleite andar en la labor, sentir el rocío de la mañana y tomar aire fresco. Para las seis o siete ya tenían la primer vaciada y “la tripa ya sentía el hueco del hambre”.
Luego de echar la pesada principal, unos de hasta más de 50 kilos, los malitos de 10 o 20, ahora si a prender la lumbre para calentar el lonche, que para unos era lo más especial, almorzar en el campo.
Frijolitos, huevito, burritos de harina y que mejor, tostar las tortillas de maíz en las brasas, no podía faltar el café o una coca.
Se comenzaba a sentir el sol y la humedad de las plantas, los niños echaban montoncitos para alivianarle el trabajo al papá, última vaciada. Ya se completó el día, “vámonos que ya salió pa’ las tortillas”.
Así eran los tiempos de pisca de algodón, en el presente, todavía se realiza este trabajo en el municipio, ya no como antes, y las añoranzas de los campesinos, poco a poco van quedando en el olvido.
aarp