La golpiza que sufrió el padre Mateo Calvillo de la Arquidiócesis de Morelia a manos de un sicario del crimen organizado no fue la primera agresión que sufre el clero en la región serrana de Michoacán colindante con Guanajuato.
El padre Raúl Juárez, cura de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en el municipio de Queréndaro y quien auxilió al padre Calvillo tras ser atacado, aseguró que la presencia de bandas delincuenciales en la zona no solo “es una realidad” sino que los religiosos también son víctimas constantes de los sicarios.
“A mí no me han molestado pero sí sé de otros sacerdotes que, no porque sean sacerdotes, sino porque simplemente les ha tocado que les quitan sus carros y cuando saben que son sacerdotes igual les dicen: 'ya te tocaba', 'ya le tocaba, ¡quítaselo!'.
“A la hora de la hora nos tratan igual, no que yo me sienta personalmente amenazado, pero que si me tocara sí sé que me van a tratar igual que a cualquier otra persona porque eso es lo que le han hecho a otros: los golpean y les quitan sus carros y sus pertenencias”, relató a MILENIO el padre Raúl Juárez.
El cura contó lo ocurrido con el padre Calvillo el 29 de junio, cuando acudieron junto con otros sacerdotes a la parroquia de la comunidad en Bocaneo, municipio de Zinapécuaro, a unos 10 kilómetros de Queréndaro, donde se celebró la fiesta patronal de San Pedro Apóstol.
Y es que hace unos tres meses, un ataque del crimen organizado armado en palenque en ese municipio dejó un saldo de una veintena de muertos.
“Después de la misa nos fuimos a comer ahí mismo en un salón parroquial y después de la comida yo ya me regresé a mi parroquia (…) cuando vinieron de parte de la seguridad del municipio a avisarme que había llegado una persona golpeada y que era padre, que preguntaba por mí, que si no podía presentarme.
“Ya me dijeron quién era y fui a la clínica, donde él estuvo siendo tratado de los golpes que traía. Ahí estuve yo con él hasta que vi que ya le controlaron las hemorragias que traía, sobre todo en la nariz, y ahí se quedó a dormir porque también se le subió la presión y tuvo que quedarse para que lo estuvieran controlando”, comentó.
El cura aclaró que el ataque contra el padre Calvillo no ocurrió en Queréndaro, sino que llegó a su párroco a buscar ayuda. “No fue aquí donde recibió esa golpiza, fue en otro lado”, enfatizó.
“Al día siguiente fui en la mañana y me encontré con que ya estaba estable pero sí se le veían los moretones de los golpes y las partes que tuvieron que cocerle por los sangrados y aberturas que tuvo en su cara”, abundó.
A pesar de la presencia, y sobre todo control del crimen organizado en la región, el religioso dijo sentirse “seguro”, “en paz”, y “tranquilo” en el municipio y sobre todo en la cabecera municipal de Queréndaro, pues dijo contar “con la protección de la comunidad”.
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