Gilberto Guerrero Gómez, de 65 años, es un guitarrista de Pachuca, Hidalgo, que cada año acude a cantarle a los difuntos olvidados del panteón municipal, esos que terminaron en la fosa común tras no ser identificados.
Con guitarra y una bocina, recorre la calzada principal del campo santo, cuya fachada es obra del hijo del ex presidente Porfirio Díaz.
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Antes de ingresar a la ampliación del panteón, dobla a la izquierda y hasta el fondo, una reja es lo que separa la fosa común del resto del panteón.
“Cada año venimos a cantarle aquí a los difuntos olvidados, que están en la fosa común que difícilmente alguien venga a aquí a visitarles o traerles una flor o algo”.
El panteón municipal de Pachuca se inauguró en 1894.
Actualmente dispone de 44 mil fosas, de las cuales 33 mil son a perpetuidad y 11 mil son de una ampliación en la que los familiares de los finados cuentan con un período de ocupación de siete años, tras lo cual se deben exhumar los restos de sus seres queridos.
Además, se estima que en el área de la fosa común reposan 20 mil cuerpos.
“Yo les vengo a cantar aquí a los señores que están en la fosa común porque pus o las familias no se enteraron y aquí terminaron o ni ellos mismos saben que están aquí, simplemente un accidente o cualquier situación que a cualquiera nos puede suceder”.
Frente a la fosa común, Guerrero Gómez saca su guitarra del estuche y enciende una vieja bocina, su único parlante, al que coloca en la tierra, junto a la reja de acceso a la fosa común, que está adornada por almas piadosas que colocaron alguna flor o globo para recordar a los difuntos olvidados.
“Todos estamos expuestos y nadie está a salvo de una situación semejante, porque toda vez que uno sale y uno se arriesga, sabe uno que sale de la casa, pero no sabe si regresa y por muy asegurado que tengas todo, un día puedes terminar ahí, por ejemplo”.
Originario de Tempoal, Veracruz, a sus 65 años, don Gilberto hace cada año el mismo ritual, acude a la fosa a interpretarles tres canciones a los difuntos olvidados y después recorre las calzadas del panteón ofreciendo melodías.
“Yo venía a practicar y a traerles un poco de alegría a los difuntos olvidados. Yo también existo y aquí les va una canción, y así practicaba, y hasta que yo siento que me dieron el visto bueno ya empecé a tocarle a los demás que están vivos, porque son los que juzgan más fuerte”.
'Hermoso cariño', 'La Llorona' y 'Un Puño de Tierra', fueron el repertorio que interpretó este año para los difuntos de la fosa común, no hay aplausos, pero el viento remueve las ramas de los árboles que parecen ovaciones a su interpretación.
“Para mí, la muerte es algo que merece mi más grande respeto, porque para allá vamos todos, y gracias a que existe la muerte podemos nosotros ir cambiando a otras dimensiones”.
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HCM