Una caravana discreta se estaciona en la entrada del cementerio. Sólo la familia cercana ha llegado portando flores, conteniendo el llanto y colocándose los cubrebocas. Algunos minutos después llega la carroza por lo cual se retira el candado y se le abre el paso. Los deudos ya han sido enterados de que sólo podrán entrar quince personas a las que se les mide la temperatura y se les ofrece gel desinfectante.
El llanto se derrama mientras se escucha a lo lejos el sonido de la locomotora. El conductor del ferrocarril activa el silbato para avisar a conductores y peatones de su paso y evitar accidentes con fatales consecuencias.
Carlos Álamo es el encargado de controlar el flujo en el Panteón Privado de Torreón y aunque refiere que la población en medio de la pandemia por el coronavirus no ha llegado en masa intentando visitar a sus difuntos, existen problemas cuando llegan deudos embriagados o en sepelio.
“Por ejemplo, ahorita sí comprendió el señor y aceptó que solo pueden pasar quince personas exactamente con cubrebocas y guardando su distancia. Nombre, las autoridades querían que pusiéramos un tapete aquí y pos nomás dígame, qué batidero se hace si esto es pura tierra, lo pondría si fuera un centro comercial porque entras de piso a piso pero hay mucha gente que no entiende”.
Carlos comenzó a trabajar en el panteón desde el año de 1993, sin embargo, fueron primero sus abuelos los custodios de la entrada y luego sus tíos. Si bien emigró buscando mejores oportunidades de vida hacia la frontera, decidió regresar y retomar esta labor que ahora no congrega a las masas en el Día de Todos los Santos.
La pandemia por momentos altera a las personas y Carlos sabe que deberá soportar incluso malos tratos. Cuenta que un día antes llegó una trabajadora de medios y se portó grosera con él porque no pudo aportar información sobre el censo que establece cuántos muertos reposan en este campo santo. Si la oficina está cerrada, sencillamente le refirió que no tenía acceso a ella ni al dato.
“En un entierro pueden pasar quince personas nada más. Ellos determinan quien va a entrar y quien se queda afuera. Las personas van a entrar a pie todas, nadie puede pasar con el vehículo. Estamos atentos porque las personas se brincan. Ahorita en la mañana se metieron dos personas que no les puede decir uno nada. Se molestan, y las unidades nomás vienen y se toman fotos y se van”.
De esta forma se confirma que los uniformados llegan y se toman una foto mostrando la unidad frente a la reja del panteón, quizá como evidencia para sus supervisores o jefes inmediatos, y luego se retiran del lugar.
No obstante, Carlos apuntó que los trabajadores de salud sí realizan sus tareas y están al momento colocando abate para evitar que prolifere el mosquito y se inicien los contagios por dengue.
“Ahorita lo que hay bastante son los casos de dengue y aquí sí vinieron a fumigar. Ahorita que van a entrar ya sabe la gente que son máximo quince personas porque ayer que vinieron a solicitar el servicio yo les informé, pero antier que enterramos a un trailero, vinieron traileros como no se imagina, todos bien tomados, uno incluso me aventó porque no puedo dejarlos a todos pasar”.
En suma, sufrir una pérdida en tiempos de pandemia también implica tener una despedida discreta. Los músicos deberán esperar para que en otro tiempo les puedan abrir las puertas del panteón y poder interpretar las canciones de la última despedida.
“Estos días han sido para nosotros bien peligrosos porque estamos expuestos hasta que nos den de trancazos o que nos esperen en la esquina y hasta unos plomazos nos pongan, porque no sabemos con qué gente nos ponemos”, dijo Carlos Álamo.
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