Yucatán es conocido ante los habitantes de los cinco continentes por sus ciudades prehispánicas mayas, cenotes, su costa “esmeralda”, pero pocos saben que también tiene a una de las familias más pobres de México.
MILENIO acudió a su casa, ubicada en la comisaría de Sacabah Nuevo, en el municipio de Yaxcabá, a unos 170 kilómetros al oriente de la capital yucateca; pero antes de llegar, se cruza por la cabecera municipal, luego la comunidad de Tahdzibichén, todo por carretera.
Al llegar al poblado, todavía hay que recorrer 10 kilómetros de distancia por un “camino blanco”, en medio de la selva, donde habitan jaguares, pumas, jabalíes, pavorreales, venados, entre otros animales salvajes.
Ya en Sacabah Nuevo, se encuentra la familia, que vive prácticamente aislada, pues sus vecinos más próximos viven a 3 mil metros de distancia, al igual que la escuela que se encuentra en el poblado de San Demetrio.
La familia está compuesta por Carlos René Ciau Chi, de 48 años y Liberata Ciau May, 44 años, quienes tienen a ochos hijos: Esteban de 18 años, Margarita de 17, Bartolomé de 15, Miguelina de 14, Felipe de 13, Verónica de 10, Higinio de 8 y Salud Aarón de cuatro años.
Solo Carlos, el padre, entiende el español, habla, pero “mocho”; su hijo Esteban, lo entiende poco y casi no habla. De acuerdo con la publicación del Inegi Panorama Sociodemográfica Yucatán 2022, sólo el 8 por ciento de su población no habla español.
Por su parte, Liberata y sus hijos solo hablan maya; el español no lo practican debido a la poca gente que vive en los alrededores y otros familiares se encuentran en la misma situación. Entre ellos predomina el maya, su lengua natal.
Su casa solo tiene dos cuartos, que fueron construidos por programas federales, en ellos duermen todos, y en una loma, cuentan con una casa de madera y paja, donde está la cocina; en el lugar, sólo se escucha el canto de los pájaros, el arrastre de víboras y pisadas de animales salvajes.
La familia Ciau May, forma parte de las 263 mil 685 personas que viven en pobreza extrema en Yucatán, con un alto grado de marginación y rezago social; y pertenece a los 983 mil 257 habitantes indígenas la entidad, de acuerdo con un informe del 2022 de la Secretaría de Bienestar federal.
“Es el principal problema que se vive en el estado, obviamente se asienta principalmente en las zonas rurales, municipios, incluso hay 33 considerados como los más dañados por la pobreza”, dijo Eduardo Sobrino Sierra, economista y político yucateco.
En Yucatán, habitan 2 millones 320 mil 898 personas, de las cuales, un millón 156 mil 876 habitantes, viven en situación de pobreza.
El municipio de Yaxcabá es habitado por 16 mil 226 personas y 5 mil 759 se encuentran en situación de pobreza extrema de acuerdo con el Coneval; y 288 personas son vulnerables por ingresos.
Sólo 9.7 por ciento, tiene al acceso a agua entubada, y el 3.6 cuenta con un tinaco o albije.
Carlos, quien abrió la puerta de su casa a MILENIO, trabaja en ocasiones en un rancho ubicado a cinco kilómetros, aunque el pago es poco “está dando allá, el señor mil 200 pesos a la semana, sacar poquito para la comida”, explicó Carlos, quien trabaja actualmente en la exploración de un cenote y parador turístico rural, a unos tres kilómetros de su vivienda.
Cuando no hay trabajo, se dedica a cazar venados o jabalís, para llevar alimento a su familia.
Por esto, Carlos y su familia también se encuentran en la estadística de las 557 mil 373 personas que tienen carencia al acceso a una alimentación nutritiva y de calidad, así como otras, donde los números no son positivos para ellos.
Actualmente, ni el gobierno municipal, encabezado por Genri Alberto Pacab Herrera, ni el gobernador Mauricio Vila Dosal, les brinda alguna ayuda por lo que tienen acceso a los servicios de salud básica.
El jefe de familia explicó que llevan casi 27 años viviendo en medio de la selva, porque ha sido difícil salir de ella, por falta de recursos, no tienen dinero ni para tomar un camión e ir a otro poblado “grande” en busca de un empleo.
Su esposa, Liberata, nació en el municipio de Tahdziú, también uno de los ayuntamientos más pobres de América Latina. Sus hijos nacieron en su casa, con ayuda de comadronas, solo el menor, Aarón, llegó a la vida, en el centro de salud de Tahdzibichén, por eso sus padres, lo registraron como “Salud Aarón”.
Melba Rosana Gamboa Ávila, quien fue alcaldesa en el periodo 2012-2015, en aquella época, los ayudó de forma personal pues, Carlos y Liberata no contaban con la identificación del INE, por lo que los llevó ante las autoridades electorales para registrarlos.
Además, cuatro de sus hijos no estaban inscritos en el Registro Civil. Esto complicaba que pudieran acceder a programas sociales de alguno de los tres niveles de gobierno.
En su casa no cuentan con servicio de agua potable, ni energía eléctrica, poco saben qué es un teléfono celular, una computadora u otros aparatos tecnológicos. No hay clases virtuales, no hay servicio satelital de internet, ni televisión.
Los hijos mayores, Esteban y Margarita, solo tienen estudios hasta secundaria, los más pequeños dejaron de acudir a la primaria debido a que fueron suspendidas las clases por la pandemia del coronavirus, y no han sido reactivadas.
“Pues ahorita no, el (sic) escuela está allá y ahorita no hay maestros (en San Demetrio) solamente, acá, no hay”, dijo el padre de familia.
Cuando tienen, comen un promedio de cuatro kilos de carne y 10 kilos de tortilla, pues en ocasiones logran cazar un venado o jabalí.
“Hay un poco de dinero, hay un poco de maíz, solo alimento, frijol, es todo para mi casita”, dijo Carlos.
La familia cocina en un fogón, alimentado por leña o carbón, o en ocasiones, se van con sus familiares a San Demetrio, y allá, preparan su comida.
También son pocas las ocasiones que pueden bañarse, debido a que tienen poco acceso al agua de pozo y a una barra de jabón.
Con esta realidad, Carlos hace una petición: “Pedirle al Presidente un poco de ayuda, una bomba, machete, hacha, así para chambear”.
La familia tiene una moto vieja, que en ocasiones la utilizan para hacer viajes de emergencia a Tahdzibichén para pedir ayuda a las autoridades municipales.
Para Eduardo Sobrino Sierra, economista y político yucateco, las autoridades estatales, le han quedado a deber mucho a esta familia y a otras más, debido a la falta de sensibilidad para atender la pobreza extrema.
“Si no lo entiendes, no lo atiendes, si tú, tienes una enfermedad y no la aceptas, no la atiendes, la pobreza es una enfermedad, entonces tienes que ver cómo la vas atender (...) o si te niegas, no te importa atenderla, bueno se va a seguir agravando”, finalizó.
En cuanto a la pandemia, la familia manifestó que poco saben de esta enfermedad y ninguno ha recibido alguna dosis de la vacuna contra el nuevo coronavirus.
ledz