Luego de seis años en una cama, Juan Pedro Franco, el hombre más obeso del mundo, salió de su casa en Aguascalientes con destino a una clínica privada en Guadalajara, donde intentarán disminuir gran parte de sus 500 kilos de peso, condición por la que desarrolló diabetes, hipertensión y afecciones pulmonares que ponen en peligro su vida.
La labor de traslado para movilizar a Franco involucró a un equipo de 10 médicos, paramédicos e intensivistas, encabezado por el cirujano bariatra José Antonio Castañeda, que debió recurrir a una camioneta con una capacidad de más de una tonelada, debido a que les negaron el permiso de llevarlo en un camión de carga comercial.
Además, la familia debió desmontar la cama adaptada con fierros, agarraderas y cuerdas en lugares estratégicos para incluirla dentro del equipaje del joven de 32 años, debido a que ningún hospital cuenta con algo similar.
Con amplios tiempos de descanso y a paso lento, logró llegar a la camioneta y subirse con la ayuda de médicos y familiares.
En el traslado incluyeron un equipo de reanimación, así como un tanque de oxígeno, porque "en todo el trayecto" hay probabilidad de que sufra alguna descompensación, comentó Castañeda.
En otro auto llevaron a su perro Barbas. Según Franco, a lo largo de 12 años ese can se ha convertido en su "médico de cabecera", pues ladra cuando en las madrugadas se le sube o baja el nivel de azúcar, presenta presión elevada o está en peligro de morir.
El tratamiento
El protocolo de atención, detalló el especialista, consistirá en un programa basado en dietas y terapias alternativas hasta reducir 40 kilos en un lapso de seis meses. Luego se le someterá a la cirugía de bypass gástrico.
"Ningún hospital cuenta con equipo de tomografía o medición de índice de masa corporal para un paciente con un peso que no ha sido reportado en todo el mundo. Por ello se recurrirá a los aparatos del zoológico de Guadalajara para hacer los estudios pertinentes", señaló Castañeda.
El caso de Franco llamó la atención de médicos a escala global debido a la ganancia acelerada de peso. Nació de 3.4 kilogramos y cada año subía en promedio 10 kilos. A los 17 años su peso se disparó hasta 230 kilos.
La tasa se acentuó tras un accidente vial, en San Luis Potosí, que lo obligó a quedarse casi dos años en cama y superó los 300 kilos. Ese peso reducía su movilidad, pero Franco seguía con sus negocios de venta de insumos, cargamento y compra de refracciones.
Hace seis años una neumonía, que derivó en coma temporal, lo obligó a quedarse en cama, conectado a un tanque de oxígeno y tomando más de 20 pastillas al día. "Solo veo los rayos del Sol a través de lo que se filtra en mi ventana", comentó.
Su madre, María de Jesús Salas, explicó que desde niño lo llevó a más de un centenar de médicos que lo sometieron a dietas rigurosas sin harinas, azúcar, grasas y sales "y no bajaba un solo gramo".
La obesidad impidió a Franco acabar la secundaria. "Me hacían burla, me decían cosas en la escuela. Los mismos profesores me hacían bullying, había uno que me decía que ya no quería verme ahí", recordó. Las complicaciones lo desanimaron, comenzó a marginarse y sus negocios los manejaba desde el celular.
Pero su pasión por la guitarra y el teclado no ha cedido, a veces los vecinos lo animan a cantar y con ello ha evitado caer en depresión severa. Aún recuerda sus tiempos en una estudiantina de su iglesia.
Con esta nueva oportunidad el paciente espera reintegrarse a sus actividades. "No veo la cama como una pesadilla, pero deseo volver a caminar por las calles, ser una persona lo más normal posible".