La devoción a San Judas Tadeo se arraigó entre la familia Villalobos cuando el cáncer acechó a la madre, Irma Virginia Ruvalcaba.
Su esposo, Jaime Villalobos, le pidió entonces un milagro al comisionado en las causas difíciles o desesperadas.
Su hija Enriqueta, explica que su mamá ha sido siempre una guerrera, al igual que ella misma, pues recuerda que hace 8 años atrás fue secuestrada. Su liberación fue rápida al acceder a pagar un rescate por ella pero, su esposo Omar, también se concentró en la oración.
“Esta tradición nos la inculcó mi padre y mi madre, ya tenemos más de 30 años haciéndola. Anteriormente dábamos lo que era tradicional, el asado con las sopas, pero gracias a la devoción de mi marido, que él en las reliquias que hacía mi padre daba el martajado, carne de puerco con chicharrón en salsa verde, ya tenemos como tres años que la empezamos a hacer y son bendiciones, nos encanta dar a la gente de lo mucho que nos da nuestro padre dios”, explica Enriqueta.
Es ella quien indicó su madre tuvo cáncer y salió adelante, y que su esposo rogó a San Judas por su seguridad.
“Gracias a mi padre Dios aquí andamos. Son cosas fuertes, no sé yo si en el momento se le pidió a San Judas, yo no pero él sí y le prometió. Estuve separada de mi familia un día nada más pero nos extorsionaron. No sé cuánto pidieron ni quiero acordarme pero gracias a dios todo está bien. Eso fue hace ocho años”.
Ante la violencia que se vivió en Torreón, ella le pedía a Dios y a San Judas que volviera a su familia invisible. Y aunque sabe que la gente codicia lo que algunas familias logran con trabajo, ella asume que tiene mucho que agradecer porque además un hijo fue partícipe de un accidente aéreo y no perdió la vida.
“Un hijo mío tuvo un accidente aéreo en el cual pudo haber muerto y dios me lo dejó, que de hecho ahorita él no está aquí pero de éstas te puedo platicar muchas, porque mi padre y mi madre han estado hospitalizados y ahí vienen con su devoción. Más bendiciones no podemos pedir”, aseguró.
Doña Irma Virginia también explica que esta reliquia que se elabora con más de 100 kilos de chicharrón y donde dan pastel y refresco, participa toda la familia pero también los amigos quienes desde un día antes cortan la carne, limpian el chile y hacen todo lo necesario para que la comida esté a tiempo.
“Yo empecé con galletas y atole, después eran tamales y atole y ya después empezamos a hacer reliquia pero era grandísima, que ahora ellos la llevan ya más o menos, yo los míos eran asados, mole verde y de todas las sopas, yo tengo todas mis cazuelas, mis ollas grandes para el caldo, me quedé con todo pero ya va creciendo uno, se va haciendo uno viejo, pero les inculcamos la tradición y así empezó mi yerno con un disquito porque es poco a poco y ya ahorita va creciendo".
“Yo hacía como tres ollas de asado, uno de mole verde y un soperal. Yo acabo de salir anoche del hospital y me dijo mi hija que me quedara a reposar, pero le dije que no, que tenía que estar ahí, aunque sea sentadita, viendo y luego me voy a escuchar misa. Antes éramos puras mujeres cuando yo la hacía y ahora son puros hombres que van a ayudar a mi yerno”, concluyó.