Bajo el inclemente sol de la ciudad de Oaxaca, Fernando se enfrenta a diario a peligros y altas temperaturas mientras se gana la vida limpiando parabrisas. Con dos hijos y casado desde los 18 años, este hombre dejó de estudiar y emigró desde su natal Puebla para establecerse en la capital oaxaqueña, utilizando los cruceros como su fuente de supervivencia.
La jornada laboral de Fernando comienza a las 9:00 y se extiende hasta las 17:00, durante las cuales apenas logra obtener 300 pesos en propinas. Estos ingresos precarios son el único sustento diario para su familia.
Las condiciones de vida de Fernando distan mucho de ser óptimas. Actualmente reside en un modesto cuarto prestado por un amigo, donde apenas cuenta con una colchoneta y un medio baño.
En la improvisada cocina, su esposa se las arregla con una parrilla vieja para preparar los alimentos. La falta de comodidades y el entorno adverso en el que viven son una constante preocupación para él.
No solo debe enfrentarse a las dificultades económicas, sino también a las amenazas que surgen en su labor diaria. Fernando es acosado constantemente por aquellos que buscan cobrarle una cuota por trabajar en los cruceros.
Además, sufre la extorsión de algunos policías y enfrenta maltratos de automovilistas que, al negarse a que limpie sus parabrisas, llegan a agredirlo física y verbalmente e incluso intentan atropellarlo.
A pesar de los peligros y el agobiante calor, Fernando persiste en su trabajo arduo. Cuando se le cuestiona sobre su elección de trabajar en estas condiciones extremas, responde:
"Soy papá de dos hijos y necesito salir adelante, en esto mi negocio es demasiado riesgoso, pero lo poquito que gano sostengo a mi familia.
Ante el incremento de las temperaturas, se le consulta cómo afronta el calor, a lo que responde:
"Pues echándole ganas por los hijos, especialmente por la familia, aunque uno quiere ganarse la vida con trabajo de fábrica u otro trabajo, no le da lo que uno gana".
La remuneración que obtiene Fernando por su trabajo es escasa, limitándose a los 300 pesos. Sin embargo, él continúa luchando incansablemente:
"300 pesitos y con ello ahí vamos, tenemos que echarle ganas".
Fernando, a pesar de haber enfrentado dos percances en su labor de limpiaparabrisas, se considera afortunado de no haber sufrido secuelas graves.
MO