El negocio conocido como Pollo Santos se ha quedado en la mente de los laguneros como uno de los sitios de mayor tradición en la comarca lagunera, al ser de los primeros que ofrecieron este platillo con producción propia, ya que criaba a los animales en sus corrales.
Recuerdos imborrables quedaron en quienes llegaron a acudir al Pollo Santos frente a la Alameda Zaragoza de Torreón, un sitio que se volvió tradicional y familiar al contar con una zona de juegos que los niños y niñas adoraban, hasta filas hacían para jugar en la réplica del camión de Bomberos para hacer sonar la campana y mover el volante.
Por mientras, los adultos disfrutaban del pollo frito con su receta secreta crujiente, las papas empanizadas en gajos, y sobre todo los cuellos de pollo que se volvieron la sensación al ser novedad en el menú en la región. Pasó de vender pollo rostizado a pollo frito.
¿Quién está detrás de Pollo Santos?
Su fundador, Carlos Santos Romo, describe a su negocio de más de 62 años de historia como un fruto de sus acciones, de aciertos y errores, de caer, pero luego levantarse de la mano del trabajo, de la constancia y de la honestidad.
Fue su tío, Manuel Alatorre, de los primeros que le brindaron su confianza con un préstamo para invertir, valor que el mismo Carlos Santos refrendaría con creces.
Tenía apenas 22 años de edad y su visión estaba más allá de ser profesionista, dejó sus estudios en contabilidad y decidió emprender, quería ser un buen comerciante como su padre.
Criaban a los pollos
Empezó con la crianza de entre 50 y 100 pollos, los cuales eran proporcionados por la empresa Trasgo para estudiar su crecimiento, en tanto, al paso de los años llegó criar hasta 15 mil pollos en una parvada en la granja Los Conejos, cerca de la comunidad de Bermejillo, que pasados dos meses ya pesaban alrededor de un kilo y medio, aptos para cocinarse.
“El señor Villegas y el señor Garrido, del Trasgo, me traían en un volkswagen cajas con pollitos de un día de nacidos que eran de prueba para ver cómo se desarrollaban. Yo los criaba y a los dos meses ya estaban listos, ya pesaban entre 1 kilo 300 y 1 kilo 500”, comenta.
En sus años mozos recuerda que administró hasta 13 locales de Pollo Santos en la región a la vez, y a cargo de más de 130 empleados, una responsabilidad que lo haría trastabillar. “Nunca me gustó delegar y eso fue lo peor para mí, yo quería hacer todo y por eso de repente perdí todo, empecé de vuelta y a darle otra vez”.
Cuellos de pollo y papas Santos
El señor Santos comenta que al menú se le añadió el platillo de cuellos de pollo, opción que fue bien recibida por los laguneros luego de la recomendación de uno de sus hermanos que había visto que los cuellos de pollo eran cocinados en la capital del país y en La Laguna se desperdiciaban.
“Antes los cuellos se hacían polvo o se tiraban. Un hermano que vivía en México me dijo que por qué no vendía cuellitos. Empecé a ofrecerlos y quedaban muy sabrosos fritos, antes en La Laguna nadie los hacía. Las papas empanizadas eran partidas en gajos como de sandía, incluso muchos me comentan que iban de niños a Pollo Santos por las papas”.
Respecto al local frente a la Alameda Zaragoza, asegura que fue un lugar que por sí solo podía mantener la marca, sin embargo, no pegó desde un principio.
“Ese negocio duró un año sin prender, era perder y perder, hasta que una vez se me ocurrió meter jueguitos y desde el primer día empezó la efervescencia. Con ese negocio solo podía vivir muy bien”.
El secreto del éxito del Pollo Santos
Ser trabajador, honrado y puntual, considera que han sido las claves para mantenerse por poco más de seis décadas, valores que aprendió de su padre y que nutrió con una buena atención al cliente y sobre todo, “vender lo que el cliente quiere, no lo que uno quiere vender”, compartió desde su hogar que está lleno de plantas y mascotas.
Receta secreta
Don Carlos Santos detalla que la receta de su empanizado es una mezcla que se fue perfeccionando hasta que se llegó al punto ideal de sabor, una receta que de manera posterior compartió con algunos empleados que fueron buenos trabajadores.
EGO