Indígena de Chihuahua elabora violines 'nivel Stradivarius' con madera de la Sierra Tarahumara

Su relación con la música empezó desde muy pequeño, cuando de niño su tío materno le mostró por primera vez la música tradicional.

Formó una familia y aprendió bien el oficio de la carpintería. (Foto: especial)
Norma Ponce
Chihuahua /

En la montaña de La Bufa, donde alguna vez hubo minas de plata, vive Ramón Figueroa Pérez, de 63 años, un artesano indígena, músico y laudero, que ha dedicado gran parte de su vida a hacer violines desde su taller en Bacuseachi, perteneciente al pueblo mágico de Batopilas, en la enclavada Sierra Tarahumara.

Su relación con la música empezó desde muy pequeño, cuando de niño su tío materno le mostró por primera vez la música tradicional rarámuri con cantos a la madre naturaleza y tiempo después le enseñó cómo hacer un violín con los recursos naturales que tenían a su alcance.

"Mi tío me enseñó a tocar el violín, cuando te interesa aprender te arrimas y yo me acercaba mucho con los músicos de mi comunidad y así aprendí. 
"Era música para los venados, las vacas, los burros; canciones antiguas que tocamos en Semana Santa, el Día de la Virgen de Guadalupe, Los Santos Reyes y el día de La Candelaria. Desde niño me gustó mucho”, cuenta.

Al paso de los años, formó una familia y aprendió bien el oficio de la carpintería; vendía muebles y aprendió a hablar español, inglés e italiano, tras convertirse en guía turístico de extranjeros que llegaban hasta su casa para hacer senderismo en las montañas de Chihuahua.

“Recibía a turistas y caminábamos con mochila hasta tres días. Hacíamos turismo de senderismo, y también un turismo poco raro, el de culebreros, porque hay gente que le gusta ver víboras”, recuerda.


Viaje a Italia


Fue en 2001, cuando se le presentó la oportunidad de viajar a Cremona, Italia, para aprender a fabricar violines tipo Stradivarius, con lutieres que durante dos meses le enseñaron a través de un método artesanal como fabricar violines, con más de 70 piezas de madera.

“La invitación inicialmente fue para mi amigo Patrocinio, otro laudero de la Sierra, pero él se asustó, se escondió y ya no quiso ir. 
"Un año después me hablaron a mí, yo alisté mi mochila y me fui, pero llegando allá me sentía nervioso, quería llorar porque allá es otro mundo.

“La comida es muy buena, la carne, la pizza, la pasta, pero no había tortilla, ni frijol ni picante”, dice entre risas.

Inicia elaboración de violines 


Tras aprender la técnica regresó a su tierra y se dedicó varios meses a buscar madera que generara cierto sonido para poder hacer violines como aprendió en Europa.

“La gente me encargaba de lo más fino, solo que ese material no hay en México. Tenía a unos americanos que me conseguían material hasta Europa, pero era muy caro y se tardaba mucho para llegar hasta acá, así que yo mismo hice estudios en todos los árboles de la Sierra para ver cuales tenían sonido.

“Descubrí tres árboles que si tienen sonido, el madronio, el pinabete y matihó. El pinabete lo tienes que analizar bien porque muchas veces no hace sonido, tienes que quitar un pedazo de cáscara y echar el marrazo para ver si suena”, explica.

Ramón tarda alrededor de 20 días en hacer un violín y usa hasta siete tipos de diferente madera, además de muchas medidas y cortes, y aunque es un trabajo laborioso cada instrumento lo vende a partir de 8 mil pesos.

Uno de sus clientes fue el músico Raúl Balderrama, quien conoció a Ramón, en Batopilas, en el año 2007 y le pidió un violín.

“Fue muy emotivo conocerlo... el porte que tiene el señor, es un hombre alto y se viste muy elegante, con sus trajes rarámuris de telas brillosas. 
"Yo le pedí un violín natural sin barniz y le quedó muy bonito y con buen sonido. Volvió dos meses después con el instrumento hasta mi oficina y me dijo: antes de que me pagues quiero que lo escuches y tocó dos melodías.

“Yo pertenecí a un grupo de música tradicional indígena y mestiza de México durante 16 años, tener un violín de este personaje representa mucho, es un honor y lo guardo con mucho cariño, tiene mucho valor en muchos sentidos”, asegura.

Aunque no mucha gente conoce de su existencia, Ramón asegura que a cada violín que hace le pone mucho amor, entrega y un sello personal.

“Vivo feliz y desde hace 10 años mantengo mi sobriedad. Este trabajo lo tienes que hacer bien, exacto y siempre feliz”, agregó.




HCM


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