Al igual que en los distintos levantamientos en el sur del país, la población indígena del Nuevo Reino del León aprovechó las corrientes de alzamiento contra la corona española y se sumó a la causa independentista de 1810.
Si bien por la entidad no desfilaron los principales protagonistas como Miguel Hidalgo o José María Morelos, la visita de Mariano Arista a Monterrey en enero de 1811 despertó la inquietud de insurgencia por estas tierras.
Indígenas pertenecientes a las tribus de Ayahuas, Garzas, Carrizos, Alazapas, Borrados, Rayados y Tlaxcaltecas se rebelaron de sus amos en grandes haciendas y rancherías por todo el norte de Nuevo León, relata el historiador Mario Treviño Villarreal.
Aunque en el centro de la ciudad no hubo grandes batallas, sí se registraron sangrientos enfrentamientos en la zona norte del estado.
En plenos festejos del 15 de septiembre, el autor del libro Levantamientos Indígenas y Guerra Viva refiere como los grupos de naturales sí se alzaron en armas aprovechando el movimiento de Independencia.
"A partir del año de 1811 se dan estos levantamientos, que tienen que ver con la llegada de (Mariano) Jiménez, lo que generó que los indígenas de la región huyeran de los ranchos y se levantaran en armas", apunta el cronista del municipio de Vallecillo.
Pago por oreja
La época no era nada fácil para los indígenas. El contrabando de materias primas, su alto costo y sus condiciones de semi esclavitud trabajando en rancherías y casonas propiciaban un ambiente de inconformidad.
"Como ahora, los ricos eran muy pocos y los explotados eran muchos", refiere Treviño.
Los nombres de indios como Doroteo, Irenio o Juan Candelario de la Cruz destacaban como líderes de los levantamientos.
Uno de los enfrentamientos más fuerte que se registró en la región fue el de la zona llamada "La Chorreada", ubicada en las cercanías de Bustamante. También hubo enfrentamientos en poblados cercanos a lo que hoy conocemos como Vallecillo, Sabinas Hidalgo, Villaldama y García.
En esta batalla, los relatos indican que las mujeres se arrojaban a los barrancos con todo y sus hijos para no ser capturadas por los criollos o españoles.
"Eran enfrentamientos sanguinarios, a los capitanes realistas se les pagaba por cada oreja o cabellera que presentaran. Fueros masacres completas que, con los años, terminarían por exterminarlos por completo", describe.
La noción de que el movimiento insurgente pasó desapercibido en Nuevo León es errónea, afirma Treviño Villarreal.
Sin embargo esta visión fue posicionada por los primeros estudios elaborados por historiadores locales, quienes hicieron omisión del levantamiento indígena.
"Se dice que por estos lados no hubo enfrentamientos insurgentes, una cosa errónea porque tenemos registros de alzamientos y violencia de los que buscaban su independencia", expuso.