“Échale ganas, qué frase tan más estúpida"; así funciona la Salud Mental

Coincidentemente “ella” nunca se quiso matar, “ella” quería vivir, pero quería dejar de sufrir.

Casos de suicidios en México. (Archivo)
Ángel Carrillo Romero
Torreón, Coahuila /

Es una mujer de 25 años, la había conocido en el pasado y cuando la volví a ver ese día, simplemente no la reconocí. Cuando la saludé por primera vez traía el pelo anaranjado, algo despeinado y literalmente en “los huesos”, extremadamente delgada y ahora llegó a la cita con el cabello de otro tono, uno menos audaz, repuesta (es decir, había ganado peso), inundó mi oficina con su perfume, era otra persona, más animada, más coherente al hablar, más desinhibida, como si estuviera en el camino de la reconstrucción, “echándole ganas”.

“Échale ganas”, qué frase tan más estúpida y qué lugar más común es para las personas que cruzan por una enfermedad mental y más para “ella” (así le llamaremos por obvias razones).

Se casó y se divorció muy joven, vivió en una relación tóxica, de esas que crean adicción, con mucha adrenalina, sufría de maltrato físico, eso la llevó a un estado mental beligerante, tanto, que estuvo al borde de la muerte porque se tomó quién sabe cuántos frascos de ansiolíticos y antidepresivos.

Dio por enterado de lo que haría a su ex pareja y él, solamente atinó a avisarle a su familia, pero ya era tarde.

“Recuerdo que después de que me tomé todas las pastillas a los cinco minutos me quedé dormida y después de mucho cobré consciencia en el hospital con mi familia aterrorizada viéndome”.

“Ella” comenzó a tomar pastillas después de que acudió con un psiquiatra y después de no sé cuántos psicólogos, el doctor le recetó “cierta” dosis y “ella” al sentir placer, la incrementaba al punto tal de que un día debió comprar o robar recetas para adquirir los medicamentos controlados (otro problema, porque al margen de que no mejoraba, se hizo adicta a las drogas “socialmente” aceptadas).

Coincidentemente “ella” nunca se quiso matar, “ella” quería vivir, pero quería dejar de sufrir y la forma más rápida, más “a la mano” fue esa.

Ahora “ella” reconoce que es blanco de señalamientos por parte de su familia, pero no de los señalamientos mordaces, sino de los que generan vergüenza: No se puede quedar sola, siempre debe estar acompañada porque “no se le vaya a ocurrir”, pero también en este momento le teme a la soledad, “ella” no puede pasar tiempo sin reportarse con su familia y eso le genera ansiedad.

Luego de ordenarse y llevar un procedimiento serio (psicológico y psiquiátrico) logró encausar sus emociones, vivir un duelo y continuar.

Dejó los medicamentos controlados y retomó su carrera de psicología, “terapia ocupacional”. “Ella” no reconoce sus logros, los ve insignificantes, casi invisibles, pero los de afuera, los que conocimos el antes y el después podemos constatar que está en el camino.

aarp

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