Santa Rita es una pequeña comunidad rural de la parte baja del municipio, de hecho, el penúltimo ejido antes de llegar a la desembocadura de lo que es la Laguna de Mayrán.
De casas de adobe que se ubican a la orilla del Padre Nazas, su capilla y en su mayoría las viviendas adornadas con un pinabete, árboles, que dicen, son descanso de enormes pájaros que aseguran son brujas.
Corrían los años cincuenta más o menos, Santa Rita que anteriormente se consideraba hacienda, contaba con pocas familias, pocos pobladores.
La niñez se divertía jugando en la arena y a las laderas del Río, los mayores, son hombres de campo y con pensamientos supersticiosos al cien por ciento. Amas de casa que aún hacían la tortilla y los frijolitos en estufa de leña, en chimenea.
Cuando llegaba la noche en Santa Rita, todo era oscuridad, no había luz y las casas eran alumbradas con mechones de petróleo, un frasco y un pedazo de trapo como mecha.
Era una noche de los primeros días de noviembre, ya hacía fresco en el ejido, y no faltaba el que andaba despierto y por la calle ya pasada la medianoche.
Un día, dos hombres que estaban sentados en el tallo de un pinabete ya caído, de repente vieron en el cielo una pequeña lucecita que subía y bajaba, luego se sorprendieron que esa luz, que se hizo como una bola de fuego, ni muy grande ni muy pequeña, aterrizó justo en la copa de un pinabete de los más frondosos del ejido.
Los dos hombres al ver que el árbol no se incendió, se acercaron para ver de qué se trataba, y cuál fue su sorpresa cuando voltearon hacia las ramas más altas del árbol ahí estaba, era un pájaro enorme, pero al caer un poco la luz de la luna, el pájaro fue alumbrado y descubrieron que tenía rostro de mujer.
Comenzaron a gritar, “¡una bruja!”, y la poca gente comenzó a salir de sus hogares, dicen que entre todos, niños mujeres, hombres, pudieron atrapar el enorme pájaro. Lo amarraron en el mismo tallo del árbol y en cuanto pasaban las horas, el pájaro tomó forma humana, era una mujer desconocida, no habitante del ejido.
La bruja, como le gritaban los pobladores, les suplicaba que la dejaran ir, que no les haría ningún daño, que solo se había parado a descansar un poco, ya que tenía que recorrer un largo camino para llegar a su hogar, aparte de que había dejado a su bebé en la cuna. La gente eufórica le seguía gritando “¡Bruja, te vamos a quemar!”.
La mujer de aspecto joven aún, al final les dijo que si la dejaban ir, iba a premiar a todos los habitantes.
La gente que vivía en extrema pobreza, sería por las súplicas o por algún hechizo de la bruja, accedió y la dejaron ir. Dicen que después de días, la gente del ejido, toda, recibió regalos, eran los regalos de aquella mujer, de aquella bruja que ante la amabilidad de los pobladores de haberla dejado ir, los premió.
Realidad, ficción, o simple leyenda pero dicen que mucha gente de ejidos, ha visto esos enormes pájaros, que descansan en los pinabetes y al final se convierten en mujeres.