'Graseros', la ciudad que vive bajo el agua en La Laguna

Pobladores recuerdan que en pocos días quedó bajo el agua el antiguo pueblo, con sus casas, tierras fértiles, corrales, la capilla y el panteón.

La presa es uno de los parajes más verdes de La Laguna. (Manuel Guadarrama)
Bajo el agua quedó el antiguo pueblo, ahí donde quedaron sumergidas las casas. (Manuel Guadarrama)
Uno de los rincones de la Presa Francisco Zarco en La Laguna. (Manuel Guadarrama)
Jorge Maldonado Varela
Cuencamé, Durango. /

Fue en marzo de 1968 cuando el entonces presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, sobrevoló los últimos detalles de la obra de lo que ahora conocemos como la Presa Francisco Zarco, “las Tórtolas” sobre el río Nazas, culminada en septiembre del mismo año. 

Sin embargo, entre los planes del ambicioso proyecto federal, el agua abarcaría los terrenos del antiguo poblado llamado Graseros, por lo que fue inevitable un auténtico éxodo de todo un pueblo que se dedicaba a la agricultura y ganadería, para darle paso a una presa de regulación que en la actualidad puede almacenar hasta 380 millones de metros cúbicos.

Cuando empezó a crecer la corriente del río nadie lo creía, menos yo, porque decían que la presa iba a medir 15 kilómetros de largo, pero bastaron sólo cinco días de agosto y cinco de septiembre para llenarse en su totalidad”, comparte el señor Cornelio Villegas, quien vivió en carne propia la migración, “con todo y chivas” cuando tenía 20 años de vida

En pocos días bajo el agua quedó el antiguo pueblo, ahí donde quedaron sumergidas las casas, las tierras fértiles y los corrales, la antigua capilla y hasta el panteón, menos los recuerdos, tal como lo comparte don Bernardo Limones, otro de los antiguos habitantes del poblado. 

Lo que veíamos era pura so ledad, se veía horrendo, las calles sin gente, sólo se quedaron las vigas y los techos de las casas”, relata don Berna al recordar los días que empezó a subir el nivel del cauce y que la gente era trasladada en camiones de volteo junto con las cosas que alcanzaron a rescatar. 

Desde hace 50 años, aquellas tierras pasaron a ser parte de un nuevo ecosistema que sería habitado por especies de peces como la lobina, la carpa, el bagre, tortugas, además de aves acuáticas como los patos, las gaviotas, águilas acuáticas y hasta pelícanos, sin contar las infinitas formas de vida sumergidas en la presa. 

Cuando baja el nivel del agua a un 25 por ciento se alcanza a ver la torre y la cruz de la iglesia, en la cual contrajeron matrimonio don Cornelio y don Bernardo respectivamente, además, en la parte donde se ubicaba el panteón se han dejado ver algunas tumbas, a las cuales ya nadie les echa flores. 

“Me acuerdo que el rancho era de aproximadamente un kilómetro de largo por medio de ancho. Me acuerdo de la iglesia donde me casé, era de adobe y solo estaba enjarrada por dentro. A los que se quedaron en el panteón ya no hay quien les lleve flores, ya pa qué, ahí están ahogaditos”, dijo entre risas Cornelio. 

“Cuando anduve de pescador, en una ocasión se me atoró una malla para pescar, me zambutí y estaba atorada en un trozo de sa bino que se pone en la cruz, y hasta me acuerdo que era la tumba de un señor de apellido Arciniega”, recuerda el señor Limones. 

La comunidad fue movida a un par de kilómetros en terrenos ejidales en el municipio de Lerdo y nació el Nuevo Graseros, con ello, se construyeron carreteras, túneles y accesos a una nueva vida, que para los habitantes de este sector las condiciones de vida mejoraron para todos. Don Bernardo Limones tiene presente las vivencias de su antiguo hogar en su niñez y juventud junto a su hermano, Julio, quien en vida era cuidador del Cañón de Fernández. 

Bernardo tenía 27 años de edad al momento de abandonar su casa con los suyos para cambiar su forma de vida, lo que venía en su destino era dedicarse a la pesca. 

El paso de la agricultura a la presa no fue fácil, ya que no tenían el adiestramiento ni las herramientas, mucho menos maquinaria, pero tiempo después acudieron pescadores del estado de Chihuahua y de Durango para enseñarles las técnicas básicas de pesca, ya con la ayuda de lanchas con motor y redes. 

“No conocíamos de pesca y veíamos cómo venían de otros lados y sacaban costales de pescados porque agarraron virgen la presa, luego fuimos asesorados por gente de Durango sobre lo que es una cooperativa”, afirma don Bernardo. 

Entre las familias que llegaron a vivir en el antiguo Graseros se recuerda a los Ramos, los Reyes y los Limones, de los cuales, sus descendientes aseguran que el nombre de “Graseros” se debe a un tipo de grasa en piedras fundidas que aún se encuentran en la zona, y que se dice, pudieron ser vestigios de antepasados que trabajaban en una mina cercana. 

De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), La Presa Francisco Zarco, “Las Tórtolas” tiene una capacidad de 388 millones de metros cúbicos (Mm3) en Nivel de Aguas Máximo Extraordinario (NAME) y 309 millones de Mm3 en Nivel de Aguas Máximo Ordinario (NAMO). 

Asimismo, al 13 de marzo del presente año, la presa se encuentra a un 85 por ciento de su capacidad con más de 263 millones de Mm3, con entradas de agua provenientes de la presa El Palmito de 64 millones de metros cúbicos por segundo (M3/s) y una extracción por la temporada de riego de más de 100 millones de M3/s. 

Forma parte del Organismo de Cuencas Centrales del Norte y se ubica en los límites de los municipios duranguenses de Cuencamé y de Lerdo, a unos 80 kilómetros de la zona Centro de Torreón tomando la carretera Durango-Mazatlán, hasta llegar al poblado de Margarito Machado donde se toma la desviación hacia Graseros durante 12 kilómetros más.

EGO

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